Entrevista
25/02/2021

Fernando Peñaloza: una historia de música, arte y calle

Fernando Peñaloza tiene 25 años. Dio sus primeros pasos en la población Los Navíos de La Florida, pero, buscando alejarse del tráfico que acechaba las calles de la población, su familia decidió cambiarse al paradero 39 de Puente Alto, a una villa que ha crecido junto a Fernando.

A pesar de no recibir una educación artística de calidad, el arte nunca estuvo lejos de su vida ni de su hogar: su mamá es costurera, su abuela teje y su abuelo es trabajador en fierro. Rodeado de oficios, heredó el gusto por crear y trabajar con las manos.

Creció escuchando rap porque en su casa sonó desde siempre. De ese acercamiento a la música, llegar al graffiti también se dio de manera natural, y a los 13 años empezó a pintar. La calle, los amigos, las latas y la pintura forjaron su ímpetu artístico y le dieron las experiencias que hoy cobran vida en su trabajo.

Estudiar arte nunca fue un sueño ni menos una meta: “Yo nunca me planteé estudiar en la universidad, pero llegó un momento en el que andaba puro hueando por la vida. Ahí dije: ‘Ya, voy a entrar a estudiar arte’, sin saber de lo que se trataba ni cuál era el fin de la carrera, solo porque era lo que más me sonaba. Creo que si no estuviese estudiado eso no hubiese estudiado nada», cuenta.


¿Cómo fue la experiencia de estudiar arte en la universidad? 

Entrar a estudiar fue bacán porque me pude alejar de la calle, porque andaba puro hueando y con muchos vicios. Fue un momento en el que me centré en un objetivo y me di cuenta que me encantaba aprender del arte y de la historia. Ya no era sólo pintar con lata y pintura, sino que podía aprender cualquier técnica. No creo que sea necesario estudiar arte para hacer arte, pero lo que más rescato es que todo se enseñaba como una duda, y gracias a eso empecé a cuestionar mis creencias, lo que hacía, la forma en la que me habían educado. Me ayudó a romper con estructuras que tenía muy metidas en mí, como prejuicios hacia personas de clases sociales más altas, la homofobia y un montón de cosas más. Más allá de que sea hater del tipo de formación que se da en las escuelas de arte, en mi caso fue un espacio donde me cuestioné todo y pude darle otro rumbo a mi vida.

¿Cuál es esa crítica? 

Soy bien crítico del “arte del discurso” como le digo yo, que es el arte que se enseña en la universidad. Eso de: «haz un discurso muy bien elaborado que sea consecuente con tu hueá material», pero que se enfoca muy poco en hablar de realidades o de pararse como persona frente la sociedad. Muchos artistas son sólo un discurso bonito, súper social, y en la vida real no hacen na’, no ayudan a nadie. Para mí esos son artistas del discurso y eso es lo que se enseña como si fuera la verdad del arte, y para mí eso no es.

¿Consideras que el arte en Chile es elitista?

El arte es súper elitistar. La gente que se dedica a eso generalmente tiene familia o contactos. Yo no tengo problemas con eso la verdad, me da lo mismo. Aprendí a nunca juzgar a las personas por ser de donde son o por nacer en las familia que nacieron. Nunca me ha gustado que me juzguen por ser de Puente ni por ser como soy. Pero sí creo que el arte es elitista. Creo que algunxs intelectuales y académicxs viven en una burbuja en la cual son superiores al resto porque han leído mucho. Es como el colectivo CADA, que eran un grupo de personas con mucha plata que hacían gestos poéticos “pa la tele” como se diría en la calle, porque la gente común y corriente no entiende el arte y mucho menos un texto de Nelly Richard, por eso con lxs cabrxs de Cuneta siempre decimos “siempre Coa nunca Nelly”.

¿Cómo es tu relación con el mundo del arte en Chile?

Trabajo desde los 15 años, y aprendí que con los compañeros de trabajo uno se lleva bien. Conozco a mucha gente del arte y tengo muy buena relación con la mayoría, porque al final, más allá de las diferencias que podamos tener, todos tenemos algo en común: el arte. Pero sí me importa mucho menos el circuito del arte que lo que me importa mi gente; la gente a la cual yo busco llegar con mi obra. Siempre estoy pensando en qué puedo hacer para que mis amigos de acá del barrio se sientan identificados, y puedan ver que el arte no es sólo esa cosa lejana que está allá en el barrio alto, sino que también puede ser lo que hemos visto y vivido. La calle está plagada de arte y artistas.


¿Cómo crees que se puede llevar el arte a las poblaciones?

No tengo atado con que una persona que no haya nacido en una población haga arte en una, pero hay que entender que las necesidades en las poblaciones no es el arte precisamente. Creo que hay otras formas, como apoyando centros culturales, a las organizaciones que están en los barrios, haciendo talleres. Esa creo que es una labor importante: entregar nuestro conocimiento a los demás, para que ellos puedan hacer, porque quizás no todos van a ser artistas, pero sí el arte te enseña a cuestionar las cosas. Por ejemplo, cuando era chico aquí donde vivo hacían un taller de hip-hop, y casualmente todos los que fuimos al taller hoy en día tenemos una relación con el arte o una forma de ver la vida diferente a la que tienen los que no fueron al taller, porque algunos se metieron en drogas brígidas y en situaciones súper fomes, y ahí me doy cuenta que, más allá de transformar una vida el arte te ayuda a pensar y ver las cosas desde otra perspectiva.

“En los primeros años en la escuela me sentía un poco avergonzado de lo que yo era, de lo que quería decir. Muchas veces me daba vergüenza decir: “Sabís que que yo estoy hablando de esto y esto otro”, porque siempre sentí que habían personas que nos miraban en menos a mí y a mis amigues porque éramos de Puente alto, de Maipú, de Lo Espejo, entonces en un inicio fu  bien complejo. Pero después me empecé a dar cuenta que lo que yo tenía que decir era diferente a lo que venían diciendo el resto. Y hoy en día lo sigo creyendo así, sigo pensando que lo que he vivido y lo que he visto es muy diferente a lo que han vivido el resto de las personas del circuito artístico”.


¿Cómo fue empezar a apropiarte de tu propia experiencia, y cómo eso se fue reflejando en tu trabajo? 

Yo nunca me acepté a mí mismo, vengo de una familia media conservadora donde me sentía reprimido, y por eso pasaba en la calle. Creo que fue recién ahora, en el 2020, que me sentí (y siento) totalmente cómodo con lo que hago, con lo que soy, no me avergüenzo de nada. Me siento de pana cuando ando por mi barrio y se me acercan los cabros que están en la calle vacilando, y me dicen: «Oye hermano, me gustaron tus pinturas, me gustó esto y esto otro…» Pa’ mí eso es una satisfacción, y creo que es es porque he sido consecuente con lo que soy. Ha sido fruto de un proceso personal bien cabrón que tiene que ver con aceptarme a mí mismo, de darme cuenta de quién soy, porque siempre me sentí excluido y marginado donde sea que estuve, y durante mucho tiempo traté de esconder ese cabro chico medio maldadoso y flaite que llevo dentro. Pero sí, es un proceso en conjunto. Como el arte siempre me ha acompañado, mi proceso personal se vio reflejado en lo que hago, y es lo que muestro hoy en día.

¿Cómo describirías tu arte?

Muy ligado a lo que es el trap, el rap, el reggaetón. Creo que así describiría mi arte: más ligado a ese tipo de música que a cualquier referencia artística de la academia, artistas vishuales y blah, blah, blah. Considero que lo que hago es arte Cuneta. Cuneta es un colectivo que formamos con unos amigos a los que nos unía el interés por la calle y las personas. Al final, más que un grupo, Cuneta es una ideología y una forma de pensar el arte.

¿Cómo es tu proceso creativo?

Hace mucho tiempo que tengo la manía de coleccionar imágenes. Si voy a la casa de alguien que tenga impresora, busco una imagen en internet y la imprimo. A veces veo videos y les saco pantallazo. Me gusta todo lo que tenga que ver con el tema de la ilegalidad y la estética callejera. Esas imágenes después son las que pinto. Siempre utilizo esmalte al agua, no sé pintar con óleo. Mi técnica puede que se parezca pero no tengo idea cómo se pinta con óleo, nunca lo he hecho.

¿Y qué inspira tu trabajo?

Tengo un drama con la palabra inspiración. Muchas veces la gente que espera la inspiración para crear termina no creando nada, porque espera que esa magia o esa iluminación divina  llegue para hacer algo. Yo soy trabajador no más, y tengo mis métodos, mis imágenes, las cosas que me gustan, y eso es lo que voy haciendo. Pero sí me inspira mucho mi entorno, mis amigos, las cosas que he visto. Me inspira querer mostrar el mundo de la calle por medio de mis pinturas. Siento que mis pinturas son “al hueso” y tienen un aura, por decirle de alguna forma, que es súper confrontacional. Uso imágenes que, desde un punto de vista moralista, alguien podría juzgar como algo malo, pero al pintarlas la gente las digiere de otra forma. Aunque igual me han llegado comentarios tipo: “Ay, estás enalteciendo la cárcel”, “estás incitando a pegarle a los carabineros”, pero yo no estoy incitando nada… Bueno, en el caso de  los pacos sí me gustaría que las personas al ver las pinturas se motiven a pitearse a unx. Pero en el caso de las demás imágenes, busco mostrar una realidad que para muchas personas es lejana y desconocida.

¿Cómo te ves tu futuro en el arte?

Me veo haciendo pintura y vinculado en áreas alejadas del circuito, haciendo colaboraciones con artistas que se mueven en otras áreas. Creo que el futuro del arte, para que a todes nos vaya bien, es juntándonos. Y cuando nos unamos y entendamos que todas las artes son una misma cosa, vamos a lograr que el arte tenga un valor pulento dentro de la sociedad.

¿Cuándo chico qué querías ser de grande?

Cuando chico recuerdo que quería ser de estos que andan buscando huesos de dinosaurios, porque me gustaban mucho, los pasaba dibujando. Y en mi adolescencia lo único que quería era ser graffitero. Me imaginaba a mí mismo pintando graffitis en edificios gigantes. Tenía esa ambición, de poder ser un grafitero famoso y que me pagaran por hacer murales. Después eso se fue diluyendo.

¿Y cuáles son tus ambiciones hoy en día?

¡Qué difícil! La palabra ambición es cuática. Quizás mejor hablar de los deseos. Me gustaría mucho que mi arte llegue a más gente. También me gustaría poder volver a hacer talleres en las cárceles de menores, y llevar mis pinturas a esos lugares. También empezar a moverme en circuitos internacionales… Ah, y poder vivir del arte, poder ayudar a mi familia, ayudar a los míos… esas son mis ambiciones por ahora.

Otros Relacionados