Reportaje
27/12/2019
Fotografía: Pepo Fernández Entrevistas: César H. Navarro Entrevistas: Colomba Molina Entrevistas: Monserrat Ahumada Entrevistas: Valentina Millán Edición: Valentina Millán
Fotografía: Pepo Fernández Entrevistas: César H. Navarro Entrevistas: Colomba Molina Entrevistas: Monserrat Ahumada Entrevistas: Valentina Millán Edición: Valentina Millán
27/12/2019

Jóvenes por el futuro

 

Emilia Schneider

Presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (Fech)

 

Soy estudiante de derecho, tengo 23 años, escorpio, feminista y trans, la primera en llegar a la Fech. Creo que eso es lo que más define lo que hago.

La principal razón por la cual llegué a la política, o por la cual llegue a politizarme yo misma, fue el feminismo. El hecho de ser trans era una pregunta que me abría muchas cosas en el feminismo, y que también abría muchas discriminaciones, violencias, y precarización. Eso ha sido lo que más ha permeado mi quehacer.

La Fech ha tenido la responsabilidad de ser un actor estudiantil súper relevante en un momento en el que la Confech y el resto de las federaciones no lo son. Yo creo que todas las federaciones estaban en crisis de representación y de participación, pero en este proceso a una le tocó asumir con lo que tenía y jugársela por aportar a este proceso. Yo creo que eso fue un poco lo que nosotras hicimos: aportamos a darle un poco de voz a las demandas del mundo educacional, sobre todo a la deuda educacional, y también en otra cosa que tiene que ver con mi equipo y el proyecto que nosotros teníamos para la federación, de intentar devolverle el lugar al feminismo que tenía en el debate, que de repente en esta pasada se perdió un poco porque pasó a protagonizarlo el sindicalismo más tradicional.

El estallido social me hizo cuestionarme muchas cosas, me deja preguntas abiertas. Una reflexión es que no hay que naturalizar las formas en las se organiza o se expresa el movimiento social. Empezaron a emerger otras formas de organizarse, y creo que la enseñanza está en tener la plasticidad de ver eso, de no pretender que formas como los partidos van a ser eternas, sino que pueden ser repensadas, y que de hecho es lo que debemos hacer. Hay que apostar a construir fuerza propia. Las fuerzas que de verdad quieren transformar las cosas nunca tienen el mismo peso que las fuerzas tradicionales que mantienen el orden, legitiman y diseñan la institucionalidad. Ahí entra el rol del movimiento social organizado movilizándose, capaz de mover los sentidos comunes y para qué lado apuntan.

Le diría a los jóvenes que hoy nos falta mucha voluntad. Primero, la voluntad de ser críticos de lo existente, incluso en las maneras que tenemos de resistir al modelo. Debemos ser capaces de revisar todo lo que hacemos (cómo nos organizamos, cómo nos planteamos), sin perder la voluntad de hacer política. En la sospecha que hay con la representación, con los partidos políticos, con las organizaciones tradicionales, de repente se pierde la voluntad de hacer política. Yo creo que de verdad no hay que perder la voluntad de incidir en el rumbo que toman las cosas. Si no estamos nosotros incidiendo ahí, es difícil que cambien. Hay que tener la voluntad de tomar riesgos en esa arena.

 

 

 

Lucas Núñez

Encargade de comunicaciones del Círculo de Estudiantes Viviendo con VIH+ (CEVVIH)

 

El CEVVIH es un espacio que brinda acompañamiento y redes de apoyo que sostienen la precariedad de la vida sobre todo al momento del diagnóstico, cuando tienes miedo y sientes que nadie te va a apoyar. Chile se ha dedicado a erradicar la voz seropositiva, porque no presentamos beneficios para el capital. Las preexistencias en las Isapres o cuando te sacan por tener VIH, demuestra que somos solo un gasto. La labor que hacemos es importante porque empodera a las personas para que se sientan bien con su virus, adquieran herramientas y desde ahí puedan ayudar a otras personas. Yo entré recién diagnosticade buscando conversar, porque no importaba cuánta empatía sintieran mis amigas, siempre iba a faltar la experiencia de alguien con VIH que hubiese vivido la misma discriminación.

En mi tesis investigo los procesos de invisibilización a las personas seropositivas en el discurso público y sanitario chileno, y he entendido que siempre hemos sido «contades» por la boca de otras personas. Que nuestro testimonio esté presente es crucial para comunicar cómo se vive el VIH ahora, alejado del discurso mortífero de los 80, para comprender que tu relato continúa y no se acaba con el diagnóstico. Es poder decir: “Vivimos con VIH, estamos bien, tu igual vas a estarlo”.

Por eso la nueva constitución abre una gran alternativa. Lo primero es incorporar la educación sexual y afectiva, porque es la base para prevenir y entender que el autocuidado no solo es una cuestión de herramientas sino muy emocional. Otro punto es renovar los protocolos que hay en torno al VIH, porque son ineficaces e ineficientes. El toque de queda evidenció que no hay normas en el acceso a tratamiento en una emergencia. Y ya por la parte social está el generar vínculos: el VIH te aísla caleta, entonces es crear redes para que las personas sepan a quienes acudir y recibir la ayuda que necesitan.

Desde chica mi mamá me enseñó que debía educarme y tomar las riendas para cambiar las cosas. Ahora les jóvenes estamos haciendo una nueva política sin jerarquías: lo que importa es la comunidad. En el CEVVIH somos más horizontales. Creo que el activismo joven no consiste en generar líderes, sino en motivar a otras personas a hacer lo mismo. Formar redes colaborativas, donde todes puedan decir su verdad.

 

 

 

Valencuchilla

Activista de la Fundación Datos Protegidos

 

Llevo un tiempo pensando y compartiendo en torno a cómo podemos pensar un internet feminista y promoviendo la seguridad digital entre mis pares. Algo muy importante en el contexto actual, pensando en cómo la tecnología ha sido utilizada para perseguir y analizar las protestas. Vengo con una capucha, porque es importante promover el derecho al anonimato. Decir que sí puedes manifestarte y proteger tu identidad, ya que todo nuestro rostro está lleno de data. Es parte de nuestro cuerpo y tenemos derecho a decidir sobre este. En el mundo virtual también no es no.

Internet es una herramienta de democratización del conocimiento muy importante y permite acercar a mujeres a espacios que ni siquiera nos hemos imaginado ni habitado en la historia. Pero como la sociedad, es un lugar patriarcal. Desde lo físico, las mujeres ya estamos limitadas al acceso de la tecnología y estimulación temprana desde que somos niñas. Mientras en lo virtual, sólo por habitar internet somos juzgadas. Nuestro cuerpo es censurado o somos agredidas por acosadores. Para mí es un refugio y gran apoyo, por lo mismo es importante protegerse y hablar de violencia de género digital. Deseo que las mujeres usen y disputen ese espacio. Así como queremos calles seguras, el internet también tiene que serlo. Habitar internet juntas también es un acto de sororidad. Eso nos garantiza poder abrir nuevos mundos y nuevas posibilidades.

Internet grafica una de las principales formas sobre cómo se manifiesta nuestro derecho a la libertad de expresión. Si no logramos percibirlo, perdemos control sobre algo que nos pertenece. Lo mismo que con la identidad. En nuestra generación hay una delgada cortina entre lo real y lo virtual. Si no se quién soy digitalmente y qué quiero manifestar, incluso estoy perdiendo poder sobre algo muy importante que me pertenece: mi identidad virtual.

Internet es nuestra mejor arma revolucionaria, incluso nos permite compartir nuestras experiencias a pesar de estar tan lejos. Nos hace vernos y comprendernos en un colectivo. Nos permite identificarnos. Es un espacio a habitar para todas y todes, a pesar de que este mundo sea tan hostil. En línea hay refugios y también hay mujeres dispuestas a ayudarte.

 

 

 

Sebastián Calfuqueo

Artista mapuche

 

Mi voz es integrante de una red de personas que no hemos estado visibles en el arte y en la academia. Mi trabajo se ha vinculado en torno a las disidencias sexuales y lo mapuche, espacios que históricamente han estado en tensión con la norma colonial y machista de Chile. Parte importante de mi infancia ha estado marcada por el racismo que he recibido por mi ascendencia. Hace 20 años, las personas mapuche de la ciudad (wariache) eran discriminadas en la sociedad. Así también por ser cola: vivir el bullying en los colegios de hombres es también convivir, de cerca, con el patriarcado. Pese a esto, creo que todas estas malas experiencias me permitieron ser la persona que soy hoy y me dieron los argumentos para que mi obra trabaje estas temáticas, en particular, con el fin de quitarle la validez a toda esa violencia normalizada que existe en Chile.

El mayor problema es que el arte sigue siendo elitista. Tanto quienes lo producen como quienes lo adquieren no solo tienen privilegios económicos, sino también culturales. Eso nos hace estar bien ajenos a la sociedad y los problemas, y en mi opinión, como artistas y actores de la cultura debemos acercarnos a generar vínculos con la gente y que nuestras producciones no queden ajenas al contexto que estamos viviendo.

Creo que más allá de las producciones individuales que podamos hacer, esta movilización ha hecho que nos vinculemos colectivamente de otras formas. Eso es más potente para mí. Creo que comenzó una valoración importante de nuestros pueblos indígenas y los imaginarios feministas. Será una gran tarea levantar voces que no han sido incluidas en la historia oficial. También generar espacios para que otras voces puedan crear un país donde a los artistas no se les paga ni valora. Espero que seamos un gremio más empático y menos competitivo: cada uno de nosotres somos importantes para esta red.

Estos años he trabajado arduamente. En Chile no se puede vivir del arte, entonces quienes producimos estamos yendo en contra de esa premisa. Las personas que creamos arte somos porfiades. En ocasiones esa parte puede verse como negativa, pero creo que también es una de las virtudes que sigue permitiendo crear a los artistas pese a las dificultades. Por eso, mi mensaje a las nuevas generaciones es que busquen crear una plataforma para su trabajo, generarla con otros y vincularse con ellos. Mientras más posibilidades tengamos los artistas, más fácil será para las personas que vengan después. Dejar el ego y trabajar más por un bien colectivo, donde crear no sea un privilegio, sino una labor necesaria para nuestra sociedad.

 

 

 

Paulina Flores

Escritora. Ganadora del premio «Roberto Bolaño» del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.

 

Dicen que mis textos hablan del Chile de hoy con lucidez y realismo. La imagen de lxs escolares evadiendo el metro me llegó mucho. En el 2006 yo iba en cuarto medio y participé de la Revolución Pingüina. Al principio parecía que sólo hablábamos de bajar la tarifa escolar, pero terminamos pidiendo la derogación de la LOCE y el fin a la municipalización de la enseñanza. Tenía muchos ideales y energía, pero después de experimentar como las “buenas voluntades” de los políticos terminaban en nada, entré a la universidad muy desilusionada y más dormida. He seguido participando en movimientos sociales en mayor o menor medida, pero cuando vi a lxs estudiantes fue como volver a esa época, sentir lo que sentía en esa época, esa esperanza y ese ánimo, aunque con menos credulidad y más fiereza. Entendí enseguida lo que hacía y por qué. De cierta forma fue como verme a mí misma, a la Paulina de entonces. Fue muy lindo.

Las artes en general están muy precarizadas y esta es una gran oportunidad para plantear su concepción y difusión desde una idea que no sea tan mercantilizada, es decir, con más dignidad. Además, a mí me da mucha alegría e ilusión pensar que las cosas pueden ser mejores. Es cierto que también cansa y por ratos da ansiedad, sobre todo con la espantosa represión policial. Pero no sé, de las primeras cosas que pensé con el estallido fue que ahora, con este nuevo Chile, quizás puedo escribir historias más felices.

Me pasó que cuando fue el 18 de octubre, muchas personas subieron el final del cuento Talcahuano. Para mí siempre fue un cuento social, pero nunca lo pensé tan políticamente. Yo más que nada quería hablar de los paisajes que me había tocado conocer desde chica, así que fue bonito y triste ver que las historias hablaban de ese Chile tan salvajemente desigual. Esas lecturas fueron como despertar otra vez, frente al libro y frente a mi papel como escritora. Pasó algo similar con las lecturas que hicieron en Estados Unidos e Inglaterra. Un crítico escribió que algo que repetían sus amigos es que no sabían que en Chile la desigualdad era tanta. De cierta forma, permitió dar una conversación más íntima sobre por qué ocurrían las protestas. Yo creo que todos los oficios pueden aportar para los cambios, pero por su rol mediático, es fundamental que artistas y escritores, pongamos nuestro trabajo al servicio de los cambios que necesita el país.

 

 

 

Dominga Espiñeira

Activista de Fridays for Future Santiago

 

Mi hermana mayor es mi gran inspiración. Estudia cine y ha hecho trabajos sobre el cambio climático, y con eso me picó el bichito y me puse a investigar e investigar. Después escuché a Greta y me gustó mucho la energía que transmitía, y la idea de que al final si no somos los jóvenes quienes lo hacen, nadie más lo va a hacer. Intento hacer lo que más puedo con lo que tengo, y trato de invitar a más gente a que se vuelvan activistas. Creo que todos llevamos un activista adentro, que es fruto de nuestra pasión y de nuestras ganas de revolucionar las cosas.

Uno de los grandes obstáculos que he tenido que sortear es la crítica, como cuando dicen que estoy manipulada, al igual que Greta. Me dicen: “Tienes 16 años, deberías estar estudiando” o “No te metas en esto”. Pero al final, ¿para que voy a estudiar si no va existir un futuro? ¿Para qué voy estudiar si no voy a poder vivir en el futuro que quiero? Es muy importante darse cuenta que esta es la lucha de todes. Hay que involucrarse, pensar en qué queremos, porque yo no quiero vivir en un mundo que este dominado por sector empresarial, donde me cobren por respirar y cosas así. Quiero un mundo mejor.

El estallido social nos permitió notar que al final todas las luchas son igual de importantes. La lucha feminista, la lucha medioambiental, la lucha por la salud y educación de calidad van a lo mismo: todos queremos algo mejor para la humanidad. No hay que separar, sino que hay que unirnos. Pero a mi parecer, si perdemos la lucha medioambiental vamos a perder todo lo demás. En Chile no hay zonas de sacrificio. Chile es un país de sacrificio, de norte a sur.

Latinoamérica es el continente con más activistas medioambientales muertos. Hay muchos intereses de por medio –políticos y económicos–, entonces hay que conocernos, hay que conocer a los activistas para después protegernos. Porque si sé quién eres y llegas a desaparecer, dejamos la embarrada. No puede seguir pasando eso de que nos hagan desaparecer. Hay que conocernos más y cuidarnos más entre nosotros, hay que generar redes de apoyo. Y hay que exigir justicia por ellos. Si me hacen desaparecer, espero que exijan justicia. Tenemos que luchar y nunca dejar de hacerlo.

 

 

 

Antonia Carrizo

Estudiante Liceo Carmela Carvajal y vocera de Comparte tu Libro

 

La idea nació cuando me encontraba buscando iniciativas para postularme a presidenta de curso, y ahí me di cuenta de que entre compañeras nos compartíamos libros pero no sabíamos todos los títulos que como curso teníamos. Hicimos un gran listado de todos los que nos podíamos intercambiar, y ese año hicimos 82 préstamos. A diferencia de los que había en la biblioteca, estos eran libros atractivos, cosas que como adolescentes queríamos leer. Un año después lo expandimos a otros cursos, y contamos un total de 282 préstamos.

En Chile se lee poco, y menos aún en las escuelas rurales. Siempre digo que uno tiene que ser parte de la solución a los problemas. En 2018 vimos que Carahue era una de las comunas más vulnerables del país y fuimos a armar una biblioteca allá. Llegamos con 500 libros recolectados y tuvo muy buena recepción. También hemos levantado otras dos bibliotecas en las áreas psiquiátricas de los hospitales Roberto del Río y Exequiel Fernández. Nos enfocamos en estos porque creemos que las partes públicas del Estado también se pueden conectar, más aún dos áreas súper olvidadas: educación y salud. En marzo esperamos ir a hacer otras tres en Lonquimay, y ya llevamos 750 libros recolectados. También queremos implementar un laboratorio de ciencias para la escuela.

Creamos el primer voluntariado de fomento a la lectura en hospitales hecho por jóvenes y para el otro año queremos hacer uno para niños ciegos. Es un hermoso capital humano de personas dispuestas a cambiar la sociedad. Te das cuenta que hay actividades que traspasan las portadas de los libros, y no vamos a descansar hasta que más niños y niñas lean.

Los recursos son nuestro principal obstáculo; somos súper chicas y nos financiamos solo por el dinero de los «jeans days» en nuestro liceo. Sin embargo, los adultos están cambiando la perspectiva: se dan cuenta que los jóvenes somos partícipes dentro de las grandes revoluciones y que los hacemos despertar. Así hemos logrado varias alianzas como con aerolíneas y editoriales que confían en nosotras.

De todo el trabajo, lo que más me llevo es la sonrisa de los niños al abrir un libro por primera vez. Cuando fuimos a la Araucanía había niños que nunca habían visto uno y nos decían gracias por darse cuenta que existimos. Son sensaciones súper fuertes. Cuando salimos del hospital o la escuela nos damos cuenta que estamos haciendo las cosas bien. Mi mensaje para mis pares es algo que siempre decimos: los jóvenes no solo tienen que sentir que sus ojos no se cansan de buscar cambios, sino que también tienen que ser ávidos en ser parte de esos cambios que quieren vivir.

 

 

 

Anastasia María Benavente

Docente, performista en Cabaret Travesía Travesti y activista del sindicato Amanda Jofré 

 

Participo en la corporación Amanda Jofré, una organización sin fines de lucro para personas trans. Trabajamos haciendo cursos, haciendo test del VIH, con nuestras compañeras enfermas, con ayudas para subsistir. Una de las cosas que más nos ataca son los problemas de salud: mi labor también es enterrar a mis compañeras, repatriar a las migrantes. Tenemos una expectativa de vida de 40 años, y a eso lo llamamos genocidio porque no es posible que un sector de la población tenga la mitad de esperanza que el resto.

Yo pude estudiar siendo travesti, pero cuando busqué trabajo me enfrenté a los problemas. Tuve que disfrazarme, masculinizarme, porque en este país no hay conciencia de cupos para personas trans. Hemos sido excluidas del sistema educativo, incluso de nuestras casas desde pequeñas. La única opción que tenemos es el trabajo sexual en condiciones de vulnerabilidad y precariedad. Siempre cuando hago charlas pregunto: ¿Cuántos de ustedes han tenido una madre o padre trans, pediatras, jefes o dentistas?. Nadie levanta la mano. Con esto nos damos cuenta que el lugar que nos han dejado es la calle y la marginalidad.

Para mí es importante la revolución que vivimos, porque también es mía, es por lo que he peleado durante décadas. Ahora la gente entiende que no puede haber un avance social sin reconocer las violaciones a derechos de diversos grupos. La organización es clave. Debemos evitar caer en la forma heredada por el patriarcado, con jerarquías y poder individual. Hay que pensar en una más transversal y horizontal. También estamos trabajando por representatividad en este proceso constituyente.

Muchos hablan de “No más AFP”, pero nosotras no podemos porque nunca hemos impuesto. Es importante fomentar la incidencia política para que podamos decidir desde nuestra realidad y necesidades: una salud integral, no solo una pastilla; beneficios sociales y reparaciones por toda una vida de violencia, no pedimos muchos recursos porque las sobrevivientes somos pocas; y acceso a la educación, pero con un cambio curricular trans feminista, porque ahí está la base de todo cambio.

Mi arte está relacionado con la disidencia sexual, los DD.HH. y memoria. Uso muchos códigos del post porno: es una crítica a esta industria. Cuando hablamos de opresión también hablamos de opresión sexual. El sistema de sexo-género llegó con la colonización y fue impuesto en todos los ámbitos.

Lo trans es algo muy higiénico. Las que vivimos discriminación más dura somos las travestis, las que no pasamos piola. Reivindicamos la palabra que antes era un insulto, ya que por mucho que tengamos el nombre en el carnet, nos van a seguir discriminando. Por lo mismo hacemos capacitaciones, la gente se entera de la realidad y nos dicen “es que nunca lo pensé”. Ahí es cuando entienden que con un cambio en el trato ya hacen una enorme diferencia: la dignidad que tanto se habla. Por eso me gustaría que todos estos cambios sociales estén ligados al amor fraterno entre los humanos, re plantearnos cómo nos relacionamos sin dejar de lado el amor, el cariño, la ternura, el mirarnos a la cara.

 

 

 

 

Antonia Larraín

Modelo, comunicadora y activista feminista y del cuerpo gordo 

 

Yo creo que siempre fui feminista, solo que antes no tenía los nombres y no veía la violencia a la mujer entre mujeres. Veía las barreras que teníamos las mujeres versus los hombres, pero no pensaba que era perpetuado entre nosotras. Y también me di cuenta que el machismo, así como nos afecta a nosotras, también afecta a los hombres. Empecé a trabajar con fundaciones y vi las tasas de suicidios, la cantidad de hombres que no piden ayuda, que no tienen espacios seguros. Comprendí que era un problema de todes y que teníamos que hacer algo al respecto.

Mi actitud frente a los comentarios y preguntas ha ido cambiando con el tiempo. Creo que no se puede educar desde la rabia, independientemente de que yo la sienta. Aprovecho las instancias de comentarios tales como: “Ser gordo es no quererse. ¿Cómo hablas del amor propio si eres gorda?” para tratar de enseñar un poco o para hacer una reflexión. Tenemos todo el derecho a sentir toda la rabia que sentimos, pero si queremos que las cosas avancen, tenemos que transformar esa rabia en cosas constructivas. Somos personas críticas del sistema, pero una de las cosas que más he aprendido, es que si yo voy a ser crítica al sistema, yo también tengo que ser parte de las soluciones posibles. Trato de aportar en la construcción de soluciones y en la construcción de aprendizajes.

Pasa muchas veces que cuando las mujeres damos nuestra opinión, hablamos fuerte y tenemos posturas firmes frente a ciertos temas, perdemos trabajos. Hay muchas marcas y medios que no quieren trabajar conmigo. La censura es algo muy difícil, sobre todo en redes sociales, en donde subes un pezón y te borran la foto, o das tu opinión y recibes ataques constantes.

A las generaciones más chicas les diría que busquen a gente que los inspira. Que busquen cosas inspiracionales y no aspiracionales. Personas que se parezcan a elles, que sean referentes. Hay que tratar de dejar de compararse. Que se apropien de las cosas que los hacen únicos y diferentes en vez de tratar de desapropiarse de eso para ser igual al de al lado, o para tratar de cambiar quien uno es para llegar al éxito, cuando en verdad eres tú por tus diferencias. No hay que intentar cambiar esas cosas, sino que hay que tratar de potenciarlas y destacarlas.

 

 

 

Trinidad Lopetegui

Directora Galería CIMA

 

Junto a un equipo muy pequeño hacemos todo. Desarrollar un proyecto cultural en Chile implica de inmediato enfrentarse a la falta de recursos, a la falta de apoyo del sector público para los nuevos emprendimientos, y a las complejidades del mercado del arte. Este tipo de problemáticas conlleva muchas veces a tener que trabajar desde la precarización, y ahí es donde la colaboración toma un papel fundamental para poder lograr estos objetivos.

Espero que los cambios que estamos viviendo como país permitan que nuestro sector pueda ser valorizado y resignificado. Por otra parte, a nivel personal ha sido un proceso bastante intenso y profundo, donde he tenido que enfrentar miedos e inseguridades propias de la falta de experiencia previa en este campo. Me tocó aprender sobre la marcha lo que implicaba llevar un proyecto de esta envergadura y descubrir cuál era mi rol en ese espacio. Creo que todos los que trabajamos en cultura constantemente debemos replantearnos, reconstruirnos, y enfrentarnos con creatividad a cada obstáculo que va surgiendo. Desde este lugar el estallido social también ha generado una nueva transformación para el mundo del arte.

Como equipo asumimos la responsabilidad de comunicar, de tomar un rol activo a través de nuestras redes con una cámara fija 24/7 hacia Plaza de la Dignidad. Creo que el streaming se ha convertido en una herramienta de utilidad pública, mostrando la realidad que la televisión ha decidido ocultar, permitiendo que todos puedan observar y estar. Además, durante estos meses hemos realizado intervenciones junto a artistas lumínicos para comunicar una mirada crítica y a la vez artística de lo que está ocurriendo en nuestro país. El rol del arte y la cultura en una sociedad es fundamental, sobre todo en tiempos de crisis, es una herramienta de visibilización y de acción que puede traspasar los muros de una galería.

Creo que es muy importante para el ser humano en todas sus etapas estar en constante trabajo de autoconocimiento, una herramienta muy necesaria y básica que a veces pasamos por alto. Nunca olvidar de dónde venimos y hacia dónde vamos, cultivando nuestra memoria histórica y personal. Creer en uno mismo, confiar en la intuición y convicciones.

 

 

 

 

Camila Zárate

Vocera del Movimiento por el Agua y los Territorios (MAT)

 

En el Movimiento por el Agua y los Territorios, desde el 2013 articulamos organizaciones socioambientales de Arica a Magallanes. Luchamos por el buen vivir y contra los capitales extractivistas que ven a la naturaleza como un recurso a saquear para los mercados mundiales.

Estudié Derecho en la Universidad de Chile porque me interesó la rama ambiental. Mi activismo en concreto partió en el bachillerato, cuando conocí a más gente interesada y comencé a involucrarme en diversos proyectos, incluso en la Secretaría de Medioambiente de la FECh. Ahí comprendí varias cosas: los cambios deben hacerse desde el territorio, y debemos pensar en otro modelo. Mirar a los pueblos originarios y comprender que el crecimiento económico no es la única forma de vivir.

Tuve la suerte de crecer muy vinculada a la naturaleza y al amor por los animales. Mis padres me transmitieron el respeto por ella, y yo sola adquirí compromisos que después se transformaron en acciones. Cuando chica me costaba comprender porqué la humanidad era tan destructiva; somos una especie plaga, pero no serviría de nada quedarse en el limbo sintiéndose mal si no comienzas a tomar acciones. No creo que haya una fórmula perfecta de canalizar estas emociones, pero sé que todos los jóvenes que tenemos esta preocupación somos los más dispuestos a cambiar nuestros hábitos.

El estallido social vino a remover. Desde el MAT decimos que fue el estallido urbano, porque ya habíamos visto el bichito en las zonas rurales y las zonas de sacrificio, donde la misma gente se dio cuenta de las falsas soluciones. Este proceso primero fue destituyente: dijimos que el sistema político no nos representaba. Ahora viene el constituyente, donde desde la libre determinación decidamos cómo queremos vivir. Y estoy segura que el agua dejará de ser privada, porque el proceso no será a puertas cerradas. Este debe representar a los pueblos originarios y los territorios. Plurinacional, feminista, con participación de independientes y dirigentes sociales. Hay una relación histórica muy fuerte entre defensa territorial y las mujeres. También somos las más perseguidas. Nosotras entendemos la dominación del hombre en la naturaleza, como la que se replica del hombre hacia la mujer y hacia las otras especies animales. Nos entendemos desde el ámbito de la opresión.

A las nuevas generaciones les digo que la lucha sigue y no tiene para cuando terminar. Hay mucho que hacer, pero también hay esperanza.

 

 

 

 

Julieta Martinez

Fundadora de Tremendas y activista medioambiental

 

Tremendas es una plataforma que visibiliza y conecta talento con sentido. Buscamos que las jóvenes se suban a la mesa de decisiones, que tomen el bastón, que no tengan miedo de hablar y desarrollen sus talentos: música, ciencia, arte, tecnología y con un propósito. Es una plataforma para visibilizar talentos de niñas para que organizaciones que puedan ayudar a cumplir sus objetivos las vean. Al comienzo era un grupo base de 15 personas y ahora somos como 80 niñas, en diferentes zonas, incluyendo Rapa Nui.

Pude ir a la COP por Ashoka, una organización internacional de innovación social de la que soy embajadora. Pude ver la capacidad de los jóvenes para empatizar con el ambiente. Sabemos que no necesitamos más negociadores ambientales; necesitamos acciones. Con un grupo de jóvenes de Latinoamérica y el Caribe sacamos un documento donde exigimos cambios con medidas concretas: más ambición en cerrar termoeléctricas, que se incorporen variables de género, el tratado de Escazú que Chile no está firmando, etc. Panel por panel fuimos intentando que nos escucharan y fue difícil, pero no imposible, porque tenemos claro nuestro descontento y que medidas podemos tomar ahora para ser parte del cambio.

La crisis climática está fuertemente ligada a la crisis social. Afecta principalmente a las zonas más vulnerables. Hay gente en el norte sin agua pero la zona minera si tiene. No se toma como una crisis. ¿Qué se puede hacer ahora? Educación medioambiental, que participen los jóvenes en política, elegir representantes que les importe la acción climática. Hay tantas formas de actuar y no hay que ser científicos para saber que estamos en crisis y actuar.

 

 

 

Jorge Miles

Estudiante de medicina, descubrió una bacteria que «come» neumáticos

 

Partí como a los 9 años trabajando en ciencia, en un taller que se llamaba “Club de pequeños científicos” en el Instituto de Humanidades Luis Campino. Me iba a meter al taller de fútbol, pero era muy malo y me rechazaron. Lo que más me gustó fue que no hicieron esa distinción entre tener o no tener habilidades; ahí si no tenías habilidades daba lo mismo, porque se pueden aprender y desarrollar. Mi profe, un bioquímico, siempre nos acercó a la ciencia de una manera muy didáctica. Hacíamos distintos experimentos y un día hicimos el de «batallas de bacterias contra hongos”. Cada persona llevaba su bacteria y su hongo y se ponían a pelear.

Un día me puse a mirar por la ventana del colegio y vi unos neumáticos con plantas adentro. Los neumáticos se veían súper gastados pero las plantas estaban creciendo súper bien. Se me prendió la lamparita y me puse a pensar en los microorganismos que debían estar en la tierra haciendo que la planta estuviera sana y que el neumático se desgastara. Con mi profesor estuvimos cerca de un año tratando de encontrar la teoría, pero no pillábamos nada. Cuando estábamos a punto de tirar la toalla, llegamos a estas bacterias que son capaces de degradar el 100% del neumático en tan solo 12 meses. Actualmente un neumático se demora entre 500 y 1000 años en ser degradado, por lo que este descubrimiento es un gran aporte.

En Chile la inversión en ciencia es muy baja. A eso se le suma que hay muy poco financiamiento en educación. Entonces muchas veces tiene que haber financiamiento propio para que la investigación salga a flote. Por suerte ahora con mi profesor encontramos un financiamiento que nos permite desarrollar nuestra investigación sin que se apropien de ella. Él sigue trabajando en el colegio, y es la persona más inteligente que he conocido. Se le ocurren ideas que uno nunca podría pensar. En muy bacán trabajar ahora con él, y todos los conocimientos que el me entregó me gustaría poder retribuirlos de alguna forma.

El pueblo chileno está pidiendo a gritos que necesita un cambio, y no solo en salud o en educación, sino que un cambio en cómo nos relacionamos con el medio ambiente. Hay una nueva conciencia medioambiental, y en ese sentido este trabajo trata de ser un aporte. A eso se le suma el problema de que constantemente se deja de lado a los científicos y líderes medioambientales sudamericanos, y con trabajos como este, Chile y Sudamérica adquieren mayor notoriedad. Nos permite decirle a los anglosajones: “También estamos acá, también podemos generar buenas ideas y buenas soluciones, dennos el espacio para desarrollar esas ideas”.

 

 

 

Paula Espinoza

Directora ejecutiva fundación Saber Futuro y co-autora libro Copia o Muerte

 

Para el libro comenzamos a investigar sobre el tema de patentes de medicamentos y la investigación solo se abría y nos llevaba a otros temas. Claro, si yo te hablo de propiedad intelectual es fome, porque es de legislaciones, y nosotros no somos abogados. Pero yo no quiero hablar de la legislación. Yo quiero preguntarme por el estatuto del conocimiento: de quién es el conocimiento, cómo se crea el conocimiento, etc. Vimos el tema desde una perspectiva histórica, lo rastreamos y vimos la relación que existe entre la propiedad intelectual y entendimiento del conocimiento con el capitalismo y el desarrollo de cierto tipo de individualismo.

El libro se proyecta sobre la idea de la fundación Saber Futuro. Se llama así porque la palabra ‘futuro’ está súper captada por ciertos grupos mas de derecha, y nosotros queremos decir: “No, el futuro de la tecnología también puede ser de otras personas”. Y la palabra ‘saber’ refiere a abrir la idea de saberes. Por ejemplo, respecto a la nueva constitución y el miedo a que otras personas participen, es un miedo a los saberes. Hay un saber en las mujeres, también en el pueblo indígena; ahí hay un saber muy importante y que hay gente que se lo quiere perder, lo que me parece de un horror absoluto. Hay que abrirse a la idea de los saberes.

Estamos en un momento en el que el hacer es muy importante. Hay una cosa de las políticas neoliberales que están súper puestas en el hacer, y creo que a veces hay que darse el tiempo para observar, mirar y pensar. Por otro lado, creo que hay que dudar de nuestros sentidos comunes. Por ejemplo, nosotros en el libro tratamos de desinstalar cierto sentido común con respecto al conocimiento, tal como “yo lo inventé”, “es mío”, etc. Tenemos que empezar a entender que las cosas ya no son tan binarias, incluso en este campo. El binarismo también tiene que ver con esto, porque cuando yo me creo “el genio” también significa que hay un “no-genio”, lo que es violento.

A mí me sorprende mucho ahora que estamos hablando de constitución y aparecen miles de talleres sobre eso, es como: “¿Ahora tengo que aprender de constitución?”. Que absurdo, yo no quiero aprender de constitución, yo quiero opinar en un espacio político y que otra gente que sabe de constitución la arme. Pero, ¿Por qué tengo que volverme experta en constitución? Esa idea de tecnocracia, cuando lo político se trata más bien de un diálogo. Creo que tenemos que aprender a dialogar entre nosotros y no necesariamente volvernos expertos para tener esa legitimidad de autoría.

 

 

 

Josefina Gonzalez

Artista, cantante, escritora del libro Cómo cuidar de un pato y creadora del podcast El absurdo mundo de Josefina

 

Desde el estallido social, para mí ha sido muy significativo sentir la fuerza de la colectividad. Participar en acciones que me parecen creativas donde no existe autoría individual siempre me ha parecido un espacio de libertad necesario, pero nunca lo había sentido tan visceralmente como hasta ahora, y en ese sentido no hay vuelta atrás. No soy ni quiero ser la misma persona que era hace tres meses. No me interesa la burocracia cultural ni nada que se le parezca. A veces por costumbre o desgaste me involucraba en espacios que ahora desaparecieron y no pretendo volver a habitar. Siento y sé que me he radicalizado de un modo irreversible, aunque suene engrupido.

La verdad es que no tengo ningún mensaje para los jóvenes, porque prefiero escucharles a ellas y ellos. Fue la rebeldía estudiantil la que hizo explotar el descontento social, les debemos todo y mi admiración es infinita. Yo (al igual que muchas personas) he pasado gran parte de mi vida esperando este alzamiento del pueblo frente a las desigualdades, y aunque el costo ha sido muchísimo mayor del que hubiéramos querido, también las transformaciones internas y la revolución espiritual han sido muchísimo más extensas y profundas de lo que al menos yo hubiera podido imaginar.

Las cosas que he vivido y hemos vivido en estos tres meses de calle van a acompañarnos hasta el fin de nuestras vidas. Antes me daba pánico ir al centro; siempre me ponía nerviosa y me sentía extremadamente sola en la masa, esa soledad que acarrea el neoliberalismo. Ahora salgo y aunque realmente estoy expuesta al peligro concreto de la represión, la sensación de compañía es tan grande en las manifestaciones que muy rara vez siento miedo, y cuando lo siento, la valentía de quienes tengo al lado supera mi sensación individual.

Un dato medio raro de mi intimidad ahora es que mi consumo de medicamentos psiquiátricos bajó a niveles casi inexistentes. Le tengo tanta fe y cariño a la gente que está entregando su tiempo a la causa que mi crisis existencial eterna pasó a segundo, tercer y último plano, lo que me hace pensar que posiblemente ahora estoy y estamos viviendo más que nunca. Todo este acontecimiento nos obligó a rearmar nuestras prioridades y veo que nos importa mucho más a quienes tenemos al lado. También el tiempo se resignifica por primera vez para nuestras generaciones en un presente intenso y verdadero.

 

 

Cheril Linett

Artista visual, creadora de la Yeguada Latinoamericana

 

La propuesta surgió a raíz de una exploración íntima buscando intervenir la forma humana. Empecé a probar maneras de desplazarme y de transitar con la intención de retornar a la animalidad y cambiar la forma humana a través del movimiento y desde la corporalidad. Luego surgió el interés por lo anal, por lo que significa ese órgano erógeno y castrado. Explorando e imaginando la extensión del ano, empecé a observar el pelaje, la cola de los caballos y las yeguas que usan los pacos, creyéndose bestias centauras  arriba del caballo. Imaginé una revolución equina en contra de la policía que lo esclaviza e instrumentaliza. Comencé a querer encarnar esta bestia yo misma, siendo una bestia mutante, erótica, insumisa  y no solo yo, sino que volverse manada, desobedecer juntes en complicidad con mis compañeres con quienes corporizamos y componemos esta Yeguada. Realizamos un  trabajo íntimo de exploración entre el grupo, con el cual ya nos sabemos cómplices. Esa era la idea, junto con lo que significa la yegua en el sentido peyorativo, encarnar la injuria.

Para mí, la performance busca decodificar los códigos que tenemos normalizados para leer la realidad y haciendo el ejercicio de re-significar. Por lo que como lenguaje, es inherente al contexto sociopolítico y cultural. A través de las acciones también se están desprendiendo teorías y reflexiones que se incorporan  a partir de las vivencias, experiencias y de las relaciones que se van tejiendo con les otres, con el entorno y con el contexto. Yo creo que hay maneras de manifestarse que se han normalizado y la performance genera una renovación de las estrategias de protestas, estas resuenan en la gente porque descolocan.

Para algunas personas mis propuestas son consideradas abyectas, hasta el punto de generar rechazo y disgusto, pero pienso que eso es porque hay un tema que no está resuelto: la relación que la gente tiene con el cuerpo propio y con el ajeno, sobre todo si ese otro cuerpo desobedece a la norma. El grupo de personas con las que trabajo rechazan este régimen heteropatriarcal, sus mandatos y su heteronorma, razón por la que insistimos y re-existimos como Yeguada. A pesar de que las juventudes hoy se sienten con mayor libertad de poder mutar en cuanto a su identidad sexo-genérica, aboliendo de algún modo los binarismos de género, socialmente todavía existen problemas con el desnudo, prejuicios y juicios hacia el cuerpo del otre y los otros modos de existencia no convencionales. En ese sentido creo que con performance como estas podemos ser nosotres, recuperando  los espacios que también nos pertenecen.

Los obstáculos que se nos han venido presentando son varios. Hemos sentido represión, pero principalmente censura. Hay mucho material que no podemos compartir en  redes sociales. También está el prejuicio en los comentarios que pretenden ser ofensivos, pero creo que es necesario porque evidencian el excesivo machismo introyectado en las personas. Hay gente a la que le enfurece vernos con cola, o ver que partes de nuestras cuerpas descubiertas, sobre todo descoloca nuestra arma simbólica, que es nuestra cula, nuestro símbolo feminista disidente. Por eso no son las tetas ni la vulva, sino que es el ano, la cola.

Les diría a les jóvenes que crean en sí mismes. Que no teman a ser como son y que se atrevan a vivir  la vida de la manera que deseen y sientan. Que tampoco teman a encontrarse consigo, escucharse así mismes y de re-conocerse. Eso es muy necesario para después compartir y compartirte con otras personas. Por último, si bien la libertad es una palabra que a veces sentimos tan lejos, o hasta muy utópica, no hay que cansarse de querer buscarla.

 

 

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