Entrevista
09/05/2019
Texto: Patricio Toro Fotografías: Valentina Palavecino
Texto: Patricio Toro Fotografías: Valentina Palavecino
09/05/2019

El trinar de Dulce y Agraz

 

El escenario principal de Matucana 100 está sumergido en un humo artificial y tibio, casi húmedo. Las luces del pasillo están apagadas. Todos los focos apuntan hacia el centro del escenario y por efecto rebote iluminan el resto del lugar. En medio de las 521 butacas vacías, frente a un tablero eléctrico que pareciera manejar las luces, un hombre estira sus brazos hacia el techo para liberar el sueño y, por accidente, la parte baja de su guata. Grita fuerte en dirección al escenario. Pide que toquen de a poco todos los instrumentos.

En la esquina derecha de la tarima una chica platinada prueba los tambores de la batería. Del lado opuesto, un hombre con el pelo azul desteñido acomoda su micrófono, rodeado de aparatos electrónicos que más que instrumentos parecen el tablero de una nave. Al centro, Daniela González, voz y alma del proyecto musical Dulce y Agraz. Iluminada por cinco focos que recorren el tecno humo que envuelve el teatro, la joven penquista se prepara para lo que será el lanzamiento de su primer disco de larga duración: Trino.

En un principio el álbum se iba a llamar Tristura, inspirado en el poemario del mismo nombre de Floridor Pérez. “La tristura es la mezcla entre las palabras tristeza y sepultura. Ese libro habla de la muerte de su nieta. Encontraba que dentro de las temáticas del disco se abarca mucho la muerte, pero no solo la muerte de una persona, sino también la del yo. En algún momento pensé nombrarlo así, pero luego apareció la palabra Trinaje, que me dio el Trino”, relata la cantante.

La poeta Carmen Martin nació en Concepción, igual que Daniela. El 2013 publicó un libro que tituló Trinaje. Martin define esta palabra como los gritos del pájaro ante las adversidades y el dolor. El 2018 González lanzó Trino en todas las plataformas de streaming. El imaginario de este disco está construido alrededor de la misma idea que alguna vez inspiró a Carmen Martin: Trino habla de las consecuencias que se viven después de una crisis, pero desde el lado positivo y sobre cómo superarlas.

Cómo abrazar sin ser indolente / Borrar así, de repente, lo que duele para siempre / El grito de un pájaro cayendo / El estruendo que fue hizo tan grande / Al abrazo que te contuvo ayer

Paula e Iván, la chica platinada y el chico del azul deslavado, continúan afinando detalles en sus estaciones. Daniela sube los brazos por sobre la cabeza, mientras calienta su voz con un movimiento rápido de labios que resuena en un agudo brrrrrr brrrrrr. Es su turno. Las luces la cruzan como el tres de espadas en el naipe del tarot; ella es el corazón. Canta Renacer, la canción que abre y sirve como primer manifiesto en Trino.

“Entendí que la vida es un espejo y caerá quién tenga que caer”

El micrófono se acopla, pero incluso así su voz alcanza la calidez masterizada de la versión de estudio. Es justamente ese su principal instrumento, el cimiento sobre el cual compuso este debut en larga duración. Dejó atrás el piano como herramienta cardinal y usó su voz para sostener estas once canciones, que coquetean sin vacilar con lo electrónico, dando un salto desde lo que fue su primer y homónimo trabajo hace cuatro años.

 

 

Las aves se mueven en bandadas

Un bloque de luz se abre a un costado del teatro. Por una puerta entra el sol junto a un chico de lentes y chaqueta negra de movimientos perdidos. Es el músico Francisco Victoria. Se acerca cuidadoso al escenario, vacilando entre la oscuridad los peldaños del teatro; incognito, de civil, negro y gris. Como si fuera la identidad secreta del cantante que dejó roto su corazón en el sur.

Daniela lleva puesta una polera con una ilustración de ella y Francisco. Un dibujo de la ilutradora @SiempreGótica que reversiona la portada de No Me Alcanza, el último single en el que Victoria y González colaboraron y que más tarde cantarán juntos. Como Lorde, le dice Francisco a Daniela ahora en el escenario, mientras se acomodan detrás de un teclado, en una banca demasiado pequeña como para compartirla.

Este cruce no es casualidad. Tienen más en común de lo que parece. Veinteañeros del sur, con un imaginario que comparten. Hace poco más de un año Francisco Victoria también estrenó su álbum debut en Matucana, espacio que levanta a una nueva generación de músicos chilenos, los mismos que hasta hace no mucho escuchaban solo por mp3 a quienes ahora colaboran en sus canciones.

Vuele a entrar el sol por la puerta, esta vez junto a Javier Barría, invitado y autor de esas canciones de la adolescencia de Daniela. Suena su celular.  

–Holi, ¿con quién hablo? –responde Daniela. Ay holaaa, sí. El ensayo de los coros parte a las cinco treinta. Vente no más.

A ritmo de gotera creciente llega un grupo de mujeres músicas. Yorka y Daniela Pastenes, Martina Lluvias, Rosario Alfonso, Kimi Burgos, Marcela Torres, Laurela, Malú Mora, Natalia Norte y así hasta completar diez. Se reúnen alrededor de Daniela. Seguramente ella es la menor de todo ese grupo, pero todas la escuchan con atención. Entrega las instrucciones de cuándo deben entrar y da la señal a sus músicos. Duele es la canción que cerrará el show.

 

 

“Empecé a hacer el grueso del disco cuando me vine de Concepción a Santiago. Justo en un momento en el que tuve que enfrentar cosas emocionalmente intensas y desgastantes. Durante ese proceso nunca estuve sola, me rodearon muchas mujeres, fue un tiempo de mucho apañe. Creo que eso influyó también en querer colaborar”, afirma Daniela.

La idea de formar un coro para Duele nació en una casa que compartía con unos amigos, en la calle Manuel Montt. “Hace mucho tiempo les mostré Duele, justo cuando ellos estaban pasando por un proceso súper cuático. Esta canción nos hizo acercarnos caleta y la tocábamos así en el living, juntos. Invitar a todas a cantarla conmigo, entonces, se dio de forma muy natural, fue un proceso súper orgánico”, recuerda.

Daniela da la señal y todas se ubican en una media luna detrás de ella. La siguen como hacen las bandadas de pájaros a quién va en la punta. Un micrófono cada dos y en trinaje repiten:

“Cuando el dolor abre un espacio / Entra vacío queda un hallazgo”

 Que el corazón nos guíe mientras la música suena

Un gran círculo se proyecta al fondo del lugar. Dentro de él se dibuja la silueta de Daniela danzando a torso descubierto, como Serena cuando muta en Sailor Moon. Desde el lado derecho del tablado y bajo un jockey negro sale María José Tapia, encargada de las visuales y proyecciones del show. Observa la ubicación y tamaño del círculo de transformación, para luego volver rápido a su esquina. La imagen cambia y aparece una Princesa Alba bailando en loop infinito. Solo su proyección, eso sí: la real andaba en México. Son las visuales que la reemplazaran en Nada Que Temer, canción que cierra Trino. Un reggaetón amable y pop.

 ¿El show en vivo era algo que tenías en mente durante el proceso de creación del disco?

-Noo, nada. Te juro que nada.

El formato electrónico devino con el tiempo y las circunstancias. Girar con banda es caro. Durante el 2018, Daniela junto a Iván armaron un set electrónico fácil de trasladar. “Pasamos harto tiempo haciendo esas fechas juntos y ya cuando quedaba muy poquito para el lanzamiento nos costó mucho coordinar, hasta que nos dimos cuenta que podíamos construir el en vivo en base al set electrónico que ya teníamos”, señala González. Más que una iniciativa estética, fue una decisión funcional a las circunstancias del músico nacional.

En cuanto a las visuales, la colaboración con Tapia también se dio de forma natural. “Desde el arte del disco ya estábamos trabajando en eso. Además, en la pre-escucha de Trino la María hizo mapping y de ahí nació la idea de mantenerla en el equipo de trabajo. La María siempre está en las fechas importantes. Me acompañó en el fiiS en Concepción y eso también fue como una primera prueba del show”, recuerda la cantante.

Entonces, el mismo proceso del disco te guió, fue armando su propio camino.

-Sí. En verdad lo único que realmente planeé fue el disco. Todo lo que pasó después se fue ordenando un poco por las personas que me rodeaban en ese momento. Porque yo, súper honestamente, no tenía idea de qué hacer. Sin las personas que estaban a mi alrededor no creo que hubiéramos llegado al mismo resultado. En ese sentido, también encuentro que es un trabajo súper colaborativo. Si bien es un proyecto solista, yo no toco sola. El equipo es súper grande y todos son una parte súper importante del show y del proyecto.

Las puertas están abiertas y ya no entra más el sol. Todas las butacas ocupadas. Suena de fondo los cantos de una bandada de pájaros. Las luces bajan y el círculo en el escenario reaparece. La gente grita mientras Daniela inicia su transformación en una sailor scout. El sonido de las aves desaparece y comienza el trinar de Dulce y Agraz.

 

 

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