22/08/2018
Fotografía: Luis Sergio Texto: Catalina Evans
Fotografía: Luis Sergio Texto: Catalina Evans
22/08/2018

La mirada de un fotógrafo peruano a la comunidad mapuche

 

 

El 2003, Luis Sergio llegó desde Perú con la intención de trabajar en un proyecto fotográfico sobre la vida en la cordillera de Los Andes, pero al llegar a Santiago, sus intereses cambiaron y, a fines del 2004, decidió emprender un viaje hacia una de las comunidades mapuches más recónditas del país.

Cuando llegué, noté que había una carencia fotográfica de una cultura que yo desde niño estudiaba, los mapuches. Sabía que eran nómadas y guerreros que no dejaron pasar a los Incas, que eran un pueblo fuerte e imponente, entonces me llamó la atención que no hubiese registro fotográfico sobre ellos.

Fui a universidades y pregunté por antropólogos y arqueólogos que me ayudaran a encontrar un lugar donde viviesen mapuches de una manera auténtica y respetando sus costumbres. Una antropóloga me habló del Lago Budi, un lugar donde no ha pasado el tiempo. Trabajé en un diario local, junté dinero y partí, fui muy impulsivo.

Durante los 10 años que estuvo retratándolos, Luis Sergio vivió en una de las comunidades mapuches más recónditas del país: la isla Llepo, ubicada en el lago Budi en la Región de la Araucanía.

Si en un principio fue considerado un extraño, con el pasar de los meses se ganó la confianza de la comunidad, teniendo acceso a una cultura de más de mil años. Esa experiencia la presentó en la muestra Pu Mapuche, que exhibió el Museo Nacional de Bellas Artes y que consistió en 63 fotografías que revelan la intimidad y el cotidiano vivir de esta comunidad indígena. Conversamos con Sergio sobre su experiencia, lo que aprendió de este cultura ancestral y sobre lo que nosotros, los chilenos, tenemos que aprender de ellos.

 

 

 

 

Desde Santiago, Luis viajó en bus hasta Temuco, donde tomó una micro que en un viaje de dos horas lo dejó en Puerto Saavedra, de donde tuvo que recorrer un trayecto de 40 minutos en un bus rural hasta el lago Budi, para luego cruzar en bote durante 30 minutos más hasta la isla Llepo. Después de más de 11 horas de viaje, el fotógrafo llegó a un lugar anclado en el tiempo, donde aún se conserva la vida y las costumbres de una pequeña comunidad mapuche, conformada por cuatro familias, cada una compuesta por cuatro o cinco integrantes.

Fue lindo, llegando allá no conocía a nadie, no existía GPS, iba preguntando en el camino y muchas personas me dijeron: “Allá nadie va”. En la micro íbamos yo y una sola persona más. Los paisajes, los lugares, son increíbles. Me sentía bacán porque estaba llegando a un lugar donde los incas nunca llegaron.

En un comienzo fue recibido como un winka, que en mapudungun significa extraño, ladrón y usurpador. Le tomó cuatro años poder fotografiar con confianza y hoy, 10 años después, es considerado por esa misma comunidad como un peñi, que significa hermano de un hombre.

Las sociedades mapuches se organizan a través de distintos cargos. El superior es el lonko, jefe o cabeza de la comunidad. Luego está la machi, quien es la principal figura médica, religiosa, consejera y protectora. A esta le sigue la lawentuchefe, conocedora de las propiedades de las hierbas medicinales. Por último está el werkén, quien cumple con la labor de consejero y portavoz de la comunidad.

 

 

 

 

Originalmente, mi plan era estar tres semanas y en la primera me tocó un temporal, estaba en esta isla y no podía salir, hasta que me enfermé. Estuve una semana en cama y los mapuches me empezaron a cuidar con hierbas. Al final estuve 10 años en ese lugar y nunca tomé ningún remedio.

Alex, un pescador que conocí al llegar a la isla, fue como mi fixer, esas personas que tú contratas cuando vas a un país como periodista o fotógrafo y te solucionan todo. Tú llegas solo a trabajar. Me llevó a los lugares donde paraban los mapuches conversando en medio de la nada. Como el paisaje de esta foto (señala).

 

 

 

 

Alex me mostró todo y también me presentó a Margarita, mi mamita, con la que me quedé viviendo hasta su muerte. Como pasa con los viejos, se ponen mañosos y ella era bastante mañosa, y como pasa con los hijos que se van, los de ella la dejaron sola en la isla. Margarita era la lawentuchefe y como no habían hospitales cerca, además hacía la labor de partera.

Cuando comencé a vivir con ella, me dijo: “Tengo que decirle a toda mi gente que eres mi nieto, porque después van a decir que yo estoy loca po”. Hasta el día de hoy soy el nieto de la mamita Margarita.

 

 

 

 

¿Qué fue lo que más te sorprendió de tu tiempo viviendo con la comunidad mapuche?

Ver cosas en las que antes no creía. Durante 8 meses viví con la machi Rosa y ella siempre me decía: “Si tú quieres creer en la cultura, la tienes que ver”. Por lo que la empecé a acompañar a rituales de sahumerios y ceremonias. Así empece a conocer a Ngünechén, el dios de los mapuches, que está en todas las personas, animales y plantas. Desde que lo descubrí, me relaciono de otra manera con la naturaleza. Ahora siempre saludo o converso con las plantas y los animales, me relaciono con ellos aunque no nos entendamos.

También me sorprenden sus ritos y las sensaciones de los ritos. Por ejemplo, una vez los acompañé a cortar un árbol y ellos hacen toda una ceremonia, ya que el aserrín que sale del árbol lo recogen como si fueran lágrimas y las tiran al río, fue algo muy íntimo. Así le piden permiso a la naturaleza para cortar el árbol para hacerlo rehue, que son los altares que ocupan en sus ceremonias y que simbolizan la conexión con el cosmos. Tienen un compromiso con la naturaleza y su cuidado. Otras culturas son abusivas, simplemente destruyen todo. De ellos aprendí mucho.

 

 

 

 

¿Qué fue lo que más te gustó de la cultura mapuche?

Que a pesar de haber sido una cultura pisoteada y marginada, están dispuestos a enseñarla y a darte una mano. Yo viví también en la casa de una mujer tejedora y ella nunca me dijo: “Oye trabaja, dame algo o trae algo”. Ella me hablaba de la cultura y yo sentía que siempre se la habían cagado, pero ella recibe gente y los ayuda igual.

Cuando les pedí que me firmaran el papel de uso de imagen, lo firmaron al tiro, yo les dije que lo leyeran, que podría estar engañándolos, pero ellos confían harto en la gente.

Yo creo que ellos nacen con la sabiduría. Nosotros estudiamos, nos hacemos en el camino, pero ellos nacen con un don y si no lo llevan a cabo se enferman. Una amiga nació con el don de la machi y ella no estaba ni ahí porque era joven y solo quería hacer su vida, pero se enfermaba siempre, muchos resfriados y dolores de cabeza, la comunidad le decía que tenía que ser machi y ahora está aprendiendo a serlo, porque nacen con el don, pero deben desarrollarlo.

 

 

 

¿Qué aprendiste de la comunidad mapuche?

(Entre risas) Que si voy de visita a un lugar, siempre me llevo algo, siempre voy preparado para traerme algo. Si voy a tu casa y hay algo para comer que sobró, me lo llevo, no tengo vergüenza.

También aprendí a observar, a esperar. La paciencia. Antes vivía desesperado.

 

¿Qué opinas sobre el conflicto territorial?

Yo nunca vi una quema de camión o tenencia de armas. No sé qué decirte en verdad con respecto al conflicto territorial. Es que algunos mapuchos no se identifican con la lucha. Lo que pasa es que si les están dando tierras, ellos postulan y les devuelven las tierras en otro lugar (Ley 19.253).

Creo que hay sectores donde el conflicto es muy fuerte y ahí, donde se impone la fuerza, va a haber un contraataque, si me ponen un tanque acá afuera yo también estaría enojado. Yo creo que los que están en la lucha quieren una solución pronta y que no los pasen a llevar.

 

 

 

 

¿Qué deberían aprender los chilenos de los mapuches?

Yo creo que el chileno debería entender que viene de varias culturas ancestrales y si no las aceptan, menos van a aceptar otras culturas, como está pasando ahora con la inmigración. Los chilenos también deben darse cuenta de que con los mapuches tienen una cultura fuerte, sabia, que nunca se ha dejado pisotear. Si no fuera por los mapuches, hubiesen sido dominados por la cultura inca, a quienes echaron, al igual que a los españoles.

Los mapuches son una cultura que cree en la naturaleza y la protege. Al principio creía que se estaban extinguiendo, pero me di cuenta que hay una inmigración muy interesante por parte de los jóvenes que están volviendo al campo con sus estudios. Esta es una de las primeras generaciones de mapuches que están yendo a la universidad. También hay  muchos artistas jóvenes mapuches, como Sebastián Calfuqueo, Demecio Imio Camiao, Gonzalo Castro Colimil y Francisco Huichaqueo, que trabajan según sus bases ancestrales.

Creo que los chilenos, más que valorar la cultura mapuche, deben aceptarla tal cual es. Chile es multicultural, Chile es andino, tiene una cordillera gigante entonces obvio que tiene una cultura multicultural. Hay que quitarse el complejo de que somos diferentes.

 

 

 

 

¿Cómo fue la relación personal o familiar que lograste con ellos?

Al principio no fue cercana. De los tres primeros meses tengo máximo siete fotos buenas porque no me sentía libre, ellos tampoco me dejaban (fotografiarlos). Cuando retrato me gusta tener una intimidad al máximo y eso no lo logré durante unos dos años.

Pero después comencé a ser yo mismo y las relaciones cambiaron, me invitaron a otros lugares, a otras ceremonias, yo iba a ayudar con la cámara puesta. La primera vez que me sentí libre para sacar fotos fue en mi tercer año, cuando después de regalarle una foto a la machi y de explicarle mi trabajo, ella me contesta: “Te conozco, pero déjame ver si sueño algo malo sobre ti. Si es así, te vas”. Al día siguiente me dijo que sí podía tomar fotos pero que me iba a acompañar un guardia. “Lo que si, no me puedes tomar fotos cuando esté en trance», me dijo.

 

 

 

 

¿Por qué decidiste hacer este proyecto?

Si yo puedo aportar algo a la historia, esta es mi contribución. Hice lo que quise en este país, nunca pensé que me iba a demorar tanto pero creo que este proyecto es parte de mi vida. No es que tuve empatía por esta cultura, yo soy parte de la cultura. Eso hizo que el proyecto fuese más cercano y en un momento de verdad me sentí muy parte de ellos. Era un adoptado y los adoptados son familia. Me siento parte de esa realidad.

 

¿Cuál es tu próximo proyecto?

Tengo un mini proyecto de Santiago, pero es más arquitectónico, con otro tipo de cámaras y formatos. Me encantaría volver a hacer temas mapuches, porque no dejan de sorprenderme, con ellos siempre hay cambios, siempre me están enseñando cosas nuevas, como cuando me llevan a menoko, que es un humedal que posee abundante biodiversidad y que alberga una gran cantidad de hierbas medicinales, de uso común en la medicina tradicional mapuche, fruto de años de conocimiento de la naturaleza. Es un lugar sagrado.

 

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