Reportaje
28/01/2022
28/01/2022

Mis hermanos sueñan despiertos

 

Claudia Huaiquimilla -cineasta chilena de origen mapuche-dirige en 2021 el largometraje “Mis hermanos sueñan despiertos”. La película trata sobre dos hermanos, Ángel (17) y Franco (14) que tras cometer un delito son llevados a un centro de detención juvenil. Ahí deben enfrentarse a la cruda realidad en la que conviven los niños, la carencia de cuidados básicos, y la clara incapacidad de los cuidadores (ya sea por desinterés, o por falta de recursos) de auxiliarlos. Los adolescentes, a través de ensoñaciones oníricas y la crudeza de la realidad, ven confrontada la ilusión de la niñez con la simultanea pérdida de esta. Si bien en un principio los hermanos parecen ser capaces de aguantar el encierro, la nula participación de su familia y los retrasos judiciales – y burocráticos – respecto al caso, los motivan a buscar otra salida del encierro a través de un motín, idea promovida en el centro por Jaime (17), un joven rebelde que está totalmente golpeado por el sistema.

 

El contexto no es nuevo; ya en el año 2013 el informe Jeldres – oculto para el público en un principio– registraba una dura realidad: los centros del Sename lejos de resguardar y proteger a lxs niñxs, jóvenes y adolescentes se encontraban en un estado completamente negligente. Entre sus principales y más urgentes denuncias, se describían niñxs con problemas crónicos de salud que no recibían atención adecuada, la mantención de conductas sexuales producto de abusos, alto consumo de drogas, internaciones prolongadas que afectan la salud mental y física, entre otras situaciones de riesgo. De acuerdo con este informe, en la Región de Arica y Parinacota prevalecían las situaciones más críticas: de 17 niñxs con enfermedades crónicas, 15 no recibían tratamientos. Entre ellos había jóvenes con parálisis cerebral, cáncer cérvico uterino, trastornos de alimentación y VIH. En Ajllasga -un hogar de la región- operaba una red de explotación sexual, y en el mismo informe se realizan denuncias sobre casos de abuso sexual.

 

 

La película de Huaiquimilla entonces, se estrena en un contexto que todavía sigue siendo delicado. Basada en una historia real, los hermanos Ángel y Franco deben sobrevivir – porque literalmente es eso – a una internación prolongada; es decir, sin plazo, en un CRC (Centro de Régimen Cerrado). A través de la película entonces, podemos ver la infancia herida que tuvieron (y tienen) quienes están encerrados en el centro. Ángel, el hermano mayor, se presenta en un principio como un joven sensible, con ademanes artistas, que pareciera querer pasar desapercibido; seguir aguantando hasta que su situación judicial se resuelva y puedan salir de la prisión. Franco, por otro lado, solo tiene 14 años y sigue con la esperanza vana de que alguna vez su madre vuelva a buscarlos, a reclamarlos. Joven e impulsivo, carece de asistencia en cuanto a salud mental, y termina por perder el control y autolesionarse. Tiene rabia, tiene tristeza, y se descompone a medida que comienza a comprender que la esperanza es vana, que su madre poco quiere ver con ellos, que su padre no existe, y que sus abuelos ya ancianos, están cansados y no entienden.

 

La historia de los hermanos también tiene pequeños triunfos; en las situaciones al límite desarrollan una camaradería con otros jóvenes. Que los quieren, y que los defienden de las amenazas. Los peligros del centro no son discusiones o golpes, como podría pensarse en otros contextos de una infancia violentada en Chile. El peligro real es la muerte inminente, la golpiza que fractura cráneos, o la perforación de un pulmón. Es el abuso sexual entre los mismos niñxs, es la crítica salud mental, es el temor por nunca salir de ahí, y es también el darse cuenta de que nadie les espera afuera.  Así cuando Jaime comienza a germinar la idea de un motín, Ángel, aun consciente de que es una idea peligrosa, pareciera no ser capaz (o no querer ser capaz) de frenar la situación. El miedo y la posibilidad de que separen a los hermanos, junto con la creciente sensación de que afuera no hay vida para ellos esperándolos, los motiva a adherirse al motín que se está gestando. Y así, eligen el fuego.

 

 

 

 

Aquí, el relato de Huaiquimilla recoge experiencias reales: en el año 2007, seis años antes del informe Jeldres, ocho menores murieron en un intento de motín en Puerto Montt. Los fallecidos tenían entre 14 y 17 años, y entre ellos se encontraban los hermanos Franco Ríos Argel, de 14 años y Angel Ríos Argel de 16. Unos pocos años después, en el 2011, hubo otro amago de incendio en un centro de reclusión juvenil también en Puerto Montt. Y en Valparaíso en el año 2018, hubo un intento de motín en un centro de régimen semi cerrado. Al crear una narrativa similar a los hechos de la vida real, la película busca otorgar dignidad a todxs lxs niñxs y adolescentes que se ven vulneradxs por un sistema que no funciona, que no ayuda realmente. Otorga la dignidad de creer y de soñar dejando de lado la noción de que solo son “delincuentes”. Los hermanos, junto a los otros jóvenes que se encuentran en el centro, dejan de ser números. Es un logro de Huaiquimilla permitirnos vivir a través de pequeños hilos narrativos la sensibilidad de quitar prejuicios y adéntranos en ese paisaje aislado para empatizar y comprender la realidad de ese encierro.

 

Desde los hechos que inspiran este relato, y tras diversos informes secretos descubiertos durante estos últimos años, el Sename hizo distintas reformas que buscan reestructurar el sistema. Entre ellas, se creó el Servicio Mejor Niñez, que reemplazó al Sename en temas de protección a los niños, mientras que el área de infractores juveniles se mantiene a cargo del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, pero bajo el nuevo servicio de Reinserción Social Juvenil. Este último todavía no se implementa: “la sesión de la comisión no pudo llevarse a cabo por falta de quórum, postergando aún más la tramitación, que está pendiente en esta misma etapa desde septiembre de 2021”. Solo podremos evaluar con el tiempo si estas medidas podrán solucionar los problemas de gestión y capacitación de los funcionarios, pero el peligro de otorgar funciones a dos ministerios diferentes es preocupante: ¿Se podrá individualizar la experiencia vulnerada de cada niñx que pase por dos instituciones diferentes? O, como Franco y Ángel, ¿aumentarán lxs niñxs sin plazo, en eternos procesos burocráticos y judiciales?

 

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