12/03/2018
Fotografía: Carolina Sandoval Dirección de arte: Galio Dirección de arte: Matagalan Dirección audiovisual: Era XVI Texto: Bastien Reveco Texto: Felipe Morandé
Fotografía: Carolina Sandoval Dirección de arte: Galio Dirección de arte: Matagalan Dirección audiovisual: Era XVI Texto: Bastien Reveco Texto: Felipe Morandé
12/03/2018

Matagalan

 

Símbolo de alegría o de tristeza, de amor o de muerte, las flores desde siempre nos acompañan en ocasiones importantes. Pero Carolina Spencer –alias Matagalan-, eligió vivir de ellas. La artista chilena ubicada en Barcelona busca con su trabajo eliminar la idea de que las flores se regalan solo en ocasiones especiales a través de sus arquitectónicos arreglos.

 

¿Cuál es tu profesión?

Hago instalaciones con flores, pero también soy diseñadora. No concibo una cosa sin la otra, están directamente relacionadas. Se podría decir que hago arreglos florales y eso implica el diseño, la flor… No es una carrera que exista. No sé mucho cómo definirlo.

 

¿Cómo nació Matagalan?

Un amigo me pidió decorar la cafetería Satan Coffee en Barcelona hace 4 años. Al principio era un proyecto en el que íbamos a colaborar distintos floristas, pero todos se bajaron y quedé yo. Pensé en la idea de decorar con plantas, pero que esas plantas se pudiesen vender también. Me decanté por los cactus y suculentas, que son especies raras, bonitas y fáciles de mantener. No quería exponerlos en macetas de plástico, y como no encontré nada que me gustara, comencé a diseñar mis propias macetas. Todo partió de la necesidad de decorar un espacio y poder vender un producto completo, en el que la persona que se lo llevara no tuviese la necesidad de transplantar, si no que se llevase un objeto nuevo en el que tanto la maceta como la planta son igual de importantes.

 

 

¿De dónde sacaste el nombre?

De una frase que se usa en Argentina, “billetera mata galán” . Quiere decir que el tipo con más plata se lleva siempre a la mujer más guapa, derrotando incluso al más galán.

Entonces, con un amigo empezamos a pensar en la idea de “matar al galán”, y con ello intentar matar lo tópicos relacionados a ésto, como el regalar flores y chocolates para conquistar a la mujer. A partir de eso empezamos a pensar en los tópicos relacionados a la flor, que usualmente se regala en ocasiones especiales como nacimientos, bodas o muertes.

 Matar al galán es matar esta idea de regalar flores y plantas  para sólo para momentos especiales y llevarlo a un plano más cotidiano.

 

¿Qué son las flores para ti?

Todo. Cuando comencé a trabajar en España, nunca pensé que todo lo que aprendí en Chile lo podía utilizar como herramienta creativa aplicado a ésta área y ha sido un descubrimiento maravilloso, que me ha dado alas. Para mí las flores son un material de la naturaleza sumamente mágico, con una identidad única y personalidad absoluta. Son el 50% de mi trabajo, un tesoro infinito.

 

 

Cuando estaba a un año de terminar la carrera de Diseño en la PUC, Carolina decidió probar suerte en otro país. “Siempre supe que me iba a ir de Chile. Busqué oportunidades, entre esas postulé para un intercambio en España, me aceptaron y me fui”.

Al llegar a Barcelona empezó a trabajar en el equipo de floristería del Hotel Arts. “Eramos 4 personas que estábamos todos los días  manteniendo la decoración de un hotel 5 estrellas de 42 plantas. Hacíamos centros de mesa para bodas, eventos, ramos de novia, instalaciones, decorábamos habitaciones, el lobby y casi cada rincón del hotel. Eso implica el cambio diario de aguas y lo que necesiten las flores para que esté todo perfecto. No había errores permitidos. Ahí estuve 7 años”, asegura Carolina.

 

¿Cómo armas tus arreglos florales?

Primero me fijo en el contenedor, que es la parte más funcional que corresponde más a mi lado de diseñadora. Intento utilizar formas que haya creado yo y a partir de eso compongo el resto. Con la flor viene una parte más experimental, libre y divertida. no es lo mismo trabajar con una rosa que con un clavel, cada flor, tallo y rama tiene su identidad, su movimiento y siento que es bonito descubrir eso al momento de componer.

 

¿Cuáles son tus flores favoritas?

Cualquier cosa rara me encanta. Últimamente me gustan más las flores tropicales, que parecen de plástico, como la heliconias, anthuriums, proteas, nutans, ornithogalum, amaranthus, cosas así. Especies que tienden más a lo gráfico y que parecen salidas de otro planeta.

 

¿De dónde sacas las flores con las que trabajas?

Depende. Me gusta identificar cosas del lugar dónde esté, según el proyecto que tenga. Con las fotos que hicimos juntos (y que acompañan la entrevista) decidimos usar flores que cortamos de jardines en la calle, excepto las dalias enormes que ocupamos en el mausoleo de inspiración egipcia del Cementerio General y que compramos en el Terminal de Flores de Santiago.  Nunca había visto unas dalias con el tallo tan grande en mi vida. Siempre intento utilizar flores que no haya visto antes, cosas que me sorprendan.

En Barcelona trabajo con proveedores catalanes, de Madrid, de Holanda, etc. 

 

¿Te da pena cortar una flor de la calle?

A veces sí. Si veo una que está sola, no la corto porque me da pena, pero luego pienso que es efímero y al cortarla, lo que hago es traer la belleza de afuera a adentro. Cuando me rallo con eso de la pena pienso que es el pelo, la uña, no el brazo o la cabeza. Pero la verdad, es que a veces me da un poco de cosa y pido permiso a la planta antes de cortarla (no es broma). 

 

Qué es más lindo, ¿cómo se expresa la flor en la naturaleza o en un arreglo floral?

Me parecen igual de maravillosas las dos. La manera en que está en la naturaleza es perfección absoluta, una obra de arte en sí misma. Luego, ocupar ese material para poder hacer otra cosa, cuando está bien logrado, me parece que puede ser igual de perfecto, pero de otra manera, como pintar un cuadro o hacer una escultura con materia viva.

 

 

¿Cuál es tu estación del año favorita?

Depende del país. En Inglaterra o en países donde hay más agua me gusta el otoño porque todo se vuelve naranja antes de perder la flor. De Chile y Barcelona me gusta la primavera. Cuando todo empieza a florecer es tremendo.

 

¿A quién admiras profesionalmente?

Brittany As, una florista americana y lo que hace me parece tremendo. La manera que tiene de componer, es como muy bucólico, pero a la vez muy kitsch, con flores carísimas. Me parece muy original porque todo el mundo tiene un estilo muy Pinterest, medio parecido, ella es más fantasía. Me flipa.

 

 

¿A quién sigues en internet?

Gente que me interesa y me sorprende, como el canal de Nowness. Hay una chica que tiene una floristería en Corea que parece de anime. También tengo un amigo que hace unos 3D tremendos. Me gustan las cosas medio futuristas y raras.

 

¿Cuál fue el último libro que leíste?

Ahora estoy leyendo uno que compré en el aeropuerto y es muy heavy. Se llama The hidden life of trees y es de Peter Wohlleben, un tipo que estudia los bosques, cómo viven los árboles con los humanos y compara las relaciones. Se trata de la manera en la que se relacionan los árboles, como se advierten sobre el peligro, es muy loco.

 

Carolina reconoce que estando en Barcelona no extraña nada de Chile. Lo que más le gusta es la sensación de libertad de no ser juzgado. «Acá me privo de muchas cosas, me comparto de manera especial para poder encajar y allá siento que eso no me pasa».

 

¿De Chile qué te gusta?

Me gusta que arquitectónicamente todavía se puedan mantener casas, que la gente pueda tener jardines, con un montón de plantas y especies súper bonitas. Caminar en la noche, ver jardines, me da una sensación de paz. He vuelto a Chile después de 8 años y siento que muchos barrios han cambiado, Chile empieza a crecer, están botando casas súper lindas y construyendo edificios. Pero todavía hay muchos barrios que mantienen su identidad propia y en Europa ese espacio e identidad es difícil de encontrar.

Después de vivir tanto tiempo en un lugar tan perfecto, el caos también me gusta. A veces me gusta el desorden y el quilombo del transporte, la energía de la gente. Igual siento que Santiago es una ciudad muy tensa. Acá hay que caminar con cuidado, con el bolso adelante…  es raro vivir con la sensación de estar atento todo el tiempo. Cuando fui a La Vega (a comprar los cochayuyos, choclos negros, higos y melones que forman parte de los arreglos florales de las fotos) por momentos me rallé, soy muy sensible a los estímulos y todos los gritos, la gente, los olores, todo eso me encanta, pero no puedo estar mucho tiempo así porque me da como algo. Eso es lo lindo de Latinoamérica y me encanta, pero debo reconocer de que no podría vivirlo cada día…

 

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