Entrevista
23/09/2020

Daniela Catrileo y la pulsión de la memoria

Daniela Catrileo es una poeta y profesora de filosofía, hija de la diáspora mapuche que creció en San Bernardo. Vivir en cada palabra, la necesidad de registrar, mirar y tratar de comprender la propia experiencia y la de otres, fueron pavimentando su camino en la poesía, en una búsqueda por levantar las historias contadas por sus propios protagonistas.

 

 

 

Daniela Catrileo (Santiago, 1987) tiene 33 años y ha publicado a lo largo de su carrera cinco libros de poesía: «Río herido» (Edicola, 2016), «Invertebrada» (LUMA Foundation, Zurich 2017), «Guerra Florida» (Del Aire, 2018), «El territorio del viaje» (2017) y “Piñen” (Pez Espiral, 2019). Además, es integrante del colectivo Rangiñtulewfü, parte del equipo editorial de “Yene Revista”, y de la cooperativa editorial Chillka.

 

Su pasión por la literatura la ha acompañado desde siempre, influenciada en gran parte por su familia. Su abuela coleccionaba los suplementos de los clásicos literarios universales, y Daniela se escondía bajo las sábanas, y con una linterna pequeña que ella le había regalado, los leía todas las noches. Recuerda que a los 13 años le aseguró a una de sus amigas que cuando grande sería una escritora, que incluso ya estaba escribiendo su primera novela, la que obviamente nunca vio la luz, y luego, en su adolescencia, Catrileo “traficaba” escritos como si fueran cd’s de música.

 

Lemebel y Pablo de Rockha llegaron como una revelación en su adolescencia. “Haberlos leído también me abrió una perspectiva distinta de como podía hacer una escritura que se estuviera pensando desde los territorios, desde las corporalidades diversas que habitan los lugares donde crecimos, donde nacimos”, asegura.

 

“Tenía una especie de pulsión por saber, conocer, tenía mucha curiosidad del mundo, y de la forma de mirarlo que tenían los otros y las otras. La literatura estaba totalmente adherida a la vida, al vértigo también de qué es ser adolescente y estar ardiendo en las palabras. Sentía mucho eso: vivir en cada palabra, en los poemas. Siempre lo he escrito todo; tengo una pulsión por registrar, por mirar, por experimentar. Me siento una espectadora que va recolectando hilachas por ahí. Inventamos un mundo al escribir, nos tratamos de traducir de alguna manera, le ponemos palabras a aquello que vemos y esa es una forma de comprender, de tratar de generar preguntas ante la experiencia, ante los territorios que nos cruzan, ante las memorias familiares, la cotidianidad, ante todo lo que nos compone”, cuenta.

 

 

 

¿De qué manera la historia mapuche se involucra con tu arte?

 

Lo mapuche está relacionado en tanto yo soy un parte de un pueblo nación que genera creaciones diversas -y por eso está relacionado en el modo en el que veo el mundo- me posiciona, me sitúa en un territorio determinado, con una historia determinada, una memoria específica, una memoria que me ha dado bastantes cosas, no solo familiares sino que también comunitarias. Finalmente, los modos de creación están sujetos al sujeto político que cada uno es. Y por eso, la creación es política también, en tanto es aquella expresión viva de un pueblo. En general, en todas las creaciones artísticas que provienen del mundo mapuche también hay huellas de resistencia, de esa lucha. Por lo tanto, para mí no es posible separar lo mapuche del acto de creación, puesto que son partes de una mixtura; somos seres que estamos llenos de estos retazos que nos van componiendo con diversas fronteras.

 

 

Uno de los primeros libros de la autora, fue “Río Herido”, que trata sobre la migración del campo a la ciudad por parte del pueblo mapuche. Daniela lo define como una “complejidad de la identidad” debido a que centra su contenido en la importancia de los orígenes y mapuche, algo que, afirma, es fundamental. “Es una forma poética que reflexiona sobre la pérdida del mapudungun, que se relaciona también con la migración forzada del campo a la ciudad, de aquella diáspora que ha compuesto diversidades al momento del comprender ser mapuche”, asegura.

 

 

¿Cuáles son tus reflexiones en torno al conflicto mapuche? ¿Cómo crees que ha avanzado o se ha desarrollado a través del tiempo?

 

Sobre el conflicto, considero que el conflicto es más bien del Estado contra el pueblo mapuche. Es difícil creer o pensar que el conflicto se puede terminar si aún hay una militarización en Wallmapu. Todavía hay un extractivismo feroz que empobrece a las comunidades, donde todavía están vulnerados muchos de los espacios de la infancia mapuche, donde todavía vivimos bajo un país que tiene vigente la “Ley Antiterrorista”, y aquella ley persigue en específico al pueblo Mapuche y a otros grupos que se han revelado contra situaciones injustas. Entonces, cuando tenemos todas estas piezas sobre la mesa obviamente la reflexión cambia; no es un conflicto que pueda avanzar o retroceder, está latente. Creo que hay mucho discurso público que no se hace patente en prácticas concretas de defensa territorial, de políticas públicas que no sean solamente multiculturales, sino que también sean desde una interculturalidad crítica, en donde haya un respeto por las diferencias, donde el racismo estructural institucional en Chile pueda tener una transformación real desde su estructura, no cambios cosméticos que terminan mermando una posibilidad de encuentro, de entenderse a partir de las diferencias.

 

 

Eres parte de un colectivo feminista que se declara descolonial. ¿Cuál es tu rol fundamental para difundir un feminismo no tan occidental como el que vemos actualmente?

 

El colectivo en el que participo, Rangiñtulewfü, que significa entre ríos, ya no se considera a sí mismo como feminista. Más bien habemos algunas feministas que nos sentimos quizás más alineadas con el feminismo descolonial, pero hay muchos hermanes (pu lamngen) del colectivo que no lo hacen. Finalmente también nos damos cuenta de que hay una posición crítica ante ciertos feminismos que, de alguna forma, transgreden formas de vida contra pueblos que tienen sus propias epistemologías territoriales, memorias colectivas y resistencias. No todos los movimientos de mujeres de pueblos naciones originarias son movimientos feministas. Hay una sobreabundancia, un sobre entendimiento en generar una homogenización feminista, una universalización mujeril también, y no es necesario, sobre todo para quienes tenemos memorias territoriales que son más potentes de seguir difundiendo. Hay memorias anticoloniales que llevan los pueblos acá durante tantos años, hay rebeliones acá tan importantes que no se dan en el marco del feminismo. Por esa y por varias razones más, el colectivo no se denomina actualmente como feminista.

 

¿A tú parecer esta lucha por un feminismo descolonial también aborda aristas territoriales? ¿De qué manera crees que se relacionan?

 

Yo no tengo ningún rol para difundir nada, sino que simplemente desde lo que sé, desde donde me posiciono, considero que en Chile hay lecturas que suelen ser muy diferentes a los contextos que se viven acá y por esa situación hago el hincapié en que debería haber lecturas que se asemejaran mucho más a las experiencias que se habitan. Hay movimientos anticoloniales, hay luchas rebeldes que son parte de una memoria colectiva y que no son recuperadas, y a veces nos tratamos de asemejar y de vernos representados en otros autores/autoras muy lejanas a lo que son estas realidades. Por eso intento motivar a que haya lecturas diversas.

 

Este año lanzaste tu libro “Piñen”, una narrativa de tres relatos. ¿Tienes algún otro proyecto a futuro? ¿Se relaciona con el periodo que estamos viviendo este año?

 

Por el momento mis trabajos están relacionados al quehacer colectivo. Soy parte del comité editorial de la revista “Yene Revista”, que significa ballena en mapudungun, y estamos preparando la convocatoria al número “epu”, que es el número dos de la revista. Con la revista tratamos que abra un poco la frontera, que sea un punto de encuentro entre pensamientos, escrituras, artefactos del Wallmapu. Creo fundamentalmente en relatarnos como pueblos que resisten desde nuestros territorios, desde nuestras propias memorias. Creo que es importante escribirnos. Necesitamos escribirnos porque ya hemos sido muy escritos por otros y otras, tenemos que generar nuestra literatura, generar nuestras historias; tratar de mostrar el mundo lo que vemos a partir de nuestras experiencias.

 

Actualmente, Catrileo se encuentra trabajando en la Cooperativa Editorial Chillka, que tiene como misión levantar proyectos de este estilo, enfocándose en la difusión de escrituras mapuches, afrodescendientes e indígenas, prontos a publicar tres libros de los autores: Maribel Mora Curriao, Viviana Ayilef, y Liliana Ancalao.

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