Columna
22/12/2021
22/12/2021

19.12.21: Victoria para mujeres y disidencias

Ante la histórica victoria de Gabriel Boric en las elecciones presidenciales, invitamos a la periodista feminista Javiera Tapia a escribir sobre su visión cómo mujer; y a la cineasta y activista queer Gowosa a escribir sobre su experiencia y sentir cómo disidencia.

Fotografía de Gabriel Boric por Sergio Infante.

El 22 de noviembre, el día después de la primera vuelta presidencial, desperté de una pesadilla horrible. Estábamos en mi casa con un grupo de travestis y otras chicas trans en una fiesta oscura, silenciosa y clandestina frente al Parque Bustamante. Entre las cortinas, mirábamos para afuera y los militares inundaban el parque registrando los bolsos de las personas, molestando a grupos de diversidades y violentando a quien se les cruzara. Esa pesadilla estuvo en mi cabeza todo ese día, y en realidad todo el mes, por el miedo a que el fascismo pudiera apoderarse del poder en Chile, otra vez. 

 

En cambio el 19 de diciembre por la tarde, fue totalmente diferente. Después de la segunda vuelta presidencial, donde Gabriel Boric -a quien vi marchar junto a mí tantas veces el 2011 en pleno conflicto estudiantil- hundió al candidato de ultraderecha para convertirse en el presidente más joven y con mayor votos de la historia de Chile, todo cambió. Un sueño se hizo realidad y con quienes me acompañaban en la pesadilla de hace un mes atrás, fuimos nombradas en su primer discurso como presidente electo, agradeciéndonos y asegurando que en su gobierno se peleará por la no discriminación a las diversidades y mujeres. Gabriel junto a su equipo, nos han devuelto la esperanza, un sentimiento que desde el 18-O estaba muy lejos de nosotres. Se nos ha dicho que ahora las disidencias tendremos un espacio y que las mujeres protagonizaremos el nuevo Gobierno. Estoy segura que no son solo discursos bien escritos. 

 

Esa tarde, caminando hasta el escenario donde se daría el discurso, por la Alameda alzaba una bandera trans sin miedo y me encontré con gente celebrando, esperanzada al igual que yo. Con algunes nos abrazamos y gritamos eufóricas por este nuevo Chile que vendrá. Paso a paso como dijo el mismo Boric, pero donde quienes hemos estado en las sombras podremos, finalmente, brillar.

 

Gowosa.

Fotografía aérea de cierre de Gabriel Boric por Gabriel Campos

Hace algunas semanas, después de un doloroso funeral, las nietas de la familia sacamos el tema. “¿Por quién vas a votar?”. “Hay que votar uno”. “Estoy aterrorizada”. “Si sale el otro, nos van a quitar derechos”. “No papá, te explico…”. Las y los mayores nos miraban, algunos se reían, otras apoyaban, otros se quedaban en silencio. Pero nos escuchaban. Ese día, en ese patio chiquitito de Maipú en el que todas fuimos muy amadas desde que nacimos, estábamos alineadas en el dolor profundo, pero también fuertes, grandes, con la claridad de que lo poco que tenemos existe porque se peleó por ello. Que nuestra herencia también es eso. 

 

El domingo 19 de diciembre, pasadas las siete de la tarde, escuché a mujeres gritando en otro piso del edificio en el que estaba. Miro la tele. Otro cómputo del Servel. Trato de no emocionarme aún. Un par de minutos pasan, vuelven los gritos, Kast en la pantalla reconociendo la derrota. Empezamos a gritar nosotras. Mi madre y yo. Nosotros, mi familia completa. 

 

No me tiembla la voz para gritar bien fuerte que, en el 2021, fueron las mujeres quienes detuvieron la avanzada fascista en Chile. No es un pensamiento romántico. Es una estadística. Mujeres conspirando por un mundo mejor no solo en el último mes, sino a lo largo de la historia. Las que lucharon para que nos dejaran votar. Las Mujeres por la Vida que se enfrentaron a la dictadura. Las estudiantes que con el nuevo siglo salieron a marchar al lado de sus compañeros y muchas veces al frente, mucho más al frente. Las convencionales feministas que hicieron campaña en sus territorios y entraron hasta por la ventana a la Convención Constitucional. Las madres y abuelas que nos amaron, que se sacrificaron, que nos cuidaron. Las compañeras y amigas que nos levantaron de la pena. Las profesoras que nos educaron.

 

Hace algunos años, trabajé con mis compañeras de la Coordinadora Feminista 8M para levantar la huelga del 2019. Recuerdo recibir llamados de periodistas que tenían preguntas, que querían conversar con las voceras. Muchos y muchas me preguntaban qué tenía que ver el feminismo con las pensiones. Qué tenía que ver el feminismo con las zonas de sacrificio ambiental. ¿Acaso no estaba claro? El lema de ese momento era contundente: “Contra la precarización de la vida”. El mejor resumen.

 

Durante ese tiempo conocí a dirigentas por la vivienda, la salud, mujeres sindicalistas, jefas de hogar, estudiantes, abogadas, profesoras, presidentas de juntas vecinales y más. Con hijos, enfermedades, familias y trabajos precarios a cuestas, las vi reuniéndose, conversando, planificando cómo cambiar esta realidad que nos estaba (está) matando, durante sus -muy breves- momentos de descanso. Ese momento puntual en la línea de tiempo de Chile, estoy segura, es algo que se puede encontrar desde el inicio de la Historia. Un relato que no aparece en los libros: Mujeres buscando, juntas, la forma de vivir, no sobrevivir. 

 

El 19 de diciembre las mujeres salimos a votar para cambiar un potencial destino oscuro, porque somos precisamente nosotras, todas, las que sostenemos la vida. Y hoy, nosotras, todas, existimos y somos, gracias a las estrategias de sobrevivencia de todas las que están y de todas las que vinieron antes. ¿El mundo será mejor? No lo sé. Para eso nos levantamos todos los días. Pero sí sé que esta vez detuvimos al fascismo. Por eso celebro. Y fue un acto de fuerza, un acto de amor.

 

Javiera Tapia.

 

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