“Nunca seré más joven que ese día” de Nicolás Astorga - Galio
Columna
18/10/2024
Texto: Andrea Ocampo
Texto: Andrea Ocampo
18/10/2024

“Nunca seré más joven que ese día” de Nicolás Astorga

Un textil rojo de gran formato (6 x 3 mts.), bordado a mano, atraviesa la sala 13 del MAC del Parque Forestal. En él vemos relatos íntimos y figuras que referencian la iconografía política contraria a la dictadura, movimientos donde militaron los padres del artista. “No se trata de una exposición historicista, sino que hablo de las heridas que estos hitos producen en una persona y en la sociedad” – explica Nicolás Astorga (1990), indicando cómo lo privado y personal, colinda con lo político y lo público. Su historia familiar cruzada por la experiencia forzosa y dolorosa del exilio, estalla en medio de la sala e impregna la historia íntima, de una colectiva, dotando a los rojos y rosados de las piezas, sensaciones cercanas a la sangre y heridas de guerra.

ESQUIRLA

90 x 83 x 40 cm (2022-2024)

Impresión 3D en resina y pintura automotriz (a partir de una esquirla de bomba recogida por el padre del artista en un campo de refugiados en Mozambique durante el exilio del abuelo y en el contexto de la Guerra Civil de Rodesia a fines de los años 70) sobre soporte textil teñido a mano.

“Su cuerpo aparece como un arma hechiza que acciona y reacciona sin ningún cálculo” – explica Céline Fercovic, su curadora. Algo está por explotar, justo en medio de esculturas que se leen como si fuesen un cuaderno de apuntes o dibujos rápidos. Luego de 6 años de creación, Astorga regresa a Chile desde Alemania para inaugurar esta muestra individual, donde se concentra en la titánica tarea de dar forma y textura a sus ganas de urdir violencia, venganza, así como de evidenciar la hondura de su vulnerabilidad y relampagueos amorosos.

POR FAVOR NO ME DEJES II 

Madera y esmalte sintético sobre soporte textil teñido a mano

70 x 190 x 150 cm (2021-2024)

DE LA MOTOSIERRA A LA AGUJA

“El uso de la motosierra responde a una urgencia por dar cuenta de lo herido, desde el uso mismo de los materiales. Se trata de herir, marcar y clavar en contraste al quehacer textil, que es más específico. La aguja –en ese sentido– también deja una herida en la tela, pero en otra escala y con otras implicancias simbólicas” explica Astorga al indicar obras como “Mi corazón hecho pedazos” o “Por favor no me dejes”, escultura modelada con esta herramienta tosca y motorizada. 

De lo macro a lo micro en las magulladuras y heridas, Nicolás explora un imaginario que visita tanto lo masculino y lo femenino, de forma simultánea y en pugna, ofreciendo al visitante una experiencia estética que no responde a ninguno completamente, pero que, sin embargo, seduce en su fantasía y agobio.

NUNCA SERÉ MÁS JOVEN QUE ESE DÍA

bordado y pintura aerosol sobre algodón teñido a mano

300 x 550 cm

2022-2024

La exposición cuenta con una publicación que registró el proceso de creación de la misma, contando con dibujos y fotografías en blanco y negro, diversos gramajes en papeles y textos extraídos del diario de vida del artista. Le antecede el texto curatorial de Celine Fércovic y la siguiente prosa poética que reproducimos como un horizonte emocional para acercarse a la exposición.

TATUAJE

Impresión, inyección de tinta sobre lienzo de algodón

100 x 70 cm (2023-2024)

NUNCA SERÉ MÁS JOVEN QUE ESE DÍA II

bordado sobre algodón teñido a mano

100 x 70 cm (2024)

Aguacero

Por Andrea Ocampo Cea

@andreiii

Tú en mí buscas venganza 

yo en ti busco un sueño

Tony Dize & Ken-Y, Quizás

Nunca un nombre propio me confundió tanto. Difícil nombrarte cuando estás presente o quizá mejor decir, sólo llamo cuando viajas o me caigo. A distancia, el agua curva lo que su murmullo descuida. De cerca, esta ciudad se desliza, palpita al verte rendido. Ni triunfos, ni monumentos, ni borraduras, puro vuelo. Ceniza la huella de lo que fue esquirla, estallido parecido a un encuentro, llanto o asedio. 

Leo, quizá ando fuera o lejos de la verdad. Leo y escribo el ángulo cerrado de las palabras que a solas muerdan las letras. La silueta es un desaparecido señalado en esta sala, estás tú. Una sombra desvinculada de su cuerpo adquiere rumbo, abrazo, desnudo va a rayas bajo un sol que no calienta a nadie. Quizá habría que borrarlo todo, quemar los bordes de este colchón donde quedó grabado aquello que nace, descansa, ama, come; aquello que batalla o piensa, que llora las noches cuando –¿quiénes somos en esta cama?– persisto congelada en la pregunta. Todo duele. 

Esta es la carta que no te voy a enviar, en respuesta a otra que se perdió por aérea o ahogada entre los dedos de quién no se atreve al (a)mar. La trayectoria de cupido se pierde en la intemperie, aunque yo lo pida, el control no le deja volver. Rellena el espacio ese papel mojado, la cola fría, la tinta, un par de fotografías que desviaron al mensajero. Bajo la manga, esa soy yo. La carta que va en busca de un destino sellado por pliegues, manchas de café, lectores entrometidos que buscan la biografía tras el arte del silencio. 

Amar a distancia es crecer amurallando un reflejo encarnado, la réplica de quién somos cuando en la cama estamos. Sé que no me has olvidado, ni a estas piernas gruesas como troncos. Figura el enredo de besos, me trenzan latitudes, piruetas de afecto. El único amor que no daña es animal, pienso. Arcángel imposible que ondea en guerrilla o bandera, clandestinaje quizá con más pasaportes que identidades. Letra muerta, letra ficción: rodamiento de nombres a tijeretazos modulan un rostro que busca ser otro. Enredada en tu reemplazo, me equivoco sin miedo. 

La diabla soy yo en esta sala, impero: soy feto-momia, la perra, la potra, la saina: la hija que no tuvimos. Arco y flecha, trastabilleo. Tableo puertas, froto con cera la superficie de esta casa abandonada, esa que viaja torcida cuando bajo en diagonal. Helada tu mano desliza, lija lengua, cuello negro, río aguada, austral. San Rafael en reserva de Colonias, calles, besos, tortillas quemadas, edificios sin timbres. Las llaves se tiran desde un balcón. Lagunea el cuerpo del santo: el que sana lleva un corazón entumecido, hacia dentro gime, borra con el codo lo que escribe con el tacto. 

Escribo por llorar. Palpo aliento trizado en la ventana; el biombo cruza la tela, contra la pared un sólo movimiento, apenas me roza. Un techo o quizá un ring, campos de hielo mojan el cobertor. Reviso el celular por si acaso los mensajes siguen sin llegar, por si soy de las respuestas que siempre esperan. ¿Cuánto soporta la palabra? ¿Cuánto puede un cuerpo? ¿Cuánto tiempo me aferraré a esta sombra que no irá contigo? Las camas que le faltan a este parque, están aquí. Me rompo las rodillas por correr a tus pies, río arriba filo extremo, aguacero, cuestafuera. 

Ese lado que no conocía me recoge los sueños, el cabello, estos dedos que buscan cuando cierro tus ojos. Saladas las gotas bautizan el colchón al darme cuenta que no hay ni tú, ni yo, ni resignación. Los cuadernos desarmados alimentan la fogata: ramas, humo, tu espalda huesuda y un fruncido ceño. Lo que teníamos en común desapareció, la gotera destapó el ojo. Esa trampa bajo el brazo cuando sales corriendo. Amar a solas y deshojar narcisos, porque no te quiere. Porque no. El cuerpo grabado de esta cama. Leo. Dice lo contrario. Leo dos barbaridades que detonan, se abrazan, caracolean la suerte. Cada pedazo de ti se queda a escuchar lo que estos leños fuerzan. Quiere que lo suelte, quiere que le rece o bien, que esta estela de dolor vuele marcada como la pequeña tragedia de quién sin cura cegó al amor.

“Nunca seré más joven que ese día” de Nicolás Astorga 

Desde el 24 de agosto al 17 de noviembre

Museo de Arte Contemporáneo MAC 

Sede Parque Forestal, sala 13

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