Desde herramientas con tecnología 3D para el encargo y confección de prendas, pasando por la realidad aumentada e incluso la creación y uso exclusivamente digital, la moda ha encontrado un nuevo camino de desarrollo más allá de todas las posibilidades creativas junto a las últimas innovaciones de la tecnología. Nuevas narrativas digitales se abren paso para hacer de la moda una experiencia mucho más allá de lo imaginado.
El 2009 podría ser recordado como el momento donde la realidad se expandió. Sí, al son de Bad Romance de Lady Gaga y con una de las mayores crisis económicas mundiales del último tiempo, fue presentado ante el globo algo que no existe físicamente más allá de los ceros y unos, pero con un valor es tan real y creciente como el oro: el bitcoin.
La primera criptomoneda inició un concepto que hasta el día de hoy motiva múltiples cursos y charlas para tratar de comprender cómo algo intangible tiene un impacto tan real. Una década después, la moda entró con fuerza a la ecuación. A principios del 2019, Richard Ma, un ejecutivo de una firma estadounidense, gastó 9.500 dólares en un vestido digital diseñado virtualmente sobre una fotografía de su esposa por la casa holandesa de alta costura The Fabricant. Cuando se volvió noticia, lo señaló como una inversión.
“En 10 años todo el mundo ‘llevará’ ropa digital. Es un recuerdo único, un signo de los tiempos», comentó con la épica de la clásica frase que un departamento de comunicaciones gringo eligió para el primer ser humano que pisó la luna. El inicio de algo grande.
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Con el auge de las cámaras y la expansión de la tecnología de reconocimiento facial, la modificación de nuestra imagen digital se ha vuelto algo cotidiano. Millones de filtros inundan las redes sociales transformando nuestro rostro en nuevos yoes, añadiendo cambios y visualidades limitadas por las leyes de la física, pero que en el plano digital son posibilidades infinitas.
Eso fue lo que una niña de 12 años le hizo ver a su padre en 2018. Rony Milkalsen, CEO de la marca escandinava Carlings, había tenido la reunión más extraña de su vida unas horas antes. La agencia encargada del lanzamiento del sitio web para su empresa propuso hacer una colección completamente digital. Él no le encontraba sentido.
Sus dudas se desvanecieron con la conversación con su hija, y la prueba del éxito no tardó en llegar. Un mes después la colección se “agotó”. Las comillas solo son necesarias para enmarcar la decisión de limitar la cantidad de venta para dotar de valor algo que podría ser producido infinitamente.
“No te comprarías una camiseta digital blanca, ¿verdad? Porque no tiene sentido mostrarla. Tiene que ser algo que realmente quieras mostrar, o bien algo que no te atreverías a usar físicamente o que no podrías permitirte comprar», contaron para BBC Mundo en una de las tantas notas sorprendidas por el fenómeno.
Sin embargo, lo cierto es que la demanda por este concepto ya lleva tiempo instalada en las nuevas generaciones. Lil Miquela es la principal exponente de los cada vez más comunes «influencers virtuales». Creada en 2016, ya cuenta con más de 3 millones de seguidores. Es portada de revistas, activista de causas como Black Lives Matter, tiene su propia carrera musical y participa en campañas de marcas como Samsung y Calvin Klein junto a modelos de la talla de Bella Hadid.
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Por otro lado, la compra de “skins” para actualizar la estética de tus personajes es algo cotidiano en videojuegos como League of Legends (LOL) o Fortnite. Incluso ya cuentan con una recurrencia para la liberación de nuevas skins con temáticas particulares, como si de una colección se tratase. Cada nuevo lanzamiento es esperado, deseado y comentado en la comunidad mundial de jugadores.
Incluso colaboraciones entre lujosas firmas han tenido lugar en la entretención virtual. Luis Vuitton fue el patrocinador oficial del mundial de LOL, liberando tres complementos diseñados por el mismo Nicolas Ghesquiere y que podían ser comprados con puntos del evento. También Moschino, que junto a Los Sims exploró el diseño y vestimenta para los clásicos avatares del juego de simulación de vida.
Ese fenómeno creciente fue lo que motivó el surgimiento de nuevos negocios dedicados exclusivamente al campo. Tal es el caso de The Fabricant, la casa de moda totalmente virtual creadora del vestido de 9 mil dólares. Bajo el lema “siempre digital, nunca físico”, la marca apuesta por crear nuevas narrativas y experiencias de moda. Sin embargo, es solo un lema, ya que una no puede ser realizada sin la otra. Veamos cómo.
Cualquier persona vinculada a la creación de vestuario sabe que el proceso es algo largo y complejo. Algo de mucha pericia manual y creatividad, además de procesos ligados a la producción como la obtención de las materias primas, los puestos de trabajo en la cadena y la contaminación que de ella se desprende de forma abismal.
Algo crucial, sobre todo, es la atención al cómo se lleva la prenda, cómo se ve y cómo se siente. La textura, la caída y el movimiento, la resistencia y adaptabilidad del entramado. Pero, ¿dónde queda todo eso al atravesar esta frontera virtual?
La respuesta: no se pierde, solo se transforma. En The Fabricant por ejemplo, definen el proceso de creación en cinco pasos para pasar de la conceptualización a la implementación.
Primero, a través de computadores se hace la creación de un avatar, un cuerpo digital a vestir. Posteriormente, un equipo realiza el movimiento digital del avatar para comenzar a crear físicamente el patronaje y los moldes de la prenda. Estos son pasados a formato digital y ensamblados para crear la prenda en 3D. Ya con eso, se crea la simulación del vestuario en el avatar. Si todo está en orden, se pasa al último paso: la iluminación, los materiales y la renderización. Todo un proceso donde se trabaja milimétricamente para que la prenda digital tenga una textura visual coherente con cualquier material físico. Porque, aunque se lea obvio, el nylon no brilla igual que la lana. Y en esa distinción hay muchas horas y puestos de trabajo.
Para Isabel Basaldúa, heredera de una de las firmas españolas favoritas de la “alta sociedad” con 65 años de carrera, abrir su Atelier Digital solo fue el primer paso. Ya ha lanzado su primera colección digital deportiva llamada “2:15:16,2”, además de fundar “La Tecnocreativa”, un lugar de aprendizaje donde se piensa el vestuario a la par de las nuevas tecnologías. La creatividad se plasma tanto entre hilos y tijeras, como entre bits de datos y pantallas. La búsqueda es expandirla más allá de las barreras tradicionales.
El servicio que ofrece no solo es el diseño digital. También utiliza la tecnología para realizar un estudio anatómico de les clientes con el que crear su gemelo virtual, a la vez que analizan los mejores cortes de vestuario, colorimetría y estilismo para las necesidades de la persona.
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Con las posibilidades infinitas de internet, las barreras entre lo real y lo virtual se vuelven difusas. La moda exclusivamente virtual está entrando con fuerza, pero también hay exploraciones donde esta barrera se pone de manifiesto para crear apoyos mutuos.
En Latinoamérica múltiples proyectos han comenzado a desarrollar sus propuestas, y desde la Semana de la Moda Inmersiva de Brasil (BRIFW por sus siglas en inglés) se han propuesto reunirlas.
Con el objetivo de ser un espacio experimental entre moda y tecnología, que reúna voces y nuevas visiones para el futuro, se creó esta plataforma multicanal que ya realizó su primera versión y se encuentra presentado la primera exposición de moda inmersiva de Brasil.
En el 2020, la representación chilena estuvo a cargo del colectivo porteño 12-Na. Quienes además de presentar su colección a través de un filme digital para comunicar el concepto nacido del estallido social, también desarrollaron un modelo de comercialización vinculado a las nuevas posibilidades de la modernidad. Opciones como la personalización a pedido o la venta de tutoriales para la creación de prendas desde el hogar, son nuevos formatos apoyados en la digitalización que toman lo mejor de ambos mundos para seguir haciendo de la moda una experiencia con discurso y accesible.
Las posibilidades son infinitas y en ellas las soluciones también comienzan a serlo. Este nuevo horizonte trae facilidades para la creación de contenido, la manifestación de estéticas e incluso un nuevo camino donde la sostenibilidad puede entrar evitando el desecho y producción textil en masa. En el ahora podría parecer extraño, pero quién sabe lo que esta revolución del vestir significará en tan solo unos años más. Estamos hablando del futuro y nada está escrito todavía, aunque ese horizonte nunca fue más llamativo y cercano que ahora.