Hipocresía, sexualidad y multiorgasmo femenino - Galio
Columna
10/05/2022
10/05/2022

Hipocresía, sexualidad y multiorgasmo femenino

Hablar de sexo no está prohibido, pero hablar de como yo me siento cuando tenemos sexo, parece que me hace quedar excluida de la conversación.

Recibí una herencia, quizás y espero una que me acompañe hasta el final de mis días, soy multiorgásmica, mi madre lo era, mi abuela tal vez también lo era.

 

 

A pesar de que si se hablaba de sexo en mi familia, lo hacían desde el miedo a “no vayas a quedar embarazada”, “usa condón, no te vayas a contagiar” -de una guagua-. La conversación no era sobre el placer, era sobre el miedo al embarazo adolescente, que en el año 2011 parecía más una pandemia de irresponsabilidad, que falta de educación sexual.

 

Si en ese momento no hablaban de placer, mucho menos lo harían de las diversas formas que hay de sentirlo, por lo tanto, la única forma que tuve de descubrirlo fue a través de él: mi pololo. Con él no parábamos de tirar, todo lo que veíamos podía ser un buen lugar para culiar, generalmente eran espacios privados, si por privado entendemos que puede ser un lugar donde vivía más gente y tirábamos en el sillón del living. Había veces en que definitivamente no lo era, por eso tirábamos en la playa, en la arena frente al mar, en baños públicos, en una piscina, en la azotea de algún edificio en Santiago, en una mesa de pool, en un par de balcones. Tirábamos tanto, él con tanta libido y yo con tantos orgasmos, que un día dijo:

 

– Eres multiorgásmica

– ¿Qué?

– Puedes tener muchos orgasmos en una sola relación sexual.

– ¿y no es así siempre?

– No, de hecho, lo normal es que les cueste llegar o que no lleguen nunca.

 

Claramente él era mayor que yo. Él con su experiencia pudo enseñarme más sobre mi propio cuerpo, que mi madre y las escasas conversaciones con mi padre al respecto.

 

Con el tiempo fui recabando información, pero hasta hoy es escasa. Hay quienes dicen que el multiorgasmo se debe a la estructura física de la vulva, no sé si lo dirán los más pragmáticos o los más retrógrados. Porque de ser así, se solucionaría el placer femenino (y solo en ese sentido) con una cirugía al margen (y con esto no me criminalicen) de que existen otras mil formas de encontrar un orgasmo sin penetración. El orgasmo femenino es mucho más complejo que el simple requerimiento de una verga, eso es lo fácil. Entendamos y profundicemos que se precisa estimulación clitorial, se necesitan ciertas confianzas por malas experiencias pasadas –que todas hemos tenido–, que a veces lo encontramos por el ano, que las tetas no siempre están sexualizadas y que los antidepresivos quitan la libido. Si a eso sumamos los problemas sociales, como la pandemia, un duelo, conflictos familiares o personales, el orgasmo parece casi imposible. Y casi no he leído al respecto, no por falta de interés sino por falta de información.

 

Hay quienes me han dicho que soy muy caliente, no como una ofensa, sino como un juicio, “deberías ser menos caliente”, porque ellos no tienen tanta libido. Me parece perfecto si lo que quieren decir con eso es que no quieren tirar, pero no me digan que cambie mi forma de ser porque no se adecúa a los patrones patriarcales y heteronormados que subyacen en su inconsciente.

 

Así las cosas, mi conocimiento sexual se basa más en experiencia que en libros y folletos informativos.

 

Me he encontrado con varios que quieren ser penetrados mientras tenemos relaciones, que quieren ser besados en el ano y que no se resisten a las palabras sucias y groserías que podemos decir en la cama. Están los que se calientan mirándose los bíceps en el espejo mientras me tienen contra la pared, y los infieles a su relación monógama que necesitan una relación abierta solo para ellos.

 

Con todo, creo que el tratamiento que le damos a la sexualidad es desde la hipocresía. Decimos lo justo para que se entienda solo aquello que necesitamos prohibir: las guaguas y las ETS. Mientras que el placer femenino, el descubrimiento sexual en la cama, la sexualidad en la comunidad LGBTQIA+, los fetiches y las infidelidades, no las conversamos. Porque si no lo decimos parece que no existe y si no existe, no incomoda, porque no es parte de la realidad. Pero ese silencio cómplice afecta, no a los hombres, de ellos ya lo sabemos todo, qué los calienta, qué necesitan, dónde tocarlos, cómo fragilizar su masculinidad con un dedo curioso. Pero de nuestro placer y el de las comunidades, no conocemos de la misma manera, y existimos. Somos parte de esta realidad, el sexo no se agota en saber que queremos prevenir las guaguas y las ETS, eso es solo una parte de toda la experiencia, entonces, ¿será que podremos abrir paso a estas discusiones que en pleno 2022 todavía no encuentran una respuesta unívoca, o continuaremos ocultando toda esta verdad como si no existiera?

 

 

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