Primavera Sound 2025 x Galio - Galio
Reportaje
10/06/2025

Primavera Sound 2025 x Galio

Primavera Sound 2025 volvió a tomarse Barcelona con su ya clásica mezcla de música, moda y comunidad. Porque sí, los shows son el corazón del festival, pero Primavera también se vive frente al mar, en los trayectos de un lugar a otro, en la fila del baño o esperando una cerveza tibia con amigxs que no veías hace tiempo. Es un espacio donde las personas no solo cantan: también bailan, se visten, se miran. Ser espectador también es una forma de performar, y en el festival, eso quedó en evidencia. Parte del equipo Galio junto al fotógrafo Manuel Cardozo (@laradude) cubrieron la versión 2025 del festival en Barcelona, y aquí podrás ver el registro fotográfico de los asistentes.

En cuanto a la música, el Primavera volvió a recordarnos por qué sigue siendo uno de los festivales más influyentes del mundo. Más allá de los nombres que llenan titulares, lo que de verdad nos mueve es lo que pasa al borde del escenario, en los márgenes donde el pop se vuelve raro, el techno político y el reggaetón glitchy. Este año, esa energía estuvo más viva que nunca. Aquí nuestros highlights:

Isabella Lovestory fue puro fuego. Su reggaetón glitchy, sexy y desafiante dejó claro que el perreo también puede ser experimental, performático y con mensaje. Con un look fucsia que parecía salida de una peli Y2K mutada con club latino de ciencia ficción, su show fue un karaoke frenético donde el público se sabía cada línea de memoria.

Amore, desde Madrid, trajo una propuesta cargada de intensidad emocional. Entre bolero y electrónica, construyó una narrativa íntima y política, donde cada canción parecía cantada desde una herida abierta. Esta vez apareció con una estética más sobria que en otras fechas, pero con igual nivel de intensidad: voz temblorosa, luces tenues y momentos que parecían más una misa queer que un show de festival.

También nos voló la cabeza Judeline, una de las voces jóvenes más interesantes de España. Con una mezcla de raíz andaluza, producción futurista y una presencia escénica de otra galaxia, su show fue un viaje que no sabíamos que necesitábamos. Cada detalle, desde las luces hasta el vestuario y el performer que la acompañaba, decía “estoy lista para el mundo, y el mundo se lo va a tener que bancar”.

FKA twigs fue, como siempre, otra cosa. Su show no fue un concierto, fue una experiencia coreográfica, visual y espiritual que dejó a muchxs con la mandíbula en el suelo. Apareció como una diosa cyborg, entre luces rojas y humo denso, mezclando temas clásicos con momentos nuevos que coqueteaban con el grime, el trip hop y el performance art.

DJ Python ofreció un set que bajó las revoluciones pero subió la vibra. Con su dembow ralentizado y atmósferas ambientales, logró algo poco común en este tipo de eventos: una pista que invitaba al trance suave, donde los cuerpos flotaban más que bailaban. Pausa necesaria y agradecida en medio del caos.

Brutalismus 3000 no decepcionó: punk-tecno a todo chancho, grititos nihilistas y BPMs pasados de rosca. Esta vez aparecieron más teatrales que nunca, con visuales tipo rave medieval y declaraciones en alemán que nadie entendió pero todos sintieron. El dúo berlinés le puso rabia y distorsión a un cartel que a veces se pone demasiado limpio. Fue catarsis colectiva, pura adrenalina.

Y cuando el cuerpo ya no daba más, llegó el alivio: Beach House nos llevó a flotar. Su dream pop brumoso, los visuales etéreos y las melodías que duelen bonito fueron el abrazo que necesitábamos para seguir vivos. Hubo parejas abrazadas, gente llorando sola y celulares grabando el cielo. Un momento de esos que uno guarda en el corazón (o en las fotos del teléfono).

Entre los nombres grandes, dos se robaron la película: Charli XCX y Chappell Roan. Charli, con su era Brat, se subió al escenario con una mezcla de energía club, cinismo millennial y pop pasado por filtro ácido. Le tiró shade al mainstream, bailó como si estuviera sola en su pieza y cerró con un hitazo tras otro. Y Chappell, con un show que fue entre el musical y la confesión emocional, se plantó como nueva reina del pop queer. Cantó como si se le fuera la vida, cambió de peluca en pleno show y dejó claro que lo suyo no es solo hype: es talento y personalidad.

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