Empecé a involucrarme con temas relacionados a la crisis climática a través de los derechos humanos. Eso hizo que, consecuentemente, me acercara al concepto de la justicia climática y a entender que las causas de la crisis climática son estructurales y están arraigadas en el sistema económico, y que tal como este, son muy desiguales. También, me hizo entender que no era yo precisamente la que tenía la responsabilidad, pero que sí iba a estar entre los grupos más afectadxs por el tema. Y me di cuenta de muchas otras cosas que hoy mueven mi activismo, y que quiero compartir brevemente con ustedes.
El primer Día de la Tierra se celebró en 1970[1]. Eso quiere decir que ¡hace 52 años!, cada 22 de abril se recuerdan los peligros que significa para el planeta el modelo de consumo extractivista y basado en los combustibles fósiles. A pesar de aquello, hoy nos encontramos en medio de una crisis climática y acercándonos cada vez más a un punto de no retorno. En todas partes vemos planes o “soluciones” centradas en la acción individual: deja de usar plástico, compra una bombilla de metal, dúchate en menos tiempo, transpórtate en bicicleta, deja de comer carne, etc. Nos bombardean continuamente con mensajes que nos hacen sentir culpables o que buscan vendernos productos que nos acercarán a ese concepto del ambientalista perfecto, esa persona que a través de sus acciones individuales salvará el planeta, o que con sus hábitos de consumo eliminará los problemas ambientales. Ante todo esto, yo solía preguntarme, ¿qué tanta culpa tenía yo, como una ciudadana clase media más de una ciudad cualquiera al sur del mundo? Y al mismo tiempo, ¿puedo realmente yo, dejando de usar plástico, salvar al planeta?
Empecé a involucrarme con temas relacionados a la crisis climática a través de los derechos humanos. Eso hizo que, consecuentemente, me acercara al concepto de la justicia climática y a entender que las causas de la crisis climática son estructurales y están arraigadas en el sistema económico, y que tal como este, son muy desiguales. También, me hizo entender que no era yo precisamente la que tenía la responsabilidad, pero que sí iba a estar entre los grupos más afectadxs por el tema. Y me di cuenta de muchas otras cosas que hoy mueven mi activismo, y que quiero compartir brevemente con ustedes:
Lo primero es que la crisis climática no es un problema a futuro, sino del presente. Los efectos físicos del cambio climático ya se están viviendo en todo el mundo, y según la ONU, están “socavando los logros en materia de desarrollo que tanto ha costado conseguir (…) e impiden que se avance en aras de la erradicación de la pobreza y el hambre, la reducción de las desigualdades y la promoción de un crecimiento económico sostenible”.[2] Además, el cambio climático se superpone e interactúa con otras crisis y conflictos exacerbando la vulnerabilidad, la pérdida de biodiversidad, los desplazamientos, revirtiendo avances en materia de desarrollo y profundizando las desigualdades existentes.[3]
Lo segundo es que la crisis climática ni la causé ni la voy a solucionar yo sola, y probablemente tampoco ustedes. En 2017, el informe “Carbon Majors Report” del Climate Accountability Institute reveló que tan sólo 100 empresas a nivel mundial han originado más del 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero desde 1988[4], y que la escala de estas emisiones es lo suficientemente grande como para haber contribuido de forma significativa al cambio climático. Ese es sólo uno de los ejemplos que nos ha llevado al punto al que nos encontramos hoy, en el que sabemos que es urgente la reducción de las emisiones globales para poder limitar el calentamiento global y así asegurar un futuro habitable y sostenible para todos.
Por último, entendí que así como ha sido producida desproporcionalmente por unxs, afecta desproporcionalmente a otrxs. Según ONU Mujeres, el cambio climático afecta a toda la población, pero son las personas más pobres del mundo y las que se encuentran en situaciones más vulnerables, especialmente las mujeres y las niñas, quienes soportan las peores consecuencias de las tensiones ambientales, económicas y sociales.[5] Además, las grandes concentraciones urbanas en el Sur Global están particularmente expuestas a los impactos combinados del cambio climático y la vulnerabilidad social.[6]
Entonces, me rehusó a permitir que se nos responsabilice a nosotrxs y nos exijan cambiar de un día para otro. Por eso, no les voy a dar una lista de 50 cosas que pueden hacer para ser personas más ecológicas. En cambio, les voy a invitar a ser activistas imperfectxs: a aplicar acciones individuales dentro de lo que sus circunstancias les permitan, a informarse e involucrarse teniendo en cuenta el cuidado de su salud mental, a no creerle al capitalismo ni al marketing verde, y por sobre todo, a unirse y apoyar los movimientos que buscan la justicia climática, el cambio sistemático y estructural, movimientos que buscan la justicia y las reparaciones para las comunidades y países más afectados y a exigir que los países y empresas que han tenido la mayor responsabilidad en este problema se hagan especial y proporcionalmente responsables y dejen de financiar esta crisis.
Les invito a replantearnos la mirada que tenemos sobre el cambio climático y a movernos desde el pensamiento y acciones individuales hacia las colectivas y sistémicas. Porque como dice la frase, “no necesitamos un ambientalista perfecto, sino miles imperfectos” para que a través de la acción colectiva logremos las transformaciones tan urgentes que necesita este planeta.
[1] https://www.earthday.org/history/
[2] https://wedocs.unep.org/xmlui/bitstream/handle/20.500.11822/34949/MPN_ESSP.pdf
[3] https://latinasforclimate.org/blog/reporteipcc
[4]https://www.theguardian.com/sustainable-business/2017/jul/10/100-fossil-fuel-companies-investors-responsible-71-global-emissions-cdp-study-climate-change
[5] https://interactive.unwomen.org/multimedia/photo/climatechange/en/index.html
[6] https://latinasforclimate.org/blog/reporteipcc https://www.ipcc.ch/sr15/chapter/spm/
