23/11/2020
Por: Valentina Millán Fotografías Trinidad: Javiera Aguirre Maquillaje y pelo: Lydia Martin Estilismo: Javiera Reyes, Temet Visuales: María Jose Tapia Asistente de fotografía: Camila Rubio Otras fotografías: Luis Bahamondes Otras fotografías: Sebastián Ojeda
Por: Valentina Millán Fotografías Trinidad: Javiera Aguirre Maquillaje y pelo: Lydia Martin Estilismo: Javiera Reyes, Temet Visuales: María Jose Tapia Asistente de fotografía: Camila Rubio Otras fotografías: Luis Bahamondes Otras fotografías: Sebastián Ojeda
23/11/2020

Trinidad Lopetegui y las luces y sombras del estallido social

 

Hace cinco años, Trinidad Lopetegui no se imaginaba corriendo del carro lanza aguas para llegar a su trabajo. No imaginaba que en algún momento del 2019 realmente temería por su vida. Tampoco imaginaba que podría ver desde la altura, desde su galería de arte, las manifestaciones más multitudinarias de la historia de Chile. Y es que tanto la idea de ser directora de su propia galería como la brutalidad que presenció -y ayudó a visibilizar- no eran cosas que imaginaba mientras trabajaba como profesora de kinder.

Trinidad Lopetegui (31) estudió Artes Visuales, y al egresar estuvo cerca de un año trabajando en un proyecto propio de video instalación. Un formato bastante difícil de mover, en una experiencia que le hizo cuestionar su futuro laboral y económico. Sintiéndose un poco perdida y buscando estabilidad económica, llegó a trabajar como profesora de kinder un colegio Waldorf, disfrutando de la enseñanza con niñes.

Luego de cuatro años, sintió que su camino en la pedagogía ya se había cumplido, y en búsqueda de retomar un lugar en el campo del arte, hizo un diplomado de gestión cultural. Y como la vida a veces pareciera alinearse con los sueños, apareció un espacio perfecto en pleno -en ese entonces- Plaza Italia. Al apreciar la vista de la terraza, Lopetegui pensó: «Esto lo tenemos que compartir con el resto de la comunidad».

 

 

 

 

Junto a su socio Sebastián decidieron abrir en 2016 Galería CIMA. «Empezamos muy a pulso, restaurando el lugar, arreglándolo. Y luego, en vez de hacer la ruta de fondos concursables, que es algo con lo que yo nunca he estado de acuerdo, decidimos tomar otro camino y comenzamos a arrendar el espacio como locación para poder financiar las actividad culturales», recuerda.

Durante los años siguientes, Galería CIMA empezó a hacer ruido en Santiago, formando un valioso grupo de artistas y colaboradores que en base a la autogestión y el trabajo daban vida al proyecto.

En octubre del año pasado, el equipo se preparaba para el evento que significaba el inicio de la temporada alta, el día sábado 19 de octubre. «Estábamos en una época en que se nos venía una buena temporada alta. Estábamos muy motivados y también entusiasmados con los resultados. Ya nos estábamos posicionando como un espacio cultural y un polo con una visión más joven, renovada y vanguardista en muchos aspectos. Íbamos trabajando a un nivel muchísimo mas alto del que partimos. Pero llegó el 18 de octubre y se detuvo absolutamente todo», cuenta.

 

 

 

 

Personalmente, ¿cómo te pilló el 18 de octubre?

 

Fue algo que me sorprendió y a la vez me alivió. Vi un nuevo nivel de conciencia, fue muy esperanzador. También fue muy intenso, ya que estaba acompañado de mucha incertidumbre, de mucho miedo por lo que empezó a suceder con los días. Por una parte era ver un montón de manifestaciones culturales, de esta alma común, esta alma colectiva que se mueve en pro de las mismas necesidades y demandas, pero por otra parte este lado oscuro que tiene que ver con las violaciones a los derechos humanos y la impunidad, situaciones que te rompen el corazón, que duelen.

 

 

¿Qué ha significado para ti la revuelta social?

 

Nunca estuve muy relacionada con la política en general, nunca me interesó mucho. Yo hacía mi vida y no me sentía llamada a estar vinculada directamente con la política y lo social. Más bien estaba súper cerrada en poder levantar nuestro proyecto, en generar un aporte a la comunidad pero desde esa trinchera y ese nicho más artístico. Pero esto me llevó a enfrentarme directamente, a querer involucrarme y participar. La revuelta social me hizo abrir los ojos, pensar en que hay que estar mucho más conectados, estar juntes y luchar. En ese sentido, siento que fue un aterrizaje a la realidad gigantesco, y sentí la responsabilidad de poder generar aportes significativos al movimiento social.

 

 

 

 

Con todos los proyectos de la galería detenidos, y menos de una semana después del estallido social, las redes de Galería CIMA comenzaron a mostrar, con una cámara fija desde la terraza lo que sucedía en Plaza Dignidad en tiempo real. Miles de personas se conectaban todos los días a ver las multitudinarias congregaciones y la represión policial, y con el paso de los días, comenzaron a generar acciones lumínicas junto a artistas como Trimex, Delight Lab, Daniela Valenzuela y Checa.

 

«Lo que a mí me mantuvo muy viva y motivada con todo lo que estaba ocurriendo, a pesar de todo esto tan oscuro y terrible, era el poder aportar desde nuestro lugar. Me hacía mucho sentido la cámara, la acciones lumínicas que gestionamos con los artistas. Fue un desafío sostener eso, porque eran eternas e infinitas jornadas. Era como el día de la marmota en Plaza Dignidad, estábamos todo el día ahí, muchas veces quedándonos a dormir porque no podíamos salir, corriendo, escapando de los pacos. Tuve días terribles, muchas veces por culpa de la sobreexposición a la información; estaba todo el día viendo lo que pasaba en la plaza, y llegaba a mi casa y seguía viendo todo lo que había ocurrido en todas partes. Obvio que eso te pasa la cuenta, y llega un momento en que uno no puede seguir sosteniendo», asegura.

 

 

 

 

¿Cómo has lidiado con toda esta intensidad?

 

He aprendido a abrazar nuestra luz y nuestra sombra. Me he conectado con lo que significa ser mujer, con lo que significa ser cíclica y el poder que esto conlleva. Me he encontrado con increíbles saberes ancestrales que me han ayudado a escuchar mi cuerpa. Mi aprendizaje ha sido respirar, vivir una cosa a la vez, meditar. También entender que soy humana, que me puedo equivocar, que no tengo que decir que sí a todo. Ese ha sido un gran aprendizaje: ponerme limites y darme ese espacio para escucharme y reflexionar. Siempre fui muy insegura en mi vida, y me he ido armando de corazas para sentirme más fuerte y enfrentarme a ciertas cosas. En ese sentido el feminismo me ha enseñado a dar mi opinión y me ha mostrado que tengo el derecho a manifestarla, que vale madre lo que piense el resto. Un gran trabajo y desafío que no digo que lo tengo ahora al 100%, pero me estoy liberando.

 

 

Desde lo social y lo artístico, ¿cuáles son los mayores aprendizajes que te ha dejado este último año?

 

Siempre lo he sabido, pero ahora lo siento más fuerte, que el arte tiene un poder de sanación y transformación muy grande, y desde ahí tenemos tanto que aportar. Me parece que la colaboración y la redes desde la autogestión son fundamentales para en un futuro armar una economía y una sociedad circular, donde seamos conscientes y respetemos nuestro espacio físico, la naturaleza, nuestros vínculos y relaciones. Va todo muy conectado con la espiritualidad. Lo que ha ocurrido demuestra que sí, que hemos avanzado, pero falta muchísimo, y que lo que falta lo debemos hacer entre todes, y lo tenemos que hacer desde lo más personal e íntimo, desde cómo nos vinculamos con el otre, desde el cómo nos tratamos.

 

 

 

 

 

A pesar de los costos laborales y económicos, toda la violencia policial de la que has sido testigo y lo intenso que ha sido este último año, ¿tu visión de la revuelta social es positiva?

 

Es 100% positiva, y creo que es también el precio que a mí me ha tocado pagar. Esto para todos ha tenido costos, y para mí ha sido ese: han sido muchas jornadas de miedo, he tenido que correr y escaparme de los pacos y creer que no voy a lograr escarparme ni salir de ahí, he llorado, me han pasado muchas cosas que ha ratos me han generado crisis nerviosas, muchas cosas difíciles. Pero es positivo. Ahora estamos más juntos, y sentir esa fuerza común, toda la gente gritando al unísono en la Plaza Dignidad y escuchar eso desde arriba, realmente es una sensación física, emocional y espiritual que no voy a olvidar.

 

 

¿Cuáles son tu reflexiones en torno al rol político, artístico y social actual de las galerías y otros espacios de arte?

 

Creo que los modelos están bastante obsoletos en cuanto al arte y al mercado. Todo esto que está pasando está ocurriendo en todos los sectores, y desde ahí me parece fundamental abrir espacios de diálogo y reflexionar cómo queremos plantearnos respecto al arte. Hay muchísimos lugares que sí están entendiendo y están generando esos espacios y reflexiones, pero también veo que hay muchos otros que están quedando obsoletos en el sentido de la gestión. En general, me mantiene bastante motivada y entretenida el panorama que veo, porque se están encendiendo esas luces y se están viendo nuevas formas. Creo que está recién empezando, y que los próximos dos años van a ser cruciales en esto.

 

 

 

 

En otras entrevistas comentaste que hoy los nuevos seguidores de CIMA parecen creer que son más un medio de comunicación que una galería, ¿que desafío significa eso en su quehacer?

 

Es un gran desafío y como equipo creemos que es una muy buena oportunidad para poder entregar contenidos artísticos y culturales a esta nueva audiencia que se ha sumado. Pero también hemos visto como las cosas que se relacionan más directo con la revuelta social tienen mucho más impacto que otros temas. Desde ese desafío y oportunidad que vimos en pandemia, que fue una oportunidad de bajar un poco la intensidad, de poder empezar a decantar y reflexionar todo esto, nace la feria audiovisual Otoño en Silencio. Hemos tenido muy buena recepción, tanto a nivel nacional como internacional, y creo que ha sido tremendo aporte, ha sido un súper valioso trabajo con todos los artistas que están involucrados. Estoy muy contenta de ese proyecto y seguimos actualmente trabajando en ello.

 

 

¿Cuáles son los proyectos de la galería para el futuro?

 

Nos interesa seguir difundiendo el trabajo de artistas y nuestro proyecto a nivel internacional. Abrir nuevamente nuestras puertas a la comunidad con exhibiciones artísticas, creo que generar esos espacios de encuentro son la razón de ser de nuestro proyecto, de porqué estamos ahí y porqué elegimos ese lugar para emplazar nuestra galería. Por otra parte, siempre hemos estado en la cuerda floja y nos gustaría afirmarnos en cuanto a una estabilidad que nos permita contar con un equipo más grande para cubrir todas las áreas del proyecto. Pronto lanzaremos CIMA Market, una plataforma de visibilización, promoción y venta que busca acercar el arte a nuevas audiencias. También queremos seguir aportando desde nuestra trinchera y desde el arte al movimiento social, al proceso constituyente que se viene.

A nivel personal, me gustaría continuar mi carrera de artista, quiero volver a crear. Ya tengo ideas en mente que espero comenzar a desarrollar, que hasta el momento no he logrado conjugar con la galería. Mi propósito es lograr organizarme para tener espacios de autocuidado, de trabajo en la galería y retomar mi proyecto artístico. Que CIMA siga creciendo, logremos consolidarnos y trascender como entidad cultural que realiza aportes significativos a la sociedad.

 

 

 

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