Entrevista
22/02/2022

«Fuego Fuego»: Teatro no apto para humanos

La obra de teatro “Fuego Fuego” de la directora Manuela Infante, fue estrenada este enero en el Teatro Nacional de Cataluña en España y es la tercera investigación del diálogo de las cosas no humanas. Protagonizada por el actor Héctor Morales, la obra nos invita a reflexionar sobre el fuego y su omnipresencia tan devastadora como transformadora y cómo el teatro se ha tenido que abrir camino entre la nueva era digital y el mundo pandémico.

 

 

Las historias que conocemos tienen como protagonista al ser humano. El humano se enfrenta ante su destino, ante la vida, el amor, la naturaleza y la muerte. Se enfrenta ante la tragedia, la travesía, la alegría y el odio, pero pese a su propia voluntad, este humano desaparece. En algún momento su corazón deja de latir y todo lo que alguna vez fue, deja simplemente de existir, pero ¿quién o qué continúa existiendo? La permanencia está en las cosas no humanas, la naturaleza y sus elementos. Entender el lugar que le corresponde al ser humano frente a la naturaleza y sobre todo frente al fuego, es uno de los aprendizajes de Héctor Morales, actor principal en “Fuego Fuego”.

 

Cuéntame sobre la obra de teatro Fuego Fuego. ¿De qué va? ¿Cómo ha sido tu experiencia con esta obra?

 

Fuego Fuego es el reencuentro que yo tengo con Manuela Infante luego de muchos años de no trabajar juntos. Trabajamos 15 años en una compañía de teatro en la universidad y ella venía desarrollando una investigación que partió con “Estado Vegetal”, que incluye la obra “Cómo convertirse en piedra”. “Fuego Fuego” se podría decir que es la tercera parte de esta investigación. Finalmente era ver cómo se comportaba el fuego, cómo se relaciona el fuego con nosotros, con las transformaciones sociales, cómo está instalado hoy en nuestra sociedad, cómo se ha relacionado históricamente con la destrucción, pero también con la iluminación. Con todas esas ideas y todas esas ganas nos metimos en una sala del Teatro Nacional en noviembre a trabajar, a investigar durante largas jornadas, improvisar, experimentar en torno al sonido, pero todo apuntaba hacia el fuego y así se fue construyendo el texto, la escenografía y el sonido. Toda esa investigación es lo que estuvo cartelera.

 

¿Cómo fue trabajar con la dramaturga Manuela Infante y abordar su visión sobre lo no humano? y ¿Cómo fue tu investigación escénica sobre el fuego?  

 

Creo que hay una visión de Manuela de lo que quiere hacer que es muy atractivo porque a uno como artista le da mucha libertad para proponer y crear.

 

La investigación sobre el fuego tiene mucho que ver con todo lo que rodea, su comportamiento, su reflexión, hacia dónde nos invita a llegar, lo que nosotros le otorgamos como significado.

 

El pueblo de Santa Olga está metido dentro de la historia, que es un pueblo que se consumió por el fuego, se consumió y se volvió a construir. Si uno mira esa anécdota uno puede decir “A mira sí, un pueblo que se quemó y luego se reconstruyó”, pero ¿por qué se quemó? Porque esa tierra está siendo sobre explotada por los monocultivos de pino, y eso es una falsedad porque un bosque es un territorio equilibrado, un territorio que tiene diversas especies para mantener ese ecosistema.

 

 

¿Por qué crees que es importante entender la relación que mantenemos con las cosas no humanas, sobre todo con los elementos naturales?

 

Recordar la relación que mantenemos con nuestro entorno, naturaleza, cosas, elementos, fuego, lo que nos contiene, nos vuelve a nuestro sitio. El fuego nos recuerda que no dominamos a la naturaleza, sino que tiene un comportamiento que va a la par del ser humano y no hemos sabido aceptar ese espacio y hoy estamos sufriendo esas consecuencias. Hablar del fuego, es hablar de nosotros también. Las cosas, las montañas, el mar, el agua, el fuego estuvieron antes que nosotros y seguirán estando, y no podemos pretender dominar algo que es naturalmente libre.

 

¿Qué crees que representa el fuego para una sociedad chilena que se abre al cambio?  

 

Yo creo que el fuego ha estado muy presente en el ADN de nuestro territorio. Un territorio que se mueve, que tiene volcanes, que es apasionado, que se mueve desde la energía, la revolución, es un pueblo y un territorio que se revisa constantemente. Últimamente este elemento ha estado presente porque cuando vemos que la ciudad arde en diferentes puntos, es una gran alarma “algo está pasando”, y ese fuego tiene un clímax, una explosión, pero luego viene algo que a veces es mucho más importante que el fuego mismo, que es cuando se enfrían las cosas y ves las ruinas y de lo que estaba hecho. Para mí, siento que el fuego nos otorga esa oportunidad de inflamarnos de rabia frente a la injusticia, pero también iluminarnos frente al futuro.

 

 

 

Nuevas formas de hacer teatro

 

Para el actor Héctor Morales la pandemia trajo dificultades laborales, pero también nuevas oportunidades de creación como “Fuego Fuego”. También pudo montar obras únicas como “Mi corazón duele de solo pronunciar su nombre”, performance sonora con realidad aumentada; “Malú a mil” un audio serie que se escucha por capítulo; y “Viña” la obra dirigida por él mismo que fue ensayada por videollamada desde diferentes países durante 4 meses hasta el día de su estreno. Todas estas con puntos en común: la apertura al mundo digital y la multidisciplina del nuevo teatro.

 

Fuego Fuego es un trabajo colaborativo que aborda diversas disciplinas. Ya no es sólo un reparto de actores y actrices, sino que hay bailarines, expertas en Inteligencia Artificial, creadores digitales, entre otros. ¿Cómo crees que ha impactado esta mezcla en la obra final?

 

Por lo menos para mi ha sido una suerte tremenda, en el último año y medio he tenido la posibilidad de vincularme con muchos mundos y uno de ellos es “Fuego Fuego” que mezcla artistas catalanes con un grupo de artistas chilenos, entonces ahí hay una gran diferencia porque tenemos referencias distintas, intereses creativos diferentes, idiomas distintos. Han sucedido cosas maravillosas, por ejemplo, yo he trabajado en distintos proyectos y nos hemos dado cuenta que tenemos mucho que aprender de un mundo y del otro. El cine le tiene que aportar mucho al teatro, la música le tiene que aportar mucho al mundo narrativo, lo que está pasando hoy día con los podcast, las audioseries, las performances sonoras, el radioteatro. Se han abierto puertas que nos han permitido seguir trabajando, pero más importante se han abierto puertas de colaboración creativa que nos permitieron adentrarnos en mundos que quizás antes no hubiésemos podido o nisiquiera podíamos vislumbrar.

 

La pandemia rompió con muchos ritos y rituales que tenemos como sociedad. Uno de ellos era ver una obra de teatro en un teatro físico. Finalmente se tuvo que asumir el rol de las plataformas digitales como parte de un proceso creativo y ya no solo como dispositivos ajenos. ¿Cómo ves la reinvención del teatro a nivel global y local en ese sentido?

 

El teatro se tuvo que enfrentar a un avance significativo, muy rápido y exigente hacia algo que habíamos mantenido bastante al margen. Lo digital y lo audiovisual eran elementos que ayudaban al teatro a registrarlo, a guardarlo o para participar en un Festival, pero nos dimos cuenta que las personas estaban utilizando las pantallas para consumir cultura y si bien el teatro tiene ritos muy mágicos, también hay otras maneras de seguir contando historias mientras no estamos en los teatros.

 

Llevamos dos años con salas cerradas, luego aperturas intermitentes con aforos reducidos, entonces lo que ha pasado es que muchos mundos creativos, del mundo de la música, del mundo del cine, del teatro, se ha tenido que unir para hacer resistencia a este contexto complejo que no nos permite trabajar.

 

 

¿Cómo ves la nueva reapertura del teatro? ¿Crees que se seguirán implementando los aprendizajes de la pandemia para crear una nueva forma de realizar teatro a futuro?

 

A mi me preocupa mucho que no aprendamos de las experiencias que nos han tocado vivir estos últimos dos años porque no depende solamente de que se vaya la pandemia para que nosotros volvamos a trabajar y estemos todos tranquilos y felices en los teatros con las salas llenas. Yo creo que las fundaciones, las corporaciones, las instituciones culturales tienen que mirar lo sucedido porque no puede volver a pasar que por una pandemia o por lo que pase a futuro exista una gran cantidad de personas que no puedan volver a trabajar y además no estén protegidas por algún seguro social.

 

Yo le tengo mucha fe a este nuevo gobierno y a la nueva ministra. Ojalá podamos mirar eso, cómo podemos proteger al sector, cómo podemos seguir investigando, desarrollando proyectos, independiente de que en un futuro se abran las salas de teatro. Yo no creo que nuestra pequeña industria cultural dependa solamente de que el público vaya a las salas, depende también de cómo nosotros estamos trabajando y de cómo la institucionalidad cultural permite y protege ese trabajo.

 

  • Más información sobre la obra Fuego Fuego: https://www.tnc.cat/es/fuego-fuego

 

 

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