Todo y nada está de moda: La contracultura y lo alternativo en la era del TikTok y el trend-core - Galio
Columna
20/04/2023
20/04/2023

Todo y nada está de moda: La contracultura y lo alternativo en la era del TikTok y el trend-core

El ciclo de tendencias como lo conocemos se acabó. Todo y nada está a la moda a la vez, y el estilo personal prevalece por encima de las tendencias que nacen, se agolpan y mueren en un abrir y cerrar de ojos. Estos son los enunciados de medios de comunicación como i-D y Vice, que dan testimonio de un cambio irreversible en cómo funciona el sistema de la moda.

La anti-moda, o la manera en que los movimientos contraculturales han hecho de la indumentaria un instrumento, también está cambiando. El sistema de la moda por mucho tiempo ha captado los elementos contraculturales y de protesta social y los ha reempaquetado para ser comercializados. Hoy, y gracias al Internet, esto pasa de un día para el otro. Ser «alternativo» ya no tiene el mismo significado que cuando el concepto de contracultura se creó en los 60s porque Internet permite que se referencie y se acceda a toda identidad alguna vez creada.

Entonces, ¿queda algún bastión de la contracultura en la moda? ¿Dónde queda la crítica social si todo se transformó en mainstream? En este artículo voy a intentar responder a esa pregunta.

La anti-moda ha sido una forma de protesta que se opone a los valores del contexto social y político en que aparecen: los hippies en los 60s, los punks y góticos en los 70s y 80s, etc. Van en contra de la corriente, y una de sus estrategias es tomar elementos de la cultura hegemónica, darles otro sentido y reclamarlos como propios. Uno de los más grandes íconos del punk, Vivienne Westwood, se reapropia del tartán de la realeza y lo utiliza para crear piezas sexies y anti establishment. Es ella quien crea la famosa remera de los Sex Pistols que lee “God Save the Queen”, con una imagen de la reina Isabel II con los labios sellados por un alfiler de gancho.

Pero, según el sociólogo Bennett Berger, «cuando desviarse de lo mainstream se generaliza, hace que el cauce principal de la corriente sea más difícil de localizar y, por supuesto, ya no es muy ‘desviado’, aunque suscite una fuerte oposición. Más bien se convierte en un ámbito de desacuerdo o conflicto legítimo.”

Bella Hadid se viste ugly-cool, Kendall Jenner se decolora las cejas e Iris Law se rapa la cabeza a lo punk. Símbolos de protesta contra los estándares de belleza femeninos se traducen en elementos edgy cuando lo toman las supermodelos de nuestra generación. Elementos que a un mortal lo hubieran marginado de la sociedad en el pasado, se transforman rápidamente en cool. Mientras tanto, el propósito de la protesta se pierde en la traducción.

Tendencias que viven menos de un mes

La regla del ciclo de los 20 años en la moda está en parte obsoleta. Como indica esta regla, sí hemos visto un resurgimiento del Y2K en el último par de años, pero en esta ocasión surgió a la par de otro fenómeno particular de esta era: el “trend-core”. Como bien explica Hannah Ewens en su artículo para Vice, “puede que te resulte difícil situar en qué década estamos (…) Todas las tendencias, todas las épocas, todas las referencias están sucediendo en todas partes a la vez.”

El “trend-core” consiste en microtendencias que nacen en Tik Tok e Instagram, y es un fenómeno que explotó durante la pandemia. Más específicamente, se trata de grupos de estéticas o looks que surgen en Internet y a las que la comunidad virtual les asigna un nombre y el sufijo core: “bimbocore”, “cottagecore”, “balletcore”, y muchísimas más. Surgieron tantas, que una de las últimas en aparecer es la “corecore”. Para las millennials como yo, un paralelismo quizás es la “Art Hoe” de Tumblr.

Hay tantas, que es difícil distinguir cuales en verdad son reales. El barbiecore tuvo su punto álgido cuando salieron las primeras imágenes de la película de Barbie y cuando Valentino sacó su colección en rosa. Pero, en las calles, ¿alguien de verdad se vistió así? Más allá de la ocasional aparición de celebridades como Anne Hathaway y Zendaya vestidas de rosa, me atrevo a decir que es una microtendencia que nació y murió en Internet.

Según José Criales-Unzueta en su artículo de i-D, estas microtendencias “ofrecen un conjunto de directrices que uno puede elegir seguir o no, un conjunto de elementos de estilo y una gama definida de marcas con las que uno pueden jugar, y una puerta de entrada a determinadas comunidades». En un punto, pueden denominarse subculturas. Pero su potencial de protesta se ve reducido enormemente por el corto ciclo de vida que tienen en Internet: pueden durar solo unas semanas, y algunas con suerte duran más de un mes.

El fast fashion tiene todo que ver con esta reducción en la duración del ciclo de la moda porque marca su ritmo: apenas una nueva tendencia aparece en las redes, en unos días puedes pasar tu tarjeta y acceder a esa subcultura, a unos clics de distancia. Y con esa misma rapidez la tendencia se vuelve obsoleta. Ya no hay un par de temporadas y colecciones al año: estas empresas expenden nuevas prendas como una máquina, alimentando nuestra obsesión por lo nuevo y efímero.

Los sitios de fast fashion hasta tienen apartados para distintas estéticas: una de ellas, el grunge. Este estilo, parte de un movimiento contracultural, nació en Seattle y consistía en mezclar prendas de segunda mano y nuevas, pero gastadas… No hace falta aclarar la ironía. Y lo peor de todo, es que me dan ganas de comprarlo.

Sin embargo, Maya Singer en su artículo de Vogue propone una idea interesante: “parte de la respuesta al problema de sobreproducción de la moda reside en la continuidad estética: Es muy posible que estemos presenciando el principio del fin del concepto de la temporada pasada”. Pareciera ser que, ante la imposibilidad de estar al día con tantas tendencias, el individuo se ve forzado a elegir. Cuando todo está de moda, lo que termina prevaleciendo es el estilo personal. Al fin y al cabo, este cambio en el sistema de la moda que en principio favorece al consumismo desenfrenado, puede terminar siendo contraproducente para los fines económicos del fast fashion. El aumento exponencial del interés por el “thrifting” es un síntoma de esto.

 

Derribar la gordofobia y el binarismo de género, el bastión de la contracultura en la moda hoy

Más allá de lo perjudicial que los “trend-cores” pueden ser para la sustentabilidad, no hay que descartar su capacidad para actuar como núcleo en torno al cual pueden crecer nuevas comunidades con potencial contracultural. El elemento de protesta de la mayoría de estas tendencias se diluye por el formato efímero del Internet, pero son aquellas que generan debates significativos en los medios de comunicación las que personifican a los movimientos contraculturales que necesitamos hoy en día.

El último bastión de la contracultura en la moda yace en donde ésta sirve para empujar los límites de convenciones y paradigmas sociales todavía no derribados: el binarismo de género, lo queer y la gordofobia.

Los derechos de las personas trans, queer, no binarias y gordas siguen siendo atacados constantemente. El sistema de la moda cree haber cumplido su cuota de corrección política al hacer desfilar a un par de modelos plus-size unas temporadas atrás en las pasarelas, y de haber puesto a Paloma Elsesser en una mini pollera Miu Miu para i-D. Todavía no entendió que tiene que incorporarlas como seres humanos y no como accesorios.

Un ejemplo de esto es el reciente debate sobre Sam Smith y su video para la canción “I’m not here to make friends”. El video es una celebración del amor y la sexualidad queer, y la escena en la que Sam utiliza unas pezoneras suscitó un odio en Internet pocas veces visto. En este debate, el sesgo y la discriminación es clara. Como una usuaria comentó en Twitter, “Si Harry Styles llevara la misma ropa en la portada de una revista, estarían gritando ¡Yes queen!”. Harry Styles, flaco y heterosexual, rompe con las barreras de género dentro de los límites permitidos con su línea de esmalte de uñas para todos los géneros. Sam Smith lo hace fuera de los límites permitidos, y es castigado por ello.

Un dúo interesante es el de Fecal Matter, que trasciende no sólo los límites de género, sino también los de la especie humana. Sus looks son shockeantes, de una belleza alienígena y extrema. Su propósito es promover el pensamiento crítico y redefinir los estándares de belleza, y suscitan tanto odio como amor en las redes sociales y en la vida real.

Alguna vez Diana Vreeland dijo que la ropa te permite ver las revoluciones que se acercan. La moda es un espejo de la sociedad, y el cambio que está tomando lugar en el sistema de la moda hoy en día es un reflejo claro de nuestros tiempos.

Todavía falta ver cómo se desenvuelven y qué efecto a largo plazo van a tener estos cambios, aunque quizás sea más pronto de lo que creemos. Algunas personas vislumbran cambios positivos: según Maya Singer, “de lo que esto habla en realidad es de una fascinante amalgama de estéticas que está desdibujando las líneas de las pautas y expectativas de estilo establecidas, que no deberían tomarse demasiado en serio». Otras ven cómo se desdibuja el significado de la protesta social: según Ana Andjelic, «Hay muchas comunidades del gusto, pero no existen en oposición a nada».

Según cómo yo lo veo, no hay que tomarse demasiado en serio cada estética que surge, porque en muchos casos el potencial de protesta nunca estuvo, y simplemente se trata de un juego de identidad y diversión, que en última instancia es lo que atrae de la moda. Sin embargo, no hay que perder de vista que la moda puede ser un vehículo poderosísimo de cambio social: los debates en torno a los pantalones de las Bloomers, o en torno a las pezoneras de Sam Smith quedaron para la historia. Hoy en día, hay que ubicar esos elementos en donde todavía necesitamos empujar convenciones sociales, que, cómo mencioné, es en donde la moda cuestiona la gordofobia, el binarismo de género, y la heterosexualidad como norma.

Vale la pena jugar con la ropa, y explorar con ella distintas identidades, distintas versiones de nosotros mismos. Sin embargo, no tenemos por qué ir con la corriente del sistema. Y no tenemos por qué ir con el ritmo y el conformismo que dicta. Los invito a ir en contra, a identificar y a multiplicar la voz de aquellos que están usando la ropa para desafiar el sistema de la moda y el contexto social, económico y político en el que se crea. Es allí, en el peligro del status quo, donde se va a generar un sistema de la moda más justo, sustentable e igualitario.

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