Columna
31/03/2022
Autor: Noah Blanco Fotografía: Gabriela Pérez Duarte
Autor: Noah Blanco Fotografía: Gabriela Pérez Duarte
31/03/2022

Crecer en mente y nacerse el cuerpo

Vivía en Antofagasta en lo que ahora entiendo como los años más difíciles de mi vida. Mi liceo quedaba a una hora en micro y utilizaba ese tiempo religiosamente para algo que venía haciendo desde que tengo conciencia; escuchar canciones, elegir una y en repeat imaginar episodios de una vida alternativa, una donde tenía otro nombre, otra cara y otro cuerpo. Puedo decir entonces que de alguna forma en mi niñez y adolescencia fui bombero, mago, escritor, amante, artesano, que viajé por el mundo y tuve un montón de cálidos romances, me gusta pensar que Noah también vivió, creció y tuvo experiencias a pesar de ser invisible a los ojos de los demás. Cuando transicioné me volvió el alma al cuerpo y también a la mente y corazón.

 

 

Cuando chico fui presidente del centro de alumnos de mi liceo, que una niña lesbiana tuviera ese cargo no pasó inadvertido en la comunidad escolar y hasta una reunión de padres hicieron para tratar el tema y hacerle ver al directorio del liceo que era impresentable que tuvieran a una alumna con mi “problema” como ejemplo para las generaciones más chicas, que eso iría en completo desmedro de su formación y pondría en peligro la sexualidad y crianza de sus hijes. Los directivos del liceo no podían quitarme el cargo, tenía buenas notas, buena asistencia y no estaba condicional, de todas formas no dudaron en hacer todo lo que estuviera a su alcance para hostigarme, a mi, a mi pareja de ese entonces y a mi familia. Ser visible me costó varias lágrimas y humillaciones a mis cortos 17 años.

 

Un día me sacaron de clases y me llevaron a la oficina del orientador del liceo, un hombre de 40 años me llevó a su oficina y a puertas cerradas me explicó lo siguiente: El liceo no toleraría actitudes homosexuales entre su alumnado, y de yo no frenar con mi “situación” con esta chica, se vería en la obligación de avisarle a mis padres del problema. Además me aconsejo vincularme con varones sexualmente y vestir más femenina para provocar el interés de estos. Lamentablemente en ese tiempo mis padres tampoco tenían el privilegio de la información de género y sexual, yo sabía que de cumplirse la amenaza estaría en problemas, no tuve más opción que aceptar. Pero con el corazón joven y sediento de justicia finalmente mentí, en la ciudad minera encontré rincones grises donde ser y amar, la falta de apoyo de los adultos que me rodeaban y la inexperiencia obvia de mi corta vida me arrastraron a innumerables peligros, hoy entiendo que mi nombre pudo haber sido José Matías, pudo ser Daniel Zamudio, Nicole Saavedra o Anna Cook.

 

Yo siempre usé pantalón para estudiar, pero me lo prohibieron después de la primera advertencia, supongo que era parte del plan para enderezarme. Me costaba demasiado esa sensación de vulnerabilidad, que las piernas se me pegaran al cuero del asiento de la micro me partía el corazón, pero sabía que no podía dejar de asistir o simplemente iba a repetir, y en ese momento era lo último que quería que pasara porque me había ganado una beca para estudiar música en una universidad en Santiago al año siguiente. Todo esto  fue dando paso a mi resignación, realmente fui obligado a usar la falda institucional del liceo para poder estudiar y ese día se quedó grabado en mi memoria como una batalla perdida.

 

Mucho se dice del día de la visibilidad trans pero lo que no se dice es que las personas trans estamos haciendo el trabajo de educar a una sociedad entera como si fuéramos responsables de todo, como si esto solo fuera importante para nosotres, como si las personas cis no necesitaran equilibrar sus vidas y sus entornos desplazando ese binarismo que le ha hecho tanto daño a todes. Al mismo tiempo, la visibilidad que tengas siempre ha sido proporcional al odio que adquieres por parte de personas que no son capaces de verse a sí mismas, menos de ver a un otre. Estamos cansades, herides, les activistas trans padecemos generalmente traumas sociales amarrados a la violencia que recibimos día a día y el completo abandono del estado en la tarea de educar, proteger y reparar. Por eso creo en la música y apuesto mi vida a que es un canal de comunicación cultural. Creo firmemente que de haber escuchado a un artista transmasculino en la radio durante mi niñez hubiese tenido más probabilidades de ser Noah mucho antes. Incluso creo que se podrían salvar muchas vidas de niñes que simplemente no aguantan y hoy se suicidan para escapar de esta sociedad, sobre todo cuando no tienen la validación de sus familias o su entorno adulto.

 

Mi música en parte se la dedico a José Matías y su familia, el disco que voy a sacar en julio es el resumen de una transición que no para ni termina, pero que claramente cierra un primer ciclo, bajar de mi cabeza al cuerpo y del cuerpo al mundo.

 

Otros Relacionados