Lapiel es una marca de sastrería moderna, cuyo nombre surge en torno a una reflexión de la indumentaria y la piel, dos elementos que están estrechamente relacionados, donde el textil habita y protege al cuerpo en su diario vivir. La marca emplea saldos textiles fabricados en Chile en los años 60s, 70s y 80s que actualmente se encuentran en desuso. De esta forma, Lapiel nos invita a revalorizar oficios vinculados a la sastrería local, abrazar los tiempos de producción lentos, el uso de materias primas nobles presentes en Latinoamérica y repensar las reminiscencias de un pasado que arrastramos y que nos obliga a hilvanar futuros prósperos.
La persona tras este proyecto es la diseñadora industrial Alicia Arriado, quien tras realizar una serie de ayudantías en cursos de la carrera vinculados al diseño sostenible y la exploración en textil, comenzó a gestar este proyecto personal, basado en sastrería y textiles locales. Arriado nos cuenta que Lapiel se está gestando a través un permanente proceso exploratorio. “Al comenzar a crear indumentaria, fui de tienda en tienda, de galpón en galpón, puerta en puerta, en busca de fibras de calidad. En este recorrido me encontré con textiles nobles fabricados en Chile en los años 70s, 80s y 90s. Preguntando me dí cuenta del valor de estas fibras, por lo que me resultó imprescindible repensar el modelo de libre mercado que se impusó a mediados de los ‘80s en dictadura: un hecho que afectó directamente –hasta la actualidad– a nuestra industria local.”
“Al hacer una revisión exhaustiva del cómo se producía y consumía la indumentaria en Chile, me encontré con un país productor de textiles de altísima calidad, paños de lana, algodón y múltiples telas que, a fines de los años ‘60s, abastecía más del 90% de la demanda nacional, donde existía una industria que impulsaba y veía luces en el desarrollo local. Existen reminiscencias de un pasado que arrastramos y nos obliga a hilvanar futuros prósperos, lo que nos remite a pensar todas las dimensiones humanas, donde existen necesidades identitarias, de pertenecer, de expresión y de protección”.
La diseñadora nos comenta que “al mirar, dibujar, hacer, experimentar, tijeretear, me llamó la atención la estrecha relación entre el trabajo sastrero y el de un cirujano. Las tijeras, las pinzas, los cortes, los hilos, los puntos, los hilvanes, la delicadeza. Construir una prenda es ser una suerte de cirujano. De cierto modo, esas paradojas me llaman la atención. Las prendas que nos acompañan día a día son escamas nacidas y muertas en nuestra cronología vital, la última capa del cuerpo, la cual delata todo sesgo identitario de la persona que la usa”.
Arriado comenta que no tiene una fuente de inspiración concreta, sino que generalmente se inspira en las personas, en el cotidiano. “Cuando se aprende algo, en cualquier área, se agudiza el ojo. El aprender a confeccionar fue también aprender a mirar, pasear en la calle y observar, esa es mi principal fuente de inspiración”.
En cuanto a su proceso creativo y el desarrollo de esta colección, Arriado cuenta que “hay diseñadores que hacen moodboards con imágenes de referencias y les funciona muy bien, a mi me funciona más el hacer, lanzarme a dibujar, construir los moldes, cortar, equivocarme, reconstruir y deconstruir. Me atrae la sastrería por su atemporalidad, porque hace más de un siglo se siguen usando las mismas prendas de uso diario. Esto por sus formas esencialmente funcionales, pero también me interesa sacarla de su estructura tradicional”.
Sus principales desafíos son abrazar la lentitud y el error.