Reportaje
08/03/2023

8M: nuestra historia bordada con un hilo sin fin

Hace casi cinco años, el movimiento feminista irrumpió en universidades y establecimientos educacionales. Miles de mujeres se tomaron sus casas de estudio visibilizando la violencia experimentada ahí y en tantas partes más. El mayo feminista, nombrado en muchos medios como un hecho inaudito en la historia de Chile, se instaló en una línea de tiempo marcada por los acontecimientos de un movimiento mucho más amplio, del cual no somos inicio ni fin porque pertenecemos a una lucha mayor, que nos excede. Si algo nos ha enseñado el feminismo, es que no estamos solas, nos constituimos a través de muchas otras mujeres que nos han cuidado, inspirado, acompañado, a las que hemos podido observar de cerca o admirar de lejos, cuyas trayectorias hemos rescatado y reconstruido, mostrándonos que nuestro poder reside en la colectividad, en el encuentro y organización; en la confianza en nuestras voces y nuestras verdades.

Nuestra historia se teje con las puntadas y hebras de otras, de todas.

Como cuentan sus propias compañeras, la socióloga y teórica feminista Julieta Kirkwood no solo reivindicó y rastreó la historia de las mujeres en Chile, sino también la forma en la que esa historia se construía. Uno de los tantos hilos de su sabiduría feminista, que nos lanza también a nosotras, fue ese: el de ir a buscar las historias, confiar en el relato oral, en las primeras personas, en lo que queda entre el paladar y la once compartida con amigas y compañeras; porque las historias de las mujeres no corrían y no corren de manera oficial, sino en paralelo, como una irrupción, fisura o grieta.

En nuestras memorias se cruzan los nudos del tejido social político y afectivo, una memoria que se ha dejado marcar por otras. En este 8 de marzo, quisimos relevar esos encuentros que han construido estas cinco historias: Irene, Nona, Lorena, Iona y Mónica, nos conversaron sobre esas constelaciones.

Irene del Real, geóloga y académica UACH

De niña, la geóloga Irene del Real pasaba sus días pegada en la naturaleza, mirando animales y los grandes paisajes. Muy estimulada por una crianza curiosa, una de las primeras mujeres que la inspiró fue la ingeniera química Nélida Herezi, amiga de su padre, quien fue un modelo a seguir porque tenía una vida que se alejaba mucho de las otras mujeres adultas que conocía.

Mientras estudió en la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas tuvo pocas profesoras, lo cual generó gran impresión en ella porque no se veía representada en ningún lugar de lo que sería su futura profesión. Cuando se decidió por la geología una serie de factores la hicieron interesarse por el área más masculinizada, la exploración minera: “me daba rabia que hubiese áreas importantes de investigación, de trabajo, donde la mujer no estuviese incluida”. Ya en el magister que hizo en Canadá pudo evidenciar una cultura de participación más inclusiva de las mujeres en el mundo de la minería y además tuvo la oportunidad de rodearse de más compañeras avocadas a su misma área de estudio. Mientras cursaba su doctorado en Cornell, fueron fundamentales los geólogos John Thompson y Anne Thompson, él fue su profesor guía de tesis y la introdujo a su esposa, a quien describe como una mujer poderosa y muy inteligente, preocupada por las temáticas de género que las aquejaban en sus quehaceres laborales.

Dentro del mundo de las ciencias, admira a Marie Curie, por sus descubrimientos científicos, pero también por la trayectoria vital. Una historia marcada por la exclusión, pero también por la generosidad que se dedicaron con su hermana: “yo la encuentro alucinante, me inspiran un montón las mujeres que rompen las reglas. Esa sí que fue la generación a la que le tocó abrir camino y creo que muchas de ellas salieron súper afectadas en términos del nivel de agresión y agresividad que existía hacia las mujeres en la ciencia”.

Observa que los cambios más sustanciales que ha provocado el feminismo en su cotidianidad tienen relación con la ética dentro de las relaciones humanas a nivel universitario. Con sus compañeras han conversado sobre aquellos aspectos sexistas que normalizaron durante años y que hoy las han llevado a poner los límites de manera mucho más clara. Pero el cambio más relevante lo ve en sus estudiantes, tanto en hombres como en mujeres, quienes reflejan una transformación generacional: “tengo muchas estudiantes mujeres, mucho más de los que yo esperaba, mucho más de las que había cuando yo estudiaba. Son chiquillas con mucho interés y ganas de preguntar, no se intimidan con eso y da mucho gusto verlo”.

Irene tiene una visión positiva sobre el futuro de las mujeres en las ciencias, le parece que han agarrado plataformas muy importantes y que hoy están mucho más visibilizadas. La geóloga cree que uno de los problemas más fundacionales es la falta de modelos a seguir: “es difícil imaginarse a una haciendo una pega cuando no ves a nadie que se parezca a ti en ese espacio. ¿Por qué te lo podrías imaginar si no hay nadie más como tú ahí? Requiere un esfuerzo extra en creerte el cuento que podrías estar ahí igual y también porque si no hay nadie como tú en ese espacio es por algo y el camino a veces no es tan fácil”.

Dos referentes chilenas que destaca son María Teresa Ruiz, Premio Nacional de Ciencias, y a Teresa Paneque, quien cursa su doctorado actualmente y se ha dedicado a la Divulgación Científica a través de las redes sociales y de libros infantiles. Asimismo, menciona la importancia de ver a mujeres en puestos políticos, como a la Ministra de Medio Ambiente, la Física Maisa Rojas y a la de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, la Química Silvia Diaz: “si está existiendo un cambio paradigma no es gatillado de la nada, sino que viene construyéndose a través de todos los movimientos sociales”.

Nona Fernández, actriz y escritora

El goce, así nombra Nona Fernández al punto inicial de su interés por el Teatro y la Literatura. Su madre y abuela fueron fundamentales en ese disfrute, la llevaron de chica al teatro y cultivaron en ella el oficio de la lectura. Cuando vio a Nelly Meruane y al elenco de Mama Rosa en el Teatro Nacional Chileno, decidió que quería ser actriz, que quería estar siempre sobre el escenario.

Las hermanas Brontë y su profesora de castellano, Ana María Figueroa, le despertaron una curiosidad voraz con la lectura. Mientras estaba en el colegio, recuerda que una de las pocas mujeres que leyó fue María Luisa Bombal: “para mí fue un destape de cabeza importantísimo, de pronto aparece La amortajada y fue impresionante. Creo que con los años he ido dimensionando lo importante que ha sido ese libro en mi propia escritura, la huella que dejó, cómo lo voy revisitando y cómo lo voy reescribiendo. Fue una escritura que me marcó muchísimo”.

Entró a estudiar teatro en plena dictadura, pero le costó muchos años animarse a escribir dramaturgia, lo primero fue la literatura. En su camino como escritora, los talleres literarios fueron fundamentales, en el de Antonio Skármeta conoció a las que luego serían sus compañeras de generación: Alejandra Costamagna, María José Viera-Gallo y Andrea Jeftanovic, quien luego la introdujo a Lina Meruane; ahí empezó a habitar con otras mujeres que escribían. Luego entró al histórico taller de la escritora Pía Barros, el cual fue crucial en su vida: “fueron dos años de taller, es una maestra generosa y desprejuiciada que nos hacía leer todos los días. Así jugando iban apareciendo cosas y me pasó que me encontré, encontré una voz. Fue muy lúdico, gozoso y muy cariñoso, un espacio donde los egos quedaban inmediatamente sepultados… Esa atmósfera de trabajo para mí fue vital, entender que la escritura aparece desde un lugar que no es la atención, que no es el ego, que no es la competencia, que no es el codazo, que no es la carrera, sino que es el juego y el cariño”.

Luego conoció a Diamela Eltit, después de verse agrupada condescendientemente por la prensa junto a Lina Meruane y Andrea Jeftanovic como una “diamelita”, se animó a ir a conocerla y a pedirle que le presentara una de sus novelas. Para Nona, Diamela ha sido una gran compañera y muy buena hermana mayor: “siempre la estoy observando, la estoy leyendo, me interesa mucho lo que hace, ha sido muy generosa conmigo”.

Conoce el trabajo de las poetas Elvira Hernández y Rosabetty Muñoz y los describe como encontrar ventanas que amplían caminos. En su escritura ha intentado dialogar con esas autorías, acercarse a ellas a través de lo literario. Otra escritora fundamental para ella es Guadalupe Santa Cruz, la primera vez que la leyó sintió que venía de ese legado, que su propia escritura se asimilaba a eso incluso sin haberla conocido antes.

En el teatro, su compañera Ximena Carrera la inspiró a lanzarse a escribir Dramaturgia: “yo empecé a leer los trabajos de la Xime y me gustaban mucho, además teníamos ciertos imaginarios parecidos, preocupaciones similares. Para mí el trabajo de la Ximena fue vital para decir ya sí, yo también puedo ser dramaturga”. En esa misma línea, sus “hermanas chicas” son fundamentales y estimulantes, tiene los ojos puestos sobre el trabajo de Carla Zúñiga, Manuela Infante, Isidora Stevenson y María José Pizarro.

“Más allá de la escritura, sino en el ejercicio del teatro, mis compañeras de generación son todo. Aprendo de ellas muchísimo, pienso en mis compañeras con las que trabajo siempre la Roxana Naranjo, la Carmina Riego, la Pancha Márquez, son como mis hermanas, lo he aprendido todo de ellas, cada una en su registro porque son tres intérpretes muy distintas, pero yo aprendo muchísimo de esas monstruas y eso también ha sido un regalo súper importante en mi camino”.

A Nona le parece que el feminismo ha generado cambios dentro del teatro en relación a la observancia de la violencia y los abusos, ya que antes no se notaban y además se guardaba silencio frente a estos. La organización feminista ha ganado protocolos y más seguridad en los lugares de trabajo, las alertas están puestas. Por otro lado, en su faceta literaria ve que la atención está puesta en la democratización del propio ejercicio: “lo hacemos hasta personalmente, cuando nos invitan a una feria y tú dices perdona no puedo ser la única señorita en la mesa, si estoy en esta antología cómo no van a haber más mujeres, si vamos a presentar un libro que sea paritario”. Tiene la sensación de que los cambios nunca terminan de ocurrir, pero cuando mira hacia atrás ve un océano de diferencias: cuando ella empezó a escribir era la Nona Costamagna o la Nona Jeftanovic, no eran tantas las que escribían y las confundían constantemente, en cambio, actualmente, las escritoras han adquirido un lugar de mayor relevancia y respeto.

Lorena Olavarría, alcaldesa de Melipilla

El 2009, la indignación llevó a Lorena a decidir organizarse y trabajar en su territorio. Siempre ligada a la defensa medioambiental y a la cultura, solo 12 años después pasó a convertirse en la primera alcaldesa de Melipilla y en la primera lesbiana en ocupar un cargo así en nuestro país.

Cuando la política le parecía un espacio demasiado amoldado para los hombres heterosexuales, las mujeres que lideraban juntas de vecinos y organizaciones sociales de su territorio, le demostraron que la participación política también le podía pertenecer.

En su trabajo como alcaldesa, han sido fundamentales su pareja, Francisca, sus hermanas Karina, Nicole y María José, su madre Raquel Baeza, y sus compañeras: “me acompaño de muchas mujeres que permiten sostener de mejor forma este cargo”. Destaca a la ministra de la mujer, Antonia Orellana, por la lucidez de sus reflexiones, y a sus colegas alcaldesas Valeria Melipillán de Quilpué y Carla Amtmann de Valdivia, por cómo han logrado sortear las dificultades durante su periodo. Además, observa de cerca el trabajo con la gestión de residuos y otras materias de Claudia Pizarro en La Pintana.

Desde pequeña ha admirado a Gabriela Mistral por su trabajo en la poesía, en la educación y en la política. También la música de Violeta Parra ha dejado una profunda huella en Lorena, cuyas letras siempre la han acompañado, en los espacios dedicados al canto o en aquellos donde tiene que estar muy de cerca entendiendo las problemáticas de su territorio.

Ser la primera mujer en el cargo le ha significado romper con la visión tradicional de la mujer. Su acercamiento al feminismo empezó el 2016, en una marcha de Ni una menos que recuerda como hito de su vida y de Melipilla: “un grupo tan grande de mujeres marchando justamente para que ninguna mujer más tenga que vivir violencia de género, marcó un antes y un después, nos acercó más a encontrarnos y ver que somos muchas… Nos dábamos cuenta de que el feminismo llegó para quedarse y creo que una nunca termina de crecer y de aprender, así que me siento en ese tránsito constante”.

Para Lorena, su lucha está en el ecofeminismo, en la protección de la naturaleza, la Madre Tierra y los bienes comunes, a nivel institucional se encuentra muy comprometida con el medioambiente: “estamos corriendo en términos medioambientales porque sabemos la urgencia que esto representa”.

Dentro de los desafíos que ella ve para las mujeres, está la representación en la política institucional tanto para mujeres como de disidencias sexo genéricas. Pero también le preocupa que se pueda enfrentar los niveles de violencia digital que sufren las mujeres en cargos políticos.

Iona Rothfeld, futbolista y presidenta de la Asociación Nacional de Jugadoras de Fútbol

Entre pelotas de basquetbol y handball que habitaban en su familia, el interés de Iona Rothfeld por el fútbol fue espontáneo y sorpresivo. Nunca se dio cuenta de que era la única niña en la cancha hasta que le hicieron notar esa diferencia, a veces no la dejaban jugar y cuando buscó un lugar dónde entrenar, el mundo le gritó que ese deporte no era para las mujeres.

Su madre, Olga Báscoli, ex seleccionada nacional de handball, la llevó a recorrer todo Santiago hasta encontrar donde entrenar. Ahí entró a Fútbol Femenino Santiago Oriente, donde su entrenadora, Berni Sotomayor la inspiró y motivó a encantarse con los valores del fútbol, les recitaba poemas antes de los partidos para levantar la moral y fue parte trascendental de sus primeros años de formación.

De niña siempre soñó con competir profesionalmente, así que no lo dudó ante el llamado de la Federación de Chile a armar un equipo para un campeonato sub-14 en Suiza. “Jugar fútbol, pegarle a la pelota, meter un gol, agarrar un ritmo como equipo, poder estar todas conectadas es como un milagro. Estar en la cancha casi sin hablar, moviéndote en un lenguaje que se hace muy común y cotidiano, es extraordinario. Jugar juntas es una reivindicación en sí misma de toda la exclusión que habíamos vivido”.

Dentro del deporte, una de sus referentes más relevantes es Billie Jean King, pero de niña, ante la falta de mujeres visibles en el fútbol, fue su madre aquel lugar de inspiración. Luego, con el tiempo, empezó a conocer a mujeres futbolistas a quienes ha seguido de cerca no solo por su desempeño en el fútbol, sino que también por lo que han hecho fuera de la cancha, como la brasileña Marta Vieira, las estadounidenses Tobin Heath y Megan Rapinoe, la alemana Dzsenifer Marozsán, la holandesa Shanice van de Sanden y la jugadora noruega Ada Hegerberg, primera en recibir el balón de oro femenino.

Para Iona el futbol es sumamente político: “es una plataforma para visibilizar tantas cosas, el racismo, la discriminación de género, los derechos de la comunidad LGBT, las dictaduras, los derechos laborales. Por eso a mí de repente me desencaja que digan que el fútbol no se meta con la política porque no hay nada más político que el fútbol”.

En el escenario nacional, sus referentes han sido Francisca Crovetto, del tiro con skeet, quien además fue presidenta del Comité Nacional de Atletas, y la karateca Claudia Vera. Además de sus compañeras futbolistas Francisca Moscoso y Fernanda Pinilla.

El movimiento feminista que se articuló el 2018 fue muy provechoso para el trabajo que habían levantado hace pocos años en la ANJUFF (Asociación Nacional de Jugadoras de Futbol Femenino), ya que visibilizó y dio bajada a sus mismas demandas en el mundo del fútbol: “la discriminación, los abusos, el acoso, la falta de regularización, los temas de salud, por qué nosotras tuvimos que instalar los protocolos contra acosos y abusos en el deporte, por qué las instituciones no se están preocupando de eso. El movimiento feminista tuvo un impacto muy grande en poder sacarnos los prejuicios de decir está bien lo que estamos denunciando”.

Mónica González, periodista

La premio nacional de periodismo quería ser doctora antes de decidir ser periodista. Ser hija de un obrero y dirigente sindical, la hacía sentir que tenía que estar inserta en lo social, en poder ayudar a los demás, y a pesar de que le dio mucha tristeza no llevar a cabo ese plan, terminó enamorándose del periodismo. Con más de cincuenta años ejerciendo, afirma que ser periodista es un privilegio.

Cuando estudió periodismo, las mujeres ya estaban adquiriendo algo de protagonismo, eran mayoría en el reporteo, pero aún estaban relegadas de los puestos de dirección. Le parece impresionante el rol clave que jugaron las mujeres en el camino de la justicia durante la dictadura, donde las periodistas pusieron el cuerpo durante años, lo cual aún la llena de orgullo. En esos años, dos mujeres fueron fundamentales para Mónica González: Marianela Valladares con quien trabajó en Mujeres por la vida, y su colega y amiga, la periodista Patricia Verdugo.

En la actualidad le impacta la inteligencia de varias periodistas más jóvenes: Francisca Skoknich, Andrea Insunza, Mónica Rincón y Claudia Álamo. También de muchas periodistas latinoamericanas que ha tenido la oportunidad de conocer y enseñar en la Fundación Gabo:  “yo te diría que una de las cosas que más me ha dejado huella en el último tiempo es el coraje, la calidad, la solidaridad y la falta de ego tóxico de las mujeres periodistas de El Salvador, Venezuela, Nicaragua, Guatemala, Honduras y México, a mí me sorprende. Sin el trabajo de esas colegas, en su mayoría jóvenes, que están dejando la vida y arriesgando el pellejo todos los días, nada de lo que ocurre en esos países se sabría y habría muy poca esperanza de cambio… Creo que el periodismo de América Latina hoy día es uno de los mejores periodismos que se está haciendo en el mundo”.

Mónica destaca que las mujeres con las que ella ha trabajado son feministas con una profunda convicción, que tienen claro de dónde vienen, la fuerza que tienen, todo aquello que han callado y asfixiado durante siglos, pero también que no pueden permitirse ni gustitos baratos ni pasos en falso, porque la pelea que están dando es una pelea por la vida.

“Siguen matándonos y sigue habiendo impunidad. Yo me resisto a que sigamos contando muertas, ese no es nuestro trabajo. Nuestro trabajo es llevar a los culpables a la justicia, que exijamos una justicia rigurosa con medidas preventivas, pero que enfrentemos el tema mayor: hay un patrón de conducta violento que se repite y que se hace mucho más fuerte en algunos países como Honduras contra las defensoras del medio ambiente”.

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