17/05/2023
17/05/2023

ALUCINACIÓN DE VELOCIDAD: CUATRO LIBROS FUERA DEL TIEMPO

Cambiamos al horario de invierno e inmediatamente las hojas de mis plantas empezaron a amarillar. Es la señal del paso de una estación a otra: ya se acabó el momento de crecer, ahora toca dejar ir. De a poco ir sacando las mantas y las chaquetas; el bidón de parafina y la estufa. ¿Este texto también viene con el frío? No, pero podría, porque los tiempos de los libros no pertenecen a las estaciones, ni a los años, ni al mercado, ni a los rankings. Se escriben y sostienen con su propio ritmo.

Derretida en la Furia del Libro del año pasado, pensé en la velocidad de la literatura. La Furia es rápida, días ajetreados de muchas actividades, miles de personas dando vueltas sin parar por los stands de las editoriales, los ojos de un lado a otro, las manos queriendo agarrar todo, la ansiedad de tener que elegir: porque nunca habrá tiempo suficiente para los libros que queremos leer. Era diciembre y ya a principios de mes empezaban a salir las típicas listas de “los mejores libros del 2022”. Injusto, pensé, todavía quedaba año para que aparecieran nuevos libros. Listas apresuradas con poco aire para mirar el 2022 con calma.

En el último mes, habían salido cuatro libros que leí y disfruté mucho, o que me tenían muy tentada porque eran de escritoras cuyo trabajo admiro. Cuatro libros que no aparecerían en las listas porque salieron a final de año, cuando ya la prensa está sedienta de los asegurados clicks que dan esos resúmenes.

Estaba segura de que al mes siguiente aparecería otra lista: “las novedades literarias del 2023”. No hay pausa. Lo del 2022 ya fue, ahora toca enfrentar el año que viene y estar encima de cada nuevo libro. Es absurdo que la literatura implique un quiebre con el tiempo y que, a la par, se nos quiera imponer una velocidad donde siempre tengamos que estar consumiendo lo nuevo.

Querer leer estos libros y conversar con sus autoras fue una idea gestada bajo el calor del verano santiaguino, pero este texto lo termino de escribir con calma cuando ya el frío asoma por las mañanas. No hay tiempo que apresure porque lo que contienen estos libros y estas entrevistas, excede la prisa capitalista de mirar lo que vendrá, se asienta en un presente que existe siempre porque la profundidad de las relaciones humanas y la pulsión creativa, no son temas que podrán ser primicias. Están y estarán, como certezas y esperanzas.

Historia de mi lengua - Claudia Apablaza (1978)

Historia de mi lengua (Overol, diciembre 2022) – Claudia Apablaza (1978)

Historia de mi lengua es un libro híbrido más que un artefacto, juega con las fronteras de los géneros literarios: la poesía, el ensayo, la narrativa, puede estar en la frontera de una novela, entonces lo defino como un libro híbrido.

Desde que publiqué Diario de quedar embarazada (Ediciones B, 2017) se produjo un largo silencio. Me asumí en otro momento de mi escritura, más contenido que el anterior, porque el anterior era mucho más exacerbado, una escritura muy exagerada, mucha risa e ironía. Estos dos libros que escribí ahora, Historia en lengua y La siembra de nubes, los asumí como una escritura más calmada y más autorreflexiva. En la prosa ha habido un cambio, pero evidentemente siguen dialogando con las estéticas anteriores. Después de esos cinco años de silencio hay una calma en mi prosa que la intento, la busco, no es que haya aparecido, sino que busqué llegar a ese tipo de escritura.

Este libro viene de otro libro, yo he estado escribiendo hace muchos años una novela que ha pasado por muchas etapas, me ha costado mucho trabajo porque es una novela familiar que indaga en mi pasado político y afectivo, entonces en ningún momento pude darle un corte, casi siempre le doy un corte cuando alguien me dice “está bien, te la voy a publicar”, me pasó con Diario de quedar embarazada, con Todos piensan que soy un faquir y con Siempre te creíste la Virginia Woolf, que ese corte lo hace un editor. Entonces opté por escribir otro libro para terminar ese libro que no podía acabar. Lo que trabajo en Historia de mi lengua es por qué no puedo terminar de escribir el otro libro, hay una reflexión acerca de la escritura. Entonces este libro es como un exorcismo del otro, me permitió terminarlo y fue un trabajo casi en paralelo.

El proceso de escritura fue de un mes, entonces al encontrar la imagen, ese momento cuando la ortodoncista me dice que tengo un problema para hablar, me doy cuenta de que eso evidentemente se manifiesta en la escritura también. Entonces cuando la ortodoncista me dijo eso, se me abrió un mundo al pensarme autobiográficamente a partir de mi boca o de mi lengua. Empecé a estar alerta de todo lo que sucedía en relación a ella, en términos eróticos, la comida, el habla, la relación con mi hija, con mi familia, lo político, lo afectivo. Se abrió una puerta demasiado significativa, que en 20 años de psicoanálisis nunca la había abierto. Siempre lo pensé desde el imaginario, el inconsciente, nunca desde el lugar físico, desde el cuerpo.

 

“Desde que llegué a vivir a Madrid intento neutralizar lo que más puedo las palabras. Intento no decir guagua, chao, resfrío, confort, lápiz, celular, computador, chaleco, polerón, zapatillas, buzo, calzas, negocio, arriendo, departamento, marido, bufanda, calzón, sostén, papas, almuerzo. Me doy cuenta del esfuerzo moral que hace mi cabeza. Actúo como mi propia colonizadora” – Historia de mi lengua

Lo que no bailamos – Maivo Suárez (1964)

Lo que no bailamos (Provincianos, noviembre 2022) – Maivo Suárez (1964)

 

Trabajé durante 30 años y lo dejé el 2014 para dedicarme de lleno a la literatura. Partí escribiendo a los 40, en el 2004 tomé mi primer taller de escritura para sacar de adentro lo que me pasaba, lo tenía pendiente. Varios años después saqué mi primer libro, que fue este, Lo que no bailamos y en esa primera edición lo autopubliqué.

Dejé mi jefatura en el servicio público y me tomé un año sabático para escribirlo. Lo tuve listo el 2015 y pensaba que era fácil publicar, pero un amigo me dijo que me tomaría como mínimo un año y medio que me lo publicara una editorial. Fue una tremenda sorpresa, yo no sabía que había que seguir esperando. Ese mismo amigo, Víctor Hugo Ortega, que se había autopublicado me ayudó, yo había hecho un diplomado de edición en la Católica y conocía el proceso para armarlo. Me interesaba que saliera un libro bien cuidado, bonito, era mi primer libro, no tenía tan claro si iba a ser el primero y el único, quizás se iba a morir el sueño ahí. Lancé Lo que no bailamos y ahora a la distancia diría que estos cuentos parecen como un caleidoscopio. Yo quería probarlo todo entonces entras al libro y tienes narradores en primera, en segunda, en tercera persona y muchos temas distintos.

Entonces la auto publicación salió primero para no esperar a una editorial, íntimamente también el miedo a que quizás no iba a pasar nada, no saber cómo encontrar editorial. Y el libro quedó ahí, en algún momento años atrás yo pensaba que sería lindo alguna vez encontrar editorial, pero después publiqué Sara, Ambiente familiar y no volví a pensar en eso hasta que Nicolás Meneses me entrevistó y dijo que quería leerlo todo. Le mandé un ejemplar que me quedaba de Lo que no bailamos y después de la entrevista, me escribió y me dijo que le interesaba tenerlo en el catálogo de Provincianos, donde él edita. Salté de felicidad, no me demoré ni dos segundos en aceptar. Fue inesperado, como un regalo.

Algunos cuentos nacieron en talleres y otros se escribieron pensando en el libro. Yo sabía que mis temas iban por la familia, lo cotidiano, el desamor, las heridas, entonces empecé a revisar lo que tenía y a visionar el libro. La asistente social que fui siempre aparece, en algún momento me pelee con esa idea y después me di cuenta que no, que era inevitable que saliera la preocupación por los temas sociales. En algún momento tomé conciencia que como trabajadora social había podido entrar a mundos muy privados, a temas y a heridas, que no entra todo el mundo. Con mucho respeto por las historias, vi que eso se podía ficcionar y se podía dar a entender a otros como los grandes temas sociales hacen carne en el día a día. Una se puede leer un libro de sociología o de estadística, pero no es lo mismo que contarlo desde el cuerpo, del dolor del día a día de esos espacios chiquitos que aparecen en el libro.

Para mí la escritura es un placer, creo que es mi mejor lugar en el mundo: ese espacio entre el teclado y mis dedos, estar ahí, el tiempo que paso escribiendo lo disfruto mucho, y también leyendo que son mis dos grandes pasiones. Si hay una decisión de la que nunca me he arrepentido en la vida, es haber dejado todo por escribir. Soy una convencida de que a una la mueven las pasiones, parte de ser feliz y estar en paz con una, es tener el privilegio, porque es un privilegio, de seguir la pasión, aunque eso me signifique tener muchas menos cosas materiales. En esta sociedad el gran privilegio es tener tiempo para leer y escribir.

 

“Cómo desearía sentarme con Lena en un banco de plaza y conversar. Le preguntaría si

todavía teje sus chalecos, si llegó a ser bailarina profesional y si alguna vez tuvo su terraza verde con maceteros de ficus y enredaderas. Yo le contaría que extraño esos años ochenta, los días de lluvia, sus pasos de danza y el tecleo de la Olivetti gris. Le contaría además que sigo viviendo en una ciudad contaminada, que el hombre del tiempo fue reemplazado por una mujer con pinta de modelo, que ya no voy a marchas ni a protestas y que el Mapocho, en algunos inviernos, todavía amenaza con tragarse Santiago, pero que ahora es un río viejo que casi no lleva agua” – Lo que no bailamos

No reinas - Bernardita Bravo (1980)

No reinas (Alfaguara, noviembre 2022) – Bernardita Bravo (1980)

Empecé No reinas después del lanzamiento de Estampida, creo que al día siguiente escribí el primer capítulo y empecé a rondar en la trama, su estructura, etc. Estos años han sido de muchas vicisitudes, así que me tomó tiempo terminarla, aunque siempre estuve conectada con la escritura. Además, tiendo a dejar reposar el texto y volver a él semanas después, desde otro lugar, habiendo vivido experiencias puntuales, con más lecturas y observaciones cotidianas sobre los temas que me interesan. Creo que es un ejercicio autocrítico útil: abandonar tu texto y luego retomarlo.

La novela explora el tema de la vulnerabilidad de los lazos, estamos expuestos a los dominios y a la fragilidad de los demás en nuestras relaciones. También cuestiona esos lugares comunes que damos por sentado, desarticula aquello “bueno” o “malo”, muestra maneras de vincularnos y desvincularnos, su crudeza y precariedad. No es una novela cómoda ni condescendiente. Entra en el tabú de la madre asesina, algo de lo que se habla poco porque tendemos a tapar aquello que nos horroriza, aunque sea más habitual de lo que creemos. Que la literatura problematice, ahonde en preguntas y en los claroscuros de sus tramas y personajes es lo que me moviliza a crear.

El tema de la maternidad y sus perversiones y matices no es un tema novedoso, creo que ahora solo es más visible y urgente de explorar y exponer para desmitificar arquetipos. En todo caso, en lo cotidiano, la estructura patriarcal aún está ahí, evidenciando soledades, carencias y tormentos. La culpa está ahí, el exceso de responsabilidades, los juicios y prejuicios en una sociedad que es bastante menos colectiva y comunitaria de lo que creemos. Desde esta premisa, me interesó adentrarme en las relaciones de poder entre mujeres, más allá del binomio hombre v/s mujer y disidencias. Envidias, crueldad, afectos y compañerismo, quise escarbar en esa zona donde suponemos que “las mujeres nos llevamos bien” pero de nuevo: hay matices, intimidades sin esclarecer que nos hacen rechazar o acoger de maneras conscientes e inconscientes. Lo situé en ámbitos laborales y de reclusión para enfatizar la miseria y los despiadadas que podemos ser mientras el amor y la complicidad también están presentes.

Tiendo a separar el lugar de la escritura y la creatividad con el de la publicación y lo que pasa después con eso. Disfruto mucho más con lo primero: simplemente escribir. Esa energía es un móvil fundamental en mi vida diaria. Si luego tengo la posibilidad de publicar evidentemente da satisfacción, pero no tengo el control de si son 10 los que me leerán o 100. Creo que para seguir escribiendo y que la propia voz no se te escape, hay que tomar cierta distancia y sin duda acoger la recepción con gratitud y apertura, pero la creación es una cosa, la teoría sobre esa creación, otra. Incluso explicar lo que una escribe puede resultar un ejercicio difícil. También es interesante preguntarse si por sesgo de género y/o lógicas de mercado se da, en ocasiones, que las mujeres que escriben deben estar validando lo que publican, como si su literatura no bastara por sí misma y hubiese que rodearla de una exposición específica para que «haga ruido». ¿Cuánto de eso debemos admitir? Tenemos que sentirnos cómodas, eso es lo que sé, y sobre todo, no abandonar la persistencia de estar escribiendo, ni menos de estar viviendo.

 

“No podía asegurar que lo había amado porque no sabía muy bien lo que era eso. Este era un sentimiento sin nombre que atenuaba en ella una herida. El deseo era ineludible, se dejaban poseer por él, sabiendo que no iba a durar. El deseo los desprotegía y suscitaba esas ganas de que alguien, algún día, los mirara resoplar y gemir, cerrar los ojos y abrirlos, percibiendo en ellos una desazón y una rabia. Alguien que evidenciara sus fisuras” – No reinas

Aviso de demolición - Gabriela Alburquenque (1995)

Aviso de demolición (Los libros de la mujer rota, diciembre 2022) – Gabriela Alburquenque (1995)

La novela partió de una idea muy concreta respecto a la imagen de una casa que está en demolición, es una imagen súper material que está apegada a un hecho, entonces, a medida que escribía, iba pensando qué ideas pueden esconder esas materialidades. Las casas están recorridas por las familias, por esa vitalidad que está fuera de lo material,que vienen a ser las nociones de clase, de los cuerpos que transitan en ese otro gran cuerpo que es el que está en estado de demolición.

La historia es atravesada por la vida de tres mujeres, eso me permitía tener tres puntos de vista que se podían cruzar y que no eran dos, porque cuando son dos, suele ocurrir que hay algo que se opone a otro algo. Pero si son tres hay un baile, un encuentro o una ronda, tres puntos de vista que están mirando hacia un mismo punto. No arman un puente de un lado a otro, sino que construyen una especie de posibilidad de tránsito hacia tres lugares. Que sean abuela, madre e hija posibilita pensar en tres etapas distintas de las vidas de esas mujeres, teniendo en cuenta también que no son solamente hija, madre y abuela siempre, sino que los relatos se cruzan, conviven tres etapas distintas en el mismo espacio, y eso va marcando la relación que tienen entre ellas, unidas a partir de ese vínculo materno.

Con este libro me interesaba la pregunta por la construcción de una voz en un relato. Me parece que la escritura pasa a ser literatura en el momento en que nos permitimos reflexionar sobre el lenguaje de ese texto. Quería pensar en cómo se van armando voces desde la literatura, entonces algo que también se pregunta esta novela es sobre los secretos, la autoridad y la autonomía de la propia historia de las protagonistas, preguntarme cómo la literatura se puede inmiscuir en esas vidas. Quizás lo que me interesaba era pensar en qué tipo de historias puede contar la nieta de una familia de clase media en un país como este, qué alcances tiene la literatura en esos temas tan domésticos y cotidianos, que tienen que ver con mucha burocracia en lo real, sí, pero que en el fondo también están relacionados con las líneas vitales de la gente.

Sobre la voz, el silencio y las formas que adquieren en la escritura del texto, me parece muy interesante y seductora la idea de poder ir plasmando en lo que escribimos parte de aquella oralidad que está un poco más en movimiento y fuera de la página. Lograr pensar que el silencio es algo más visual, poder mostrar que hay un silencio en todo un relato sin poner que un personaje se queda callado.

La escritura a veces se escapa de nuestros propios tiempos, que son tiempos de trabajo, de rutinas, de hacer mandados, de cumplir con tareas en la casa, de ver a la gente que queremos, de estar viviendo el día a día, donde la escritura es un espacio de detención de ese tiempo, donde yo simplemente me siento y escribo. La gente va apurada para todos lados y yo decido sentarme a escribir. Algo de político hay en ese acto de detención frente a la vida, donde todo es un poco apurarse, la vida fue ayer, ni siquiera es ahora, todo está hace tres días y en el fondo, también veo la escritura como un tipo de resistencia. La literatura es tiempo y puertas que se van abriendo, cuando escribimos vamos abriéndole de a poco ventanas o puertas o lo que sea a la literatura para que entre en nuestras casas, a pesar de que eso pueda implicar insomnio, restarse de panoramas, obsesionarse con una novela o escribir algo.

“Quiere tocarse para pertenecerse como nunca le pertenecerá a nadie. Quiere ser suya antes que de nadie. Quiere saber que sus manos son capaces de dejar una marca en cada espacio recorrido, porque Laura necesita mirar hacia atrás, porque Laura todavía viaja en furgón, porque no se puede bajar de los autos y del vértigo que le cierra la garganta cuando la guata presiona, retuerce, gruñe” – Aviso de demolición

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