05/06/2019
Entrevista: Colomba Molina
Entrevista: Colomba Molina
05/06/2019

La autenticidad y el poder de la juventud retratada por Marie Tomanova

 

Tomanova retrata a personas únicas y diversas, capturando su presencia, voz y poder personal en Young American, su proyecto fotográfico más reciente. Una obra que brilla con optimismo y humanidad, representando un ideal de futuro, de una juventud que está constantemente rompiendo y reformulando los límites de la identidad sexual, del género, la belleza y la cultura.

Con la creencia de que había fracasado como artista, Tomanova migró a Estados Unidos en busca de oportunidades sin ninguna certeza de lo que encontraría. Allí descubrió su pasión por la fotografía al conocer el trabajo de artistas como Francesca Woodman y Ryan McGinley, al que años más tarde conoció y la incitó a publicar su primer libro; una compilación de retratos de los jóvenes con los que se encontró en New York. La introducción del libro Young American fue escrita por el mismo McGinley, quien señala que el trabajo de Tomanova muestra “un futuro libre del binarismo en el género y de las definiciones antiguas de belleza. En el mundo de Marie, la gente simplemente puede ser”.

 

 

¿Cuándo y por qué dejaste República Checa para ir a EEUU? ¿Encontraste ahí lo que esperabas?

Me mudé a los Estados Unidos en 2011 y fue la decisión más importante de mi vida. Pero realmente no lo pensé así en ese momento: tenía 26 años, acababa de terminar mi Master en Bellas Artes como pintora, me sentía totalmente fracasada como artista y no veía muchas opciones de cómo hacer una carrera como artista en República Checa. Trabajaba en un bar por $1.50 la hora, festejaba y bebía como todos los demás en mi círculo de amigos, y sentía cómo rápidamente la vida se me escapaba sin una dirección fija. No tenía idea de lo que realmente quería hacer, pensaba que simplemente me casaría con mi novio, tendría hijos y decoraría las vitrinas de H&M si tenía la suerte de conseguir ese trabajo. Ni siquiera podía imaginar que fuese capaz de alcanzar más que eso, y es una locura darme cuenta ahora de lo mucho que me estaba limitando a mí misma, y de cómo me limitaba la forma en que me criaron en una sociedad comunista y luego poscomunista. En Estados Unidos descubrí un mundo completamente nuevo de oportunidades y sueños. Encontré más de lo que esperaba y me di cuenta de que puedo soñar más grande de lo que jamás me había atrevido. Mudarme a EE.UU  fue, y sigue siendo, el viaje más maravilloso de crecimiento personal, de encontrar mis pasiones y confianza en mí misma.

¿Cuando comenzaste con la fotografía? ¿Cómo es partir como fotógrafa en Nueva York? 

Dejé República Checa sintiéndome como una pintora fracasada y ya no quería pintar más. No estaba segura de qué era lo que buscaba hasta que vi la exposición de Francesca Woodman en el museo Guggenheim en el 2012, durante mi segunda semana en Nueva York. Fue un momento transformador: me conecté con su trabajo de manera tan fuerte que me inspiró a tomar una cámara y inscribirme en clases nocturnas para principiantes en la Escuela de Artes Visuales. El autorretrato se convirtió en una herramienta para expresar mis miedos, dudas, sentimientos y me ayudó a verme en ese entorno nuevo. Seguí fotografiando y poco a poco comencé a construir un portafolio. La competencia en Nueva York es enorme, pero si realmente amas lo que haces y sigues siendo persistente y dedicado, eventualmente se muestra y se te abre un camino.

 

 

 

¿Cómo es ser inmigrante en Estados Unidos, y de qué manera tu trabajo se ve influenciado por esa experiencia? 

La situación actual de la inmigración en Estados Unidos es muy, muy aterradora. Y, desafortunadamente, creo que es un problema global, no solo de Estados Unidos. Es una experiencia muy personal que define totalmente mi vida; soy completamente dependiente de las decisiones que los servicios de inmigración toman sobre mi vida. No siempre ha sido fácil y definitivamente se muestra en mi trabajo. Creo que lo peor ha sido la sensación de aislamiento y distancia entre mi familia y yo, y el hecho de que no pude viajar durante todos estos años para verlos. Fue extremadamente difícil poner tanta distancia entre nosotros, y muchas veces dudé si valía la pena.

El proyecto Young American muestra la diversidad racial, sexual y de género de una manera muy hermosa y esperanzadora, incluso cuando la situación política actual a lo largo del mundo se está volviendo muy intolerante, especialmente cuando se habla de inmigrantes. Tu arte es muy político en ese sentido. ¿Estás de acuerdo? ¿Crees que el arte debería ser político? 

Creo que depende de los jóvenes ponerse de pie y cambiar las cosas para que sean como ellos quieren, de lo contrario nadie lo hará. Y creo que esto es realmente lo que está sucediendo, y es la razón por la cual, aunque las cosas parecen ser tan conservadoras, estas pueden cambiar si las personas son visibles y alzan la voz. Eso lo que me inspira de todos estos jóvenes estadounidenses que reflejan lo que son: son ellos mismos, tienen una voz y una presencia. Yo nací detrás de un muro, la Cortina de Hierro, que finalmente cayó en los años noventa después de que los estudiantes iniciaron toda la Revolución de Terciopelo que terminó con el tiempo comunista en Checoslovaquia. ¿Por qué incluso se habla de otro muro? Si miras las fotos de ese día en Berlín, hay una imagen tras otra de los jóvenes en el muro derribándolo. Las paredes dividen, necesitan ser derribadas. Eso, en cierto sentido, es la esencia de mis retratos: no hay espacio entre tú y ellos, o entre yo y ellos, o entre tú y yo. No hay muros.

 

 

Tu trabajo apunta a una sociedad que brilla con libertad, diversidad e inclusión. ¿Es así como te sientes con respecto al futuro?

Todos los retratos incluidos en el proyecto Young American se tomaron en Nueva York, que es un lugar muy especial. La escena juvenil del Downtown está llena de jóvenes que no temen ser quienes quieren ser, que abrazan sus defectos e inseguridades y que superan los límites de las definiciones anticuadas de género y belleza. Es una comunidad muy vibrante y diversa, que creo existe en cierta medida en muchas grandes ciudades del mundo. Puede que sea un poco más grande en Nueva York, ya que este lugar es un enorme crisol de culturas, nacionalidades, religiones y todo lo demás, lo que lo convierte en un lugar liberador donde se fomenta el ser uno mismo. Nueva York está lleno de personas que vinieron aquí para ser ellos mismos, encontrarse o recrearse. Es una comunidad que me atrae y siento que es esencial, inspiradora e importante para nuestro futuro.

Las personas presentes en tus fotografías son únicas y excepcionales. Es una representación muy poderosa de la cultura que está rompiendo y dando una nueva forma a la identidad. ¿Cómo eliges a las personas que fotografías? ¿Estableces algún tipo de vínculo con elles? 

Comencé a fotografiar retratos de personas a principios de 2015. En realidad, la primera vez que fui y fotografié a alguien más que a mí misma estaba aterrorizada y abrumada con la responsabilidad que sentía hacia el sujeto que estaba fotografiando. Pero resultó ser una experiencia increíble y me di cuenta de que podía hacerlo y que también podía hacer amigos de esa manera. Desde entonces la cámara se convirtió en una herramienta para mí, que me permite conectarme con las personas, escuchar sus historias de vida y conectar a un nivel humano básico. Especialmente en la era de las redes sociales de hoy, fue muy importante para mí reunirme con gente en la vida real y crear una experiencia juntos, compartir un momento. Son todas las personas que me inspiran, a quienes adoro y con las que me siento conectada: son la «América» con la que sueño y a la cual quiero pertenecer.

 

 

Después de hacer el proyecto Young American ¿Qué crees que significa ser un “americano”?

El título Young American no solo refiere  a los jóvenes estadounidenses, sino que igualmente se refiere a mí misma como un inmigrante y mis sueños de libertad y de un futuro mejor. Young American es en su mayoría sobre la juventud y su poder. Hay una cierta libertad que la cultura juvenil abraza y representa. Hay espacio para explorar, y muy a menudo ese es un período muy formativo de la vida. Los jóvenes representan vulnerabilidad y apertura para mí, así como ansiedad y una búsqueda de identidad personal. Las personas en mis fotografías provienen de diversos orígenes sociales, representan un espectro de géneros, razas, nacionalidades e identidades. Si vienes a ver el espectáculo, verás más de 250 retratos. La gama de personas es abrumadora y se siente majestuosa, ya que a menudo proyecto los retratos a gran escala en la pared. El trabajo en sí es amplio e inclusivo, y se trata de la presencia, la voz y el poder personal.

 

 

 

 

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